El fin de sexenio de AMLO y el inicio del de Claudia Sheinbaum, pisamos terreno minado.
Más de una semana de terror en Sinaloa, las bandas se enfrentan y el comandante militar, impasible, declara que habrá paz cuando suspendan sus combates.
En Chiapas regiones enteras viven bajo el dominio de las bandas. Algo nunca visto, centenares o quizá miles de mexicanos huyen hacia Guatemala.
En Michoacán los limoneros y las autodefensas señalan al gobernador como jefe de las bandas criminales.
En Villahermosa hay una ola de asaltos, incendios y robos. En Tecate incendian el carro del alcalde saliente, frente a su casa.
Chalco sufre inundaciones de aguas negras, la ineptitud de los tres niveles de gobierno es impresionante. No solamente ahí, las inundaciones abundan por todo el país.
El Presidente acusa a los conservadores, a los medios de manipulación, a los intelectuales opositores de promover el amarillismo, conjurados en su contra.
Ante los familiares de los 43 de Ayotzinapa, la misma tonada: los organismos de derechos humanos, los defensores y, por supuesto, los propios padres de familia, actúan contra el gobierno de la Cuarta Transformación. Engañó a todos.
El Presidente tiene otros datos, para él todo es producto de la ira de los poderosos, están, dice, muy enojados, por los privilegios que perdieron. Lo dice sin rubor alguno, dado que al mismo tiempo presume que los grandes capitales incrementaron sus ganancias como nunca.
«Misión cumplida, la cuarta transformación acabó con el neoliberalismo, el desempleo, redujo la pobreza, por eso nos combaten», repite como tarabilla el Presidente y, hasta ahora, le hace coro la Presidenta electa Claudia Sheinbaum.
Sin haber realizado ninguna reforma social, para crear empleo, sino todo lo contrario. Se opuso a realizar una reforma fiscal para gravar las inmensas ganancias de los capitales, al mismo tiempo que realizó un adelgazamiento de los empleos de cientos de miles de trabajadores del estado, de ingresos bajos. Recortó millones en el sistema público de salud, demolió el seguro popular, durante la pandemia se aferró a tomar medidas mínimas, provocando la muerte de casi un millón de personas, las familias con niños enfermos de cáncer vivieron un infierno.
Los aparatos de control de los trabajadores del charrismo de todo tipo, no sufrieron el menor cambio y siguen sometiéndolos. Ni siquiera les dieron una manita de gato, siguen los mismos charros con más de cuarenta años, medrando con las cuotas de los afiliados a fuerza a sus “sindicatos”.
La llamada reforma laboral fue pura y simple tomada de pelo.
En el medio rural la violencia contra las comunidades de los pueblos indios, los campesinos, los ambientalistas, defensores de la tierra, ha llegado a niveles superiores a los de la era “neoliberal”.
AMLO inició su gobierno creando la Guardia Nacional y lo termina poniéndola bajo el mando de la Secretaría de la Defensa Nacional. La militarización es una triste realidad, casi diariamente hay atropellos de las fuerzas armadas contra la gente. Las masacres no se acabaron, las “ejecuciones extrajudiciales” son pan de todos los días.
AMLO les otorgó a los militares funciones totalmente ajenas a lo definido en la Constitución y las leyes. Será casi imposible para la presidenta Claudia Sheinbaum regresarlos a sus cuarteles.
La corrupción está en su apogeo: 80% de contratos dados sin concurso, sin licitación a los parientes del Presidente, sus empresarios preferidos, además nunca se procedió a investigar, mucho menos a sancionar a los que amasaron fortunas ofensivas para un país con niveles de pobreza y desigualdad, situados entre los mayores del planeta.
La magia del presidente AMLO tiene seducida a una buena parte de la sociedad. Su prestigio tuvo un gran triunfo el 2 de junio, Claudia Sheinbaum obtuvo 60% de los votos. No les bastó: se agandallaron el 75% de los diputados y compraron senadores o los chantajearon para aprobar las reformas del Plan C, otorgadas como regalo al caudillo.
El terreno minado, ¿podrá ser sorteado por la presidenta Claudia Sheinbaum?
(El Universal)
