La memoria, ese sencillo aditamento característico del ser humano, suele traicionar a los especialistas que se dedican a la nobilísima tarea de traerla al presente, contrastarla con los fenómenos actuales para finalmente entregar las reflexiones a una sociedad que busca “verdades”.
La memoria y las verdades han proliferado al gusto e intereses de los diversos segmentos de la sociedad, olvidando los principios éticos que deben determinar los ejercicios reflexivos y entregar un producto que se acerque con mayor precisión a lo estipulado en la norma que nos rige a todos los mexicanos: La Constitución.
Sin embargo, en nuestros días y al avance de un movimiento político que ha venido tratando de rescatar los principios sociales que quedaron estatuidos en la Constitución de 1917 y otorgarle participación ciudadana a la toma de decisiones; grupos antagónicos han venido propalando no sólo imprecisiones, sino el absurdo de la mitomanía, tergiversando el contenido social que ellos sí modificaron a su gusto y antojo y en contra de los intereses de una mayoría que contrajo una deuda que seguiremos pagando por varios lustros más.
Duele, aunque no extraña, la posición de personajes que fueron encumbrados al sonido de metal (monedas) como “poseedores de su verdad”; Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y un sinfín más de historiadores, politólogos y comunicólogos que afirman que las medidas que rescatan el sentido social del constituyente y que ya fueron sancionadas por el Congreso de la Unión (Cámara de Diputados, Cámara de Senadores y Legislaturas locales) nos llevarán a un proceso de autoritarismo.
Aunque duele más la absurda posición de quienes claman apoyo de sus pares del exterior, prohijando una actitud injerencista en los asuntos que sólo competen a los mexicanos. Parten de la triste premisa de seguir imponiendo la visión de que entre más mal le vaya al país, a los demás, más ganancia tienen ellos; por lo mismo han propalado mentira tras mentira, desde la consabida crisis económica que nos aguarda, hasta el infantilismo de que ya seremos un Venezuela, una Cuba y que por sus antecedentes pronto seremos “comunistas”.
Es lamentable que, como oposición, no hayan propuesto en las pasadas elecciones un bosquejo del país que pudiera ofrecer alternativas viables para su posterior desarrollo; ya pasado el proceso electoral y con meses de anticipación han sido pésimos en presentar un proyecto novedoso para la reforma judicial y lo más risible del asunto, trajeron a Ernesto Zedillo como novedoso gurú de la democracia como ellos la entienden: Crear un nuevo Fobaproa, vender de nueva cuenta los ferrocarriles que apenas se están inaugurando y que la reforma al poder judicial, se realice como Zedillo la hizo, corriendo a todos los ministros y nombrando a quien quiso.
Esta es nuestra triste realidad. Por qué no crear un proyecto alternativo y ponerlo al conocimiento de los mexicanos para que éstos lo avalen. Este es el quid del asunto.