Sexenio de corrupción e impunidad

Alfonso Zárate

A punto de concluir el sexenio, Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray (que encabezaron una cofradía voraz y cínica), gozan de la vida en sus destinos dorados en España y Estados Unidos. El hartazgo social ante sus excesos fue uno de los ingredientes que llevó a votar por López Obrador, sin embargo, el hombre de Macuspana siempre le dio a Peña un trato complaciente, llegó al extremo de llamarlo demócrata porque, según dijo, no se metió en las elecciones, ignorando la manera grosera en que la PGR persiguió al candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya.

Aún antes de asumir la Presidencia de la República, Andrés Manuel utilizó la supuesta corrupción en el aeropuerto de Texcoco como uno de los argumentos para cancelar su construcción, a seis años de distancia no hay una sola denuncia y, por supuesto, ni un solo detenido, nunca se probó la mentada corrupción.

La corrupción fue también la explicación que utilizó el presidente para irse contra diversas instituciones, así ordenó la desaparición de más de 100 fideicomisos, sin embargo, de nuevo, nunca presentó una sola denuncia.

En contraste con el afán persecutor de este gobierno, evidencias tan contundentes como los videos que muestran a los hermanos del presidente Pío y Martín recibiendo en sobres amarillos importantes sumas de dinero, no llevaron a nada.

El tráfico de influencias del que se han beneficiado altos funcionarios de la Federación y sus parientes, pasó de largo para la Secretaría de la Función Pública y la FGR, lo mismo que los miles de millones de pesos entregados en contratos que no cumplieron con las licitaciones que ordenan las leyes.

La colusión de gobernadores con narcotraficantes, evidente en el caso de Sinaloa, ha tenido al mismísimo presidente de la República como “tapadera” del gobernador Rubén Rocha.

Cada vez son más las actividades económicas que sufren las extorsiones de los criminales, lo mismo, los productores de aguacate y limón que los pequeños propietarios de expendios de pollo o de tortillas; continúan los asaltos a transportistas de mercancías y los homicidios alcanzan cifras nunca vistas. Sin embargo, las agencias de inteligencia civil y militar del gobierno, así como el SAT, se utilizan para investigar y perseguir a quienes tienen el atrevimiento de señalar las desviaciones de este gobierno, mientras vuelven la vista para otro lado frente a los movimientos sospechosos de capitales.

El discurso presidencial hizo de la corrupción el leitmotiv de su narrativa, hasta llegó a agitar su pañuelo blanco presumiendo que ya se había acabado la corrupción de los de arriba mientras protegía a Ignacio Ovalle, director general de , cuya defraudación —que supera los 15 mil millones de pesos— hace palidecer la de la Estafa Maestra.

Para celebrar la impunidad está en curso la eliminación del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) y la persecución a quienes, como Mexicanos contra la corrupción, meten sus narices donde nadie los llama.

Transcurridos seis años de este gobierno es claro que no hubo mayor elogio a la impunidad y a la corrupción que el que se expresa en la frase “abrazos, no balazos”.

@alfonsozarate

(El Financiero)

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