Fueron tiempos de desencuentros, de trasiego de identidades en la geometría política de nuestro país; pero también fueron tiempos de cinismo y de claudicación de principios. Ya hace un mes que amanecieron enfundados en camisetas diversas los actores que querían formar parte de la elite gobernante nacional. Sin rubor alguno defendieron siglas y colores que apenas hacia poco tiempo decían odiar. Los antagonismos tratan de quedar atrás, dicen, y se preparan a nuevas uniones y alianzas no sólo vergonzantes, sino radicales y extraordinariamente opuestas. Lo importante es llegar, ya que estando dentro, todo se volverá a olvidar.
Desconocimos o pretendimos no darnos cuenta que la sociedad tiene memoria y que no olvida los agravios recibidos. Nuestra sociedad vivió doblemente agraviada ya que se encontró como rehén de las fuerzas en pugna y que se disputaban no sólo el territorio nacional, sino los ingresos sustanciosos que generan todo tipo de impuestos: “las fuerzas del orden” y “la delincuencia organizada”.
Las mejores notas de la prensa nacional giraron en torno a las desbandadas personales y grupales de un partido hacia otro, no de las propuestas partidistas o personales de los candidatos. La rebatinga al interior de los tres partidos agrupados en una alianza vergonzante no dejó lugar a dudas; pero es aún más curioso leer que quienes abandonaban un partido político eran “líderes” que prometían llevar cantidades inimaginables de votantes para quien iban a trabajar. La ridiculez llevada al extremo máximo del cinismo.
Unos a otros se levantaron la mano en señal de triunfo para que los reporteros gráficos se dieran gusto con placas que la inmediatez tiró a la basura de manera mecánica y quizá sólo algún viejo historiador la guardó como prueba irrefutable de lo indigno que puede ser el animal político. Los unos y los otros desconocieron principios y mandaron al carajo lo que alguna vez se llamó ideología; sin darle la razón al supuesto de Francis Fukuyama, cuando nos embarró en el rostro el fin de la historia y de las ideologías.
Hasta dónde llegó la desfachatez y hasta cuándo aparecerá lo que hace indivisible al ser humano: la dignidad y la fidelidad a principios ideológicos.
Creo que el hartazgo de la sociedad se manifestó el pasado 2 de julio en la organización y lucha por rescatar lo más preciado que tiene el ser humano: la dignidad, la identidad y la pertenencia que nos hace razonar como animales políticos.