La LXVI Legislatura, que inició ayer sus trabajos, tiene una supermayoría de la coalición de López Obrador. Por tanto, pueden modificar lo que gusten del marco jurídico que tenemos.
Inicia septiembre, mes de levantamientos, tormentas y terremotos. Por eso, por los levantamientos, es mes de la patria. Celebramos la Independencia, la defensa de los Niños Héroes, y otras cosas que se nos olvidan. En el país agrícola que era México en el siglo XIX, el fin del verano, el mes de las grandes lluvias, era propicio al sacrificio.
Para no perder la costumbre, ahora atestiguamos el sacrificio formal de la República a manos de un líder populista, demagogo, absolutamente enfermo de poder que, con base en mentiras, chicanadas, abuso de poder, saqueo de recursos públicos, ha logrado engañar a millones de votantes, para que lo acompañaran en esta aventura.
No lo ha hecho solo, ha contado con la complicidad y apoyo de muchos, pero también con la anuencia, desidia o indolencia de otros tantos. Esto es cierto en el ámbito político, pero también en el económico, intelectual, mediático. Y, como se sabe, peca tanto el que mata como el que agarra la pata. Tenemos el gobierno que merecemos, sea por la razón que sea.
La LXVI Legislatura, que inició ayer sus trabajos, tiene una supermayoría de la coalición de López Obrador. Por tanto, pueden modificar lo que gusten del marco jurídico que tenemos. Pueden cambiar las reglas sobre las que funciona el sector energético, o el minero; pueden eliminar los instrumentos de equilibrio en la supervisión de mercados; pueden destruir al Poder Judicial completo. Considerando su historial, es de esperarse que todo lo que hagan tendrá elevados costos para el país, pero les ayudará a consolidar su poder. En eso es en lo único que piensa el Jefe Máximo, a escasos 30 días de retirarse.
Las preguntas que tenemos hoy, creo, son las siguientes: ¿de qué tamaño serán los costos de las decisiones, y cuándo se empiezan a pagar?, ¿esa coalición es de López Obrador, o del presidente (es decir, de la presidenta a partir del 1 de octubre)?
En el caso de la primera, hay costos muy evidentes. Desaparecer los organismos autónomos hace imposible nuestra permanencia en el T-MEC. No sabemos cuándo ni cómo nuestros socios van a decidir modificar su relación con nosotros, y por tanto no tenemos una idea clara del tamaño del golpe, que puede ir de severo a devastador. Tal vez en Estados Unidos opten por esperar a su elección antes de tomar una decisión, tal vez incluso prefieran esperar a la revisión ya acordada en 2026.
La pérdida de autonomía del Poder Judicial implicará pérdida de confianza en México, y para nosotros significará una mucha mayor incertidumbre en algo que nunca hemos podido manejar bien: las reglas comunes. Aquí el costo depende mucho de cómo exactamente se proceda a la destrucción, pero también el efecto va de severo a devastador.
Si los costos pueden imaginarse, y con ello la respuesta a la primera pregunta, de la segunda no tenemos idea. Todo indica que el poder está concentrado en López Obrador, y no en la Presidencia como institución. Si es así, dentro de un mes nada más habrá una oficialía de partes en Palacio. Pero si el peso de la tradición presidencial, la fuerza del aparato administrativo, las razones del Presupuesto, llegan a octubre, entonces la segunda pregunta se convierte en algo distinto: ¿puede esa coalición sobrevivir a dos jefes?, ¿cómo será el enfrentamiento? Si, como yo pienso, Morena no es sino una coalición caótica y lumpen, la probabilidad de que sobrevivan no es elevada.
De forma que llegamos a una nueva interrogante: a pesar del carácter hegemónico actual, ¿es posible imaginar estabilidad en los próximos 12 o 18 meses? Estoy seguro de que ésta es la pregunta que tienen hoy las agencias calificadoras y los mercados financieros. Esté atento a las respuestas. (El financiero)