Un municipio oaxaqueño mantiene vivo el proceso artesanal de un pigmento milenario y adelantado a su época. Los productores cuentan con un vistoso legado cultural, que sin embargo coexiste con retos complejos para salir adelante. Texto: Raúl J. Fontecilla
En el Istmo de Tehuantepec, el municipio de Santiago Niltepec se mantiene a la vanguardia como productor de un pigmento preciado por nacionales y extranjeros, el intenso azul añil. A la par, el paso de incontables años no hacen mella en otro tono de azul del sur mexicano, el brillante azul maya.
Con motivo de las fiestas patrias, Mochilazo en el Tiempo recuerda la centenaria trayectoria de dos colores que pueden presumir siglos de tradiciones mexicanas que perduran hasta la fecha, tanto en sus estados de origen como en el resto del país y más allá de nuestro continente.
En entrevista para EL UNIVERSAL, un niltepecano dedicado a la difusión cultural comparte, más allá del comercio o la fabricación, los recuerdos de los más viejos y las vivencias de los más jóvenes en torno al añil.
La oportunidad de recordar un tesoro mexicano
“Les esperamos con el corazón abierto y las manos teñidas de azul”, dice una publicación en la cuenta de Instagram de la Feria Cultural del Añil, que tendrá lugar este 28 y 29 de septiembre en Santiago Niltepec, Oaxaca.
Esa breve -pero entusiasta- invitación abre la puerta a descubrir un oficio que por siglos ha pintado de color índigo desde ropa y artesanías hasta casas y templos.
Paulino Toledo Mumenthey es un arquitecto de 24 años, quien desde la pandemia por COVID-19 en 2020 dedica parte de su tiempo a registrar y difundir el legado del pueblo en que nació.
Este 2024 se unió al comité organizador de la segunda Feria Cultural del Añil. Él y su comunidad ven este evento como una oportunidad para celebrar con locales y foráneos el valor cultural del producto que han trabajado por generaciones.
Por supuesto, también hay esperanzas puestas en que se impulse el comercio de este pigmento natural, que desde la Colonia se ha exportado incluso a Europa pero que, entre el auge de los tintes sintéticos y el sismo de 2017, perdió terreno en el mercado.
Lo que es más, de acuerdo con Toledo Mumenthey, es que aun en el Istmo y con su importancia cultural, Niltepec no es tan conocido, al grado de que su primera participación en la Guelaguetza fue recién en 2017.
Paulino, orgulloso niltepecano, ya ha aprovechado otras ocasiones para difundir la riqueza cultural detrás del añil. Desde 2022, ha participado en exposiciones y conversatorios en Chiapas y Oaxaca para visibilizar el producto que fabrican los artesanos de su pueblo.
A lo largo del diálogo con este joven oaxaqueño, se descubre que el añil no es sólo el pigmento intenso en presentación rocosa: también es la gama de azules que produce, es un oficio que lucha por salir a flote, es adelanto tecnológico y es elemento de leyendas prehispánicas.
Para algunos, es probable que lo más sorprendente sea saber que los mayas lograron nanotecnología con añil como ingrediente, y para otros quizá lo más interesante serán las vivencias que este color teje en las vidas de las personas.
En Niltepec recuerdan el origen mítico del añil
No es sorpresa descubrir que el mundo de posibilidades que el tinte ha dado lugar en cuanto a creencias, costumbres e historias, tan variopintas como las artesanías, murales y prendas que lo lucen.
Esa dimensión humana del añil es lo que mueve a jóvenes niltepecanos como Paulino Toledo. Para él, iniciativas como las exposiciones o recabar la tradición oral de su pueblo partieron de su niñez, rodeado de familiares y vecinos artesanos.
Comparte que recuerda muy bien cuando, de niño, su abuelo le contaba que en su juventud ayudaba a poner al sol las tejas en que se seca el añil, o que entonces el agua para llenar las pilas donde se fermenta la planta de la que viene, el jiquilite, se llenaban con cántaros que había que acarrear desde el río.
Del mismo modo, Paulino cuenta que en Niltepec pueden encontrarse pilas de agua que se construyeron hace 200 años, y que según la tradición oral, las más antiguas podrían tener cerca de 500.
No todas sobrevivieron intactas al paso del tiempo: tan sólo el en 2017, el terremoto fracturó varias pilas llenas de tinte en producción. Otras, más antiguas, se usaron como cimiento para construir casas y algunas quedan a la vista como vestigio de épocas pasadas.
En cualquier caso, gracias a ello se ha construido un ambiente que anima a chicos y grandes a emprender nuevas actividades, desde comerciales hasta culturales.
La curiosidad de conocer el por qué de la cultura que distingue a Niltepec llevaron a pobladores como Toledo Mumenthey y su vecino, el maestro Rodolfo Cruz, a indagar el pasado local con los vecinos de mayor edad.
En lo que respecta al añil, se dio a la tarea de plasmar por escrito la leyenda del origen del añil, con base en la narración de su abuelo, y que comparte con Mochilazo en el Tiempo:
“Después de que nuestros ancestros descendieran de las nubes en forma de aves para habitar la tierra, y una vez asentados en tierras fértiles junto a un caudaloso río; cuando recién fue domesticado el maíz y algunos animales, una gran hambruna azotó la región y nuestros pueblos ya no podían subsistir de manera independiente, por lo que decían que los dioses nos habían puesto a prueba.
“En ese momento, los más ancianos subieron a las más altas montañas para hablar con las deidades y suplicar para que calmaran su ira y permitieran a su pueblo vivir en armonía. Fue entonces cuando los dioses hicieron un regalo a aquellos hombres: “tomaron del cielo los pigmentos más hermosos y los depositaron en vasijas de barro, las cuales fueron bajadas hasta el asentamiento, y por el camino fueron regadas a lo largo de las montañas tomando una tonalidad azul”.
“Estos pigmentos se convirtieron en pequeñas semillas, las cuales al sembrarlas y siguiendo el consejo de los dioses dio como resultado un tinte azul, el cual empoderó al pueblo e hizo que muchos pueblos de otras regiones intercambiaran dicho pigmento por valiosos tesoros de la época”.
Así como este relato llega al plano de lo mítico, otras costumbres en torno al añil llevan a Paulino a mencionar que hay comunidades en las que al pigmento se le da la categoría de deidad.
En algunas poblaciones que trabajan con tinte niltepecano, nos narra, se dice que el añil es “celoso” o temperamental. Para teñir, entonces, toman medidas como ayunar, procurar la abstinencia sexual por una semana o eliminar fuentes de ruido en el lugar de trabajo.
Pedir permiso a la madre tierra, usar orín como ingrediente o evitar que haya “niños caprichosos” cerca al momento de teñir, también son prácticas en las que algunos pueblos indígenas confían para evitar que el añil se eche a perder durante el proceso artesanal, según ha averiguado el entrevistado.
Así fue como los mayas hicieron nanotecnología
Uno de los aspectos científicos esenciales de esta industria es la producción, que en pocas palabras, obra la maravilla de obtener piedras de color intenso a partir de plantas, agua, cuajo y una vigorosa mezcla a mano -que toma al menos seis horas con remos de madera sólida.
Es probable que la cumbre tecnológica del añil se encuentre en otro color muy preciado, el llamado azul maya. En entrevista para Mochilazo en el Tiempo, el profesor y difusor de la cultura prehispánica, Aryeh Domínguez Apac, comparte que el brillante tono de algunas artesanías y murales mayas es un ejemplo de nanotecnología mesoamericana.
Apunta que en Mesoamérica había dos materias primas para crear pigmentos azules, la planta jiquilite y la flor matlalxóchitl. El primero se usó en especial para murales o cerámica y el segundo para textiles; en cada caso, la fijación del tinte era la mejor.
La matlalxóchitl sólo requería fermentarse, mientras que el jiquilite se fermenta y más tarde pasa por un proceso de oxidación, en términos químicos.
Afirma que, desde una perspectiva contemporánea, el azul maya viene a ser una nanotecnología milenaria, debido a que “el pigmento índigo del añil se mezclaba con la arcilla palygorskita”, algo que se dice fácil pero tomó décadas entender.
La capacidad de este tinte para resistir el paso de siglos, como se aprecia en murales de Bonampak, Chiapas, fue un misterio que los científicos investigaron a lo largo del siglo XX.
De hecho, el mote de “azul maya” se lo dio de forma provisional Rutherford John Gettens (autor de una enciclopedia sobre materiales para pintar) en 1942 -aunque al final, sin querer bautizó un color.
En aquel entonces, llamó el interés descubrir que este tinte resiste por siglos al intenso clima tropical y a múltiples agentes corrosivos. Sería hasta finales de los años sesenta que la comunidad científica comenzó a despejar la incógnita.
Según explica el profesor Aryeh, “a nivel molecular, la palygorskita tiene una estructura cristalina, entonces esto ‘encapsulaba’ el tinte en la estructura de la arcilla y hacía que se volviera tan duradero, un tinte que persiste hasta nuestros tiempos”.
Domínguez Apac cierra con un dato contundente: aquellos murales y vasijas comenzaron a lucir el radiante azul maya entre los años 300 y 600 de nuestra era, o sea que llevan cerca de mil 500 años sin perder su color.
Los retos de mantener vivo el tradicional añil
A pesar de lo apantallante que resulte cualquier dato curioso o historia acerca del añil, Toledo Mumenthey opina que, si se le preguntara a la ciudadanía oaxaqueña por Santiago Niltepec, pocos sabrían de cuál de sus 570 municipios se trata.
“Me pregunté, ‘Si somos el único lugar en México que lo produce [el añil] de manera artesanal, ¿por qué no sobresalimos tanto?’”, expresa.
La pregunta que se hizo este joven niltepecano resulta crucial, porque el contexto social del municipio apunta a que sí hay cabos sueltos que podrían beneficiar a los productores del añil, en caso de resolverse.
Un punto importante surgió a raíz del sismo de septiembre de 2017. A las pérdidas en la producción, cuando las pilas de agua se fracturaron y los cultivos de jiquilite se estropearon, se sumaron los estragos al resto del pueblo.
De acuerdo con Paulino Toledo, un número considerable de casas tradicionales, algunas de las cuales lucían añil en su arquitectura, registraron daños severos por el movimiento telúrico y fue necesario reconstruir en su lugar casas modernas.
En su momento Miguel Ángel Osorio Chong aseguró, en su rol de secretario de Gobernación, que estaba en planes canalizar apoyos significativos a Niltepec. Sin embargo, a la fecha de esta edición, incluso el palacio municipal continúa en desuso por daño estructural; en su lugar, rentan casas como oficinas.
La opinión de nuestro entrevistado es que esto arrebató las oportunidades que tenía el municipio de registrarse como pueblo mágico, lo que podría haber apoyado el turismo.
Otra situación se presenta con los revendedores. Si bien se sabe que hay compradores desde México hasta Europa, no pocos productores de añil ven pasar meses sin vender algunos kilogramos del pigmento que producen entre mayo y septiembre de cada año.
Los que le sacan “ventaja” a lo anterior, son quienes ofrecen precio de mayoreo. El problema, dice Paulino, es que en estos casos los productores ganan menos por cada kilo de añil que el revendedor.
En el ámbito cultural, la comunidad lucha por salir adelante con iniciativas locales. En primer lugar, destaca que en la década de 1990, tras años sin producir añil, algunos pobladores retomaron la tradición al salir del municipio para comprar semillas de jiquilite.
Además de Santiago Niltepec, comunidades de Michoacán y de la República de El Salvador también producen este tinte, pero Paulino Toledo subraya que sólo en su pueblo el proceso sigue siendo por completo artesanal; esto sería otro punto a favor de los oaxaqueños.
Visibilizar tanto al pigmento como a este municipio es una misión que las nuevas generaciones asumen. Rogelio Cruz, amigo y vecino del entrevistado, ha expuesto productos teñidos en lugares como la antigua Residencia Oficial de Los Pinos y la ciudad de Los Ángeles, en California.
Por su parte, la Feria Cultural del Añil se organizó por primera vez en 2022, por propuesta de la artista capitalina Roxana Ángel, quien también labora como organizadora de eventos culturales.
Toledo Mumenthey comenta que el año pasado, la falta de recursos y apoyos dejó al 2023 sin la feria. Este mes, en cambio, la comunidad está lista para ofrecer una feria que llame la atención dentro y fuera de Oaxaca, ahora respaldada por el gobierno local.
Por supuesto que los niltepecanos, a decir de Paulino Toledo, tienen sus esperanzas puestas en que el gobierno federal se interese en aplicar estrategias que fortalezcan su trabajo.
Entre tanto, los productores del añil se preparan para dar lo mejor de sí en la Feria Cultural, que proyecta recorridos para conocer el proceso de producción, una tradicional calenda y hasta el certamen “Guardiana del Añil”, cuya ganadora será candidata a participar en Diosa Centéotl 2025, en la próxima Guelaguetza.
El ánimo se percibe alegre, perseverante. Paulino comenta “Lo que queremos es fiesta, pintar a Oaxaca de azul, pintar a México de azul”, al mismo tiempo que comparte su esperanza: “Que aparezcamos en el mapa y sepan que de las artesanías que compran con diferentes comunidades indígenas, su añil viene de Niltepec”.