La historia del cacao y el chocolate

Desde el origen sagrado del cacao hasta la llegada de las grandes marcas que hoy dominan el mercado global, recorre la gloriosa historia de este fruto

¡Ah, el cacao! Ese fruto rugoso con una coraza dorada, purpúrea o hasta rojiza que encierra preciadas semillas debajo de una pulpa nívea y tersa, ha sido considerado un fruto sagrado desde tiempos inmemoriales.

El origen del cacao

La planta del cacao tiene su origen en las tierras fértiles de Sudamérica. Algunos historiadores botánicos señalan que el cacao surgió en la cuenca del Amazonas, mientras que otros lo sitúan en las vastas llanuras del alto Orinoco, en los territorios actuales de Venezuela y Colombia.

Las primeras huellas del cultivo y consumo de cacao se remontan a las antiguas civilizaciones de América Central, desde los sabios olmecas hasta los enigmáticos mayas y los poderosos aztecas, quienes veneraron este preciado fruto a lo largo de los siglos y lo convirtieron en un símbolo de su riqueza cultural y espiritual.

Se dice que los olmecas fueron los primeros en desvelar los secretos del árbol del cacao, marcando el inicio de su domesticación con sabiduría ancestral. Con habilidad y devoción, transformaban los granos de cacao en una bebida amarga y espumosa reservada para ceremonias religiosas y rituales sagrados.

Los mayas perfeccionaron el cultivo del cacao y desarrollaron un proceso más sofisticado para su consumo. Los preciados granos de cacao se molían para después mezclarse con agua, chile, hierbas y miel de maguey, para crear un elixir destinado tanto a rituales religiosos como al disfrute diario de la élite maya.

El cacao era tan valioso para esta cultura prehispánica que se utilizaba como moneda e incluso hubo un dios asociado a este fruto sagrado: Ek’ Chuwah, el dios de la guerra y el benefactor de los mercaderes del cacao.

Al igual que en la cultura maya, el cacao era utilizado como moneda e incluso se ofrecía como tributo a los gobernantes. Sin embargo, para esta cultura prehispánica, este preciado fruto tenía un valor aún mayor, pues era considerado un regalo de los dioses, específicamente del dios Quetzalcóatl. De ahí que las bebidas hechas con estos granos sagrados fueran inmensamente valoradas como un remedio medicinal para diversos malestares, además de ser consumidas para deleite de nobles y sacerdotes.

Sin lugar a dudas, los aztecas heredaron y ampliaron la tradición del cacao, perfeccionando el arte de su preparación. Sabían que, para extraer el máximo esplendor de los sabores, la paciencia era tan esencial como el cuidado en cada paso del proceso. Según relatos de Sahagún y Gonzalo Fernández de Oviedo, la bebida de cacao debía reposar cuatro o cinco horas después de ser molida, y para alcanzar su punto ideal, se dejaba descansar desde la mañana hasta la noche, e incluso durante varios días.

La arrebatadora conquista del cacao

El encuentro entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo en el siglo XVI dio origen a la expansión global del cacao, llevando su esencia sagrada a todos los rincones del mundo. Cabe mencionar que la amargura de esta refrescante bebida no sedujo de inmediato a los paladares europeos, pero al añadir azúcar y otros ingredientes como almendras, canela, anís y pimienta negra, los españoles lo transformaron en un brebaje dulce y cálido, que pronto cautivaría el gusto refinado de la nobleza europea.

Con el paso del tiempo, el chocolate fue ganando relevancia y su influencia se hizo sentir en las costumbres de España y su Colonia. Sin embargo, su burbujeante popularidad no estuvo exenta de polémica, especialmente entre las autoridades eclesiásticas. La bebida, aunque no embriagante, adquirió la fama de generar una adicción sutil, de la cual sus adeptos no lograban desprenderse. Así, el chocolate, envuelto en un manto de misterio y controversia, fue condenado como un manjar prohibido. Monjas se abstenían de beberlo, mujeres sufrieron la excomunión por disfrutarlo en misa, e incluso la Inquisición recibió denuncias sobre sus usos indebidos.

La revolución chocolatera

La demanda por el chocolate creció tanto que llevó a la expansión del cultivo de cacao hacia Sudamérica y África, permitiendo que el chocolate llegara a toda Europa. Sin embargo, la verdadera transformación del chocolate ocurrió durante la Revolución Industrial, en los siglos XVIII y XIX. Nuevas tecnologías hicieron posible su producción en masa, y empresas como Fry and Sons, Cadbury, Nestlé y Hershey’s se convirtieron en líderes del mercado.

Hoy en día, aunque las grandes marcas siguen dominando, ha resurgido un interés por el chocolate artesanal y de origen único, con un enfoque en la trazabilidad y las técnicas de producción tradicionales.

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