Jean Meyer // AGOSTO 14

Es el título de la hermosa novela de Alexander Solzhenitsyn sobre el primer mes de la primera guerra mundial que cumple hoy 110 años. Mis dos abuelos y mis tíos abuelos la vivieron y recuerdo sus pláticas sobre sus vivencias en los campos de batalla y hospitales, desde Francia hasta Turquía ¿Por qué regresar ahora en peregrinación más de un siglo después de la tragedia? Quizá porque la guerra que asuela a Ucrania hace la bagatela desde hace 900 días, ha vuelto a la guerra de trincheras de 1914-1918 y, por lo mismo, al horrible “molino de carne” que machucó ya a medio millón de ucranianos y rusos. También por que estoy leyendo la gran novela del canadiense mestizo Joseph Boyden, Three Day Road, sobre dos indios de la nación que creen que combaten en las filas canadienses en las trincheras de Saint Éloi y Vimy, en el Norte de Francia.

El mes de julio de 1914 fue espléndido en Europa, propicio para la cosecha de trigo. El 28 de junio, en Sarazhevo, el balazo de un estudiante serbio abatió al archiduque Francisco Ferdinando, sobrino del emperador de Austria. La noticia llegó a París en la noche del Gran Premio en el hipódromo de Longchamp. Los franceses, los europeos estaban acostumbrados a ese tipo de atentados en los Balcanes, de modo que nadie lo sintió como anuncio de catástrofe. Sólo después uno discierne este “olor del destino”, como diría más tarde François Mauriac. Para mi abuelo paterno, París encarnaba la imagen perfecta de la felicidad. No en vano se habla de la Belle Époque. Por cierto, Freud dijo lo mismo de Viena a Lou Andreas Salomé, después de los primeros meses de guerra, afirmando tristemente que la vida nunca volvería a ser igual.

Pasa un mes y, bruscamente, los peligros inadvertidos se precisan. Toda Europa se moviliza y el juego mecánico de las alianzas lanza a los cuatro jinetes del Apocalipsis de los cuales hablará Blasco Ibáñez: Austria pone un ultimátum a Serbia, Rusia advierte que, si Austria ataca, ella defenderá a Serbia, Berlín advierte que, en tal caso, sostendrá a Viena, París contesta que funcionará la alianza franco-rusa… Cuando los rusos se movilizan, por si acaso, todos hacen lo mismo. Alemania, para sorprender a Francia, entra por Bélgica violando la neutralidad belga, lo que obliga una reticente Inglaterra a actuar del lado de París y San Petersburgo: Alea jacta… En agosto el ejército francés perdió 313,000 hombres entre muertos y desaparecidos. En casi cinco años la muerte se llevó a millones de hombres, se multiplicaron las atrocidades contra la población civil, proceso que culminó con el genocidio perpetrado por el poder turco contra los armenios: 1,500,000 muertos, civiles todos, hombres, mujeres y niños.

Uno queda horrorizado ante la ferocidad de los hombres y uno piensa que Ucrania fue tierra de sangre tanto en 1914-1918 como ahora; de sangre y barbaridad. Mis antepasados me decían que se horrorizaron, en particular el tío Franz que sobrevivió a la carnicería de Verdun, en le Chemin des Dames y en le Ban de Sappe. El entusiasmo heroico de agosto de 1914 no sobrevivió a la carnicería y al rastro: en este primer mes la sola Francia perdió 313,000 soldados, muertos y desaparecidos. Lean a Louis-Ferdinand Céline, sobreviviente que se quedó traumado de por vida. Una horrible pesadilla. Desprecio total de la vida humana por los Estados Mayores. Sería exagerado decir que fue una guerra sin odio, pero, a lo largo de estos cinco años, los sentimientos de los soldados en cuanto al adversario se humanizaron. Nunca participaron de ese odio casi racista que cultivaba la retaguardia de los dos lados de la frontera. Me decían: “los soldados que vimos, muertos o prisioneros, eran tan parecidos a nosotros…”.

Veinticinco años después, el destino lanzó al mundo en otra aventura, más dura y más amarga. Me decía mi padre (1913-2000) que luchó en la segunda guerra mundial, que fue herido y preso, que, a diferencia de su padre, descubrió bajo nuevos aspectos la crueldad de los hombres, aprendió el odio, la venganza de las cuales la “Gran Guerra” de 1914-1918 había salvado a su padre y a sus tíos. ¿Cuáles serán las secuelas de la presente guerra de agresión librada por Rusia contra Ucrania?

Historiador en el CIDE

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JEAN MEYER

Dr. Jean Meyer. Francés nacionalizado mexicano. Historiador. Licenciado en grado de doctor por la Universidad de la Sorbona. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) donde además fundó y dirigió la División de Historia.

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