Su gobierno está a punto de terminar y el saldo que deja en la materia es más de negros que de blancos: con Estados Unidos, una política basada en la presión del tema migratorio; con Europa, el alejamiento; la suspensión de relaciones con España. En América Latina dejó en claro que la no injerencia se aplica a conveniencia
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador está a punto de terminar y el saldo que deja en materia de política exterior es más de negros que de blancos: con Estados Unidos, una política basada en la presión del tema migratorio; con Europa, el alejamiento; la suspensión de relaciones con España, con Estados Unidos… En América Latina, López Obrador dejó en claro que la política de no injerencia aplica a conveniencia. Su apoyo es total a regímenes como el de Venezuela, Nicaragua o Cuba, pero pelea con Perú y rompe relaciones con Ecuador. A nivel económico, López Obrador no ha sumado un solo acuerdo más, tiene relaciones económicas estancadas.
Una política de confrontación para ganar puntos
En el sexenio que concluye la política exterior ha sido de confrontación, que es también una manera fácil y francamente barata de ganar puntos en México.
Pocas cosas más redituables, por ejemplo, que el antiamericanismo (entendido, aclaro, no como el muy justificable y necesario desprecio al equipo de futbol sino como el uso del repudio a Estados Unidos con fines políticos o culturales). Muchos políticos en nuestra historia han utilizado a los “pinches gringos” para ganar puntos.
Es muy fácil culpar a los americanos. Son un gran villano (en buena medida, porque en la historia latinoamericana sin duda hay tropiezos y problemas achacables a la política estadounidense).
Pero en la mayoría de los casos, por supuesto, echarle la culpa a los “pinches gringos” no tiene asidero en la realidad y es solamente una apuesta política.
Relación comercial México-EU, socavada
Después de seis años de presidencia de López Obrador, al menos en apariencia, la postura de México en cuestiones de comercio internacional sigue siendo esencialmente la misma que al final de la administración de Peña Nieto. No hay nuevos acuerdos de libre comercio, el comercio con Estados Unidos domina las cifras comerciales globales y la economía está orientada hacia un crecimiento impulsado por las exportaciones.
Pero cuando uno empieza a excavar debajo de las apariencias, surge una conclusión distinta. En el mejor de los casos, no ha habido progresos en la expansión de la agenda comercial y las pláticas sobre facilitación comercial con la larga lista de socios de México en el TLC (tratado de libre comercio) siguen estancadas. Es más, el hecho de que México sea ahora el socio comercial número uno de Estados Unidos refleja los problemas de la economía china y el creciente conflicto entre Estados Unidos y China, más que cualquier aumento de la competitividad subyacente de México. Estados Unidos realizó intercambios comerciales con México por valor de 798 mil 830 millones de dólares en 2023, cifra que sigue estando por debajo de los 817 mil 360 millones de dólares que Estados Unidos intercambió con China en 2018.
En el peor de los casos, podemos ver que ha habido una erosión de la infraestructura institucional fundacional que sustenta las cifras comerciales de México. La administración de AMLO enfrenta un número récord de disputas comerciales y de inversión, debido a su negativa a respetar los compromisos fiscales y regulatorios existentes. La reciente aprobación de la reforma judicial socava aún más esas garantías. Si bien es cierto que el TMEC entró en vigor durante el mandato de AMLO, incluso ahí vemos un compromiso más débil para proteger el comercio y la inversión debido a un debilitado mecanismo de solución de controversias.
Ahora que la Presidenta Sheinbaum se prepara para asumir el cargo, es de esperar que se centre en crear un entorno económico más competitivo para los productores nacionales y extranjeros en territorio mexicano, y que se comprometa con mayor entusiasmo con Estados Unidos y Canadá en la facilitación del comercio y una mayor integración de las economías de América del Norte en un momento en que el nacionalismo económico sigue aumentando en todo el mundo.
Un discurso para la audiencia interna
En principio, podríamos decir que México tradicionalmente ha buscado una política exterior que equilibre su cercanía con distintos polos de poder en el globo. Sin embargo, desde el final de la Guerra Fría y con la firma del TLCAN, nuestro país parecía alinearse más a Washington y su «nuevo orden mundial». Claramente, AMLO buscó, si no revertir, cuando menos poner pausa a esa tendencia.
En la realidad, México trabajó de cerca con EU, a veces más cerca de lo que aparenta, logrando áreas de colaboración tanto con Trump como con Biden.
En el discurso, sin embargo, prevaleció primero la idea de que «la mejor política exterior es la interna» (notable en la poca prioridad que se dio, no a todos pero sí a muchos de los temas globales), y una especie de cercanía con las fuerzas de izquierda en América Latina, y con polos de poder que compiten o rivalizan con EU como China y Rusia.
Es verdad que México eligió acercarse a China o Rusia en ciertos momentos, o que frecuentemente escuchamos declaraciones que causaban disgusto en Washington. Pero también hay que considerar que AMLO constantemente le habla a una audiencia interna con un discurso que parece coherente entre sus políticas en México y los acontecimientos internacionales. Mientras ese discurso tiene lugar, en el mundo material México se convirtió en el primer exportador de EU.
Así que la preocupación mayor (que es a la vez el reto de Claudia Sheinbaum) debería estar no tanto en acercarse o alejarse de los polos, sino en comprender el rol que nuestro país debe jugar como agente más activo en la esfera global, y sí, también comprender cómo trabajar con quien sea que ocupe la Casa Blanca desde 2025.
El impacto de las “suspensiones” diplomáticas de AMLO
En los últimos años de este sexenio, México ha experimentado un torbellino en su Política Exterior, alejándose de su tradicional papel como mediador y conciliador en el continente, al igual que en los foros internacionales (en los que incluso ha dejado de asistir).
Desde el inicio de su mandato, el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha priorizado la cercanía con países afines a su ideología política, como Rusia y China, relegando relaciones más importantes con socios estratégicos como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
Aunque algunas “suspensiones” de relaciones diplomáticas tienen completa justificación, como el incidente con Ecuador o la declaración de AMLO como persona non grata en Perú, otras han sido a capricho.
La falta de aceptación estadounidense y canadiense a las propuestas de la Reforma al Poder Judicial; así como la innecesaria confrontación con el Rey de España, pidiéndole reiteradamente que ofrezca una disculpa por la conquista, son ejemplos claros de una gestión diplomática que ha debilitado la posición histórica de México en el ámbito internacional.
La próxima toma de protesta de Claudia Sheinbaum marca un cambio en la política exterior de México, evidenciado por la ausencia de importantes Jefes de Estado y de Gobierno no afines a la herencia de AMLO con amistad de «gobiernos de izquierda», lo que podría reconfigurar alianzas y limitar la influencia de México en la escena internacional en el futuro gobierno.
X: @andie_nr
Discursos a modo: la diplomacia pasiva ante regímenes autoritarios
En un mundo donde los discursos políticos y diplomáticos definen posturas internacionales, es importante reflexionar sobre las consecuencias del silencio ante regímenes autoritarios. Mientras algunos gobiernos prefieren no intervenir en asuntos externos, esta actitud puede confundirse fácilmente con una forma de complicidad. Tal es el caso cuando se prioriza la ideología sobre el bienestar del pueblo, y se utilizan discursos para legitimar abusos bajo el pretexto de la defensa de los más vulnerables.
Por supuesto que también es un mecanismo de defensa utilizado para que otros países no interfieran cuando alguna reforma amenaza la estabilidad de un país como en el caso de la Reforma Judicial.
Uno de los ejemplos más claros es cómo se han manejado las relaciones diplomáticas con regímenes en América Latina, como los de Venezuela y Nicaragua, liderados por Nicolás Maduro y Daniel Ortega, respectivamente. En lugar de condenar las violaciones a los derechos humanos, los discursos oficiales se han enfocado en promover la reconciliación y el diálogo, conceptos que, en la práctica, resultan imposibles en naciones donde la libertad de expresión y el disenso no tienen cabida. Incluso, a pesar de los insultos directos al exembajador mexicano Gustavo Cabrera por parte de Ortega, México no solo mantuvo sus relaciones diplomáticas, sino que ratificó una serie de 8 proyectos de cooperación tecnológica y económica con Nicaragua.
La situación con Cuba no es muy distinta. Lejos de denunciar las prácticas represivas del gobierno cubano, el presidente Miguel Díaz-Canel ha sido galardonado con la Orden del Águila Azteca, el máximo reconocimiento que México otorga a líderes extranjeros. Esta cercanía con regímenes autoritarios, sumada a la ausencia de México en foros internacionales clave, como la Cumbre de las Américas en 2022, subraya una peligrosa tendencia de pasividad y alejamiento de las causas democráticas en la región.
Históricamente, México ha sido un referente en la defensa de los derechos humanos y las democracias en América Latina, como lo fue durante la época del Grupo de Lima y su liderazgo al señalar las violaciones del régimen en contra le población y la carencia de procesos democráticos libres de elección presidencial.
No obstante, bajo el actual discurso de tolerancia y no intervención, esa posición firme se ha diluido, dejando un vacío en la defensa de los derechos humanos. La Doctrina Estrada, antes un emblema de soberanía, hoy se utiliza para justificar la inacción y la pasividad ante flagrantes violaciones a los derechos humanos en el continente.
La política exterior de México se enfrenta al desafío de recuperar su voz y su firmeza en la defensa de la democracia y los derechos humanos, evitando que los discursos a modo se conviertan en cómplices de la injusticia.
@deni_adg
Herencia al Exterior: próximos retos bilaterales para Sheinbaum
El 1º de octubre, Claudia Sheinbaum asumirá la presidencia de la república mexicana. Sin embargo, López Obrador continuará ejerciendo su influencia, conservando poder en la toma de decisiones legislativas y políticas. Como se ha observado en los últimos meses, los cambios propuestos a la constitución – principalmente la reforma judicial – han tenido un impacto político, económico y en la relación bilateral con Estados Unidos. Este último trasciende al marco regional del T-MEC.
La política exterior no ha sido una prioridad para el obradorato. Heredará un país con menor participación internacional cuyo enfoque ha sido el dinamismo regional. Sin embargo, tampoco ha asumido un liderazgo latinoamericano. A la par, la relación bilateral se ha visto deteriorada por la toma de decisiones domésticas que atentan en contra de los intereses de competencia económica del T-MEC. Está también se ha visto deteriorada desde la aprensión unilateral de Ismael “El Mayo” Zambada.
Últimamente, Sheinbaum heredará muchos retos en el exterior. Entre ellos la tarea de mejorar la relación con el mayor socio comercial. A su fortuna, le tocará arrancar casi a la par del cambio presidencial en EE. UU., por lo que deberá enfatizar que su gobierno respetará el T-MEC en antesala a su ratificación en 2026. No obstante, todo apunta a que la política exterior seguirá la misma línea trazada por López Obrador; alineándose con una ola de populismos que rechazan la globalización. De tal forma, el siguiente gobierno priorizará la relación con países ideológicamente afines sobre los intereses de integración económica con EE. UU. y Canadá. Alinearse con estos perfiles reducirá el atractivo para atraer nueva inversión extranjera directa y potencialmente reducirá la re localización de cadenas de suministro.
Lecciones diplomáticas de México: equilibrio entre principios y pragmatismo
La política exterior de México en los últimos años ha enfrentado retos trascendentales, marcados por tensiones diplomáticas con naciones hermanas como Perú y Ecuador. A pesar de estos desafíos, es posible extraer lecciones importantes sobre el papel de México en la escena internacional y el equilibrio necesario entre principios y pragmatismo.
Tal como es el caso de la fricción en las relaciones diplomáticas con Perú, motivado por la destitución de Pedro Castillo, puso de manifiesto la prioridad de México en defender la autodeterminación de los pueblos y los principios democráticos. No obstante, esta postura también abrió un debate sobre los límites del activismo diplomático y los riesgos de involucrarse en los asuntos internos de otras naciones. La lección aquí es clara: la diplomacia debe ser firme, pero también prudente, reconociendo la importancia de los canales de diálogo, incluso en tiempos de crisis.
Del mismo modo, el incidente en la embajada de México en Ecuador, tras la asunción de Guillermo Lasso, fue un momento crítico que demostró la capacidad del país para responder con rapidez y respeto al derecho internacional. México exigió el respeto a su soberanía y protegió a su personal diplomático, recordando la importancia de las normas internacionales. Sin embargo, este episodio también subraya la necesidad de fortalecer la comunicación y la cooperación en la región, evitando que las tensiones escalen a niveles que pongan en riesgo las relaciones bilaterales.
Ahora bien, a nivel regional, México ha continuado promoviendo el diálogo a través de foros como la CELAC, en un intento por mantener la estabilidad y cooperación en América Latina. Este esfuerzo ha sido fundamental en tiempos de cambios políticos y sociales en la región, pero también es un recordatorio de que las alianzas deben ser gestionadas con equilibrio, respetando la soberanía de cada nación.
En retrospectiva, la política exterior de México en estos años recientes ofrece una lección importante: la diplomacia debe ser una herramienta flexible, capaz de defender principios sin cerrar la puerta a las negociaciones. El reto para el futuro será encontrar un punto medio entre la defensa de los valores históricos de México y la necesidad de adaptarse a un mundo cambiante y, a veces, impredecible.
X @Chenne_tw