El mosaico, de casi dos metros de altura, fue realizado por el reconocido artista coreano Sim Soon Hwa y moldeado en los famosos talleres de mármol de Carrara, Italia. Su instalación en los Jardines del Vaticano no es solo un honor significativo, sino también un recordatorio de la profunda conexión entre el Vaticano y Corea
(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano).- En un poderoso gesto de unidad y esperanza, la comunidad católica coreana ha presentado un nuevo mosaico de la Virgen María, que simboliza su constante súplica por la paz en todo el mundo. El mosaico, titulado “Nuestra Señora de la Paz de Corea”, fue bendecido en los jardines del Vaticano el 20 de septiembre, una fecha que tiene un profundo significado ya que la Iglesia conmemora el martirio de San Andrés Kim Tae-gon, el primer sacerdote de Corea, y sus compañeros mártires. La instalación sirve como un homenaje a estos mártires y un llamado a la reconciliación en el turbulento mundo de hoy.
A la ceremonia de bendición asistieron miembros de alto rango del Vaticano, entre ellos el cardenal Fernando Vérgez Alzaga, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, y el cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero. También estuvieron presentes varios obispos, sacerdotes, líderes religiosos y laicos coreanos, lo que marcó un momento de profunda unidad, ya que los obispos del país estaban en Roma para su visita “ad limina”, una tradición en la que los obispos informan sobre el estado de sus diócesis al Papa. Diplomáticos de la Embajada de Corea ante la Santa Sede se unieron a las oraciones, enfatizando la naturaleza global de este llamado a la paz.
Las imágenes del mosaico son ricas en simbolismo. La Virgen María, vestida con un “hanbok” coreano tradicional, se erige como una figura de cuidado maternal y protección divina. Su blusa roja representa la maternidad divina, mientras que su falda turquesa refleja la paz. Ella acuna al Niño Jesús, que está vestido con un atuendo colorido, que simboliza la juventud de Corea, y sostiene un globo terráqueo en su mano, lo que significa su dominio sobre el mundo. La Virgen también agarra un rosario y se yergue triunfante sobre una serpiente, lo que simboliza su victoria sobre el mal. En la imagen superior, el Espíritu Santo en forma de paloma lleva una rama de olivo, subrayando la súplica siempre urgente por la paz en regiones afectadas por conflictos, como Ucrania, Oriente Medio y la península de Corea.
El mosaico, de casi dos metros de altura, fue realizado por el reconocido artista coreano Sim Soon Hwa y moldeado en los famosos talleres de mármol de Carrara, Italia. Su instalación en los Jardines del Vaticano no es solo un honor significativo, sino también un recordatorio de la profunda conexión entre el Vaticano y Corea, una nación donde la fe católica ha echado raíces a pesar de siglos de persecución.
Durante su discurso, el cardenal Vérgez Alzaga subrayó la historia única de la Iglesia católica coreana, recordando a los asistentes las palabras del papa Francisco sobre san Andrés Kim Tae-gon: “Su vida fue y sigue siendo un poderoso testimonio del fervor del Evangelio”. El cardenal destacó el papel único que desempeñaron los laicos en la evangelización de Corea, un legado inusual en la Iglesia mundial. Durante casi un siglo después de que el cristianismo llegara por primera vez a Corea, fueron los laicos, no el clero, quienes mantuvieron viva la fe, a menudo con gran riesgo personal. Este legado de coraje y dedicación sigue definiendo a la Iglesia coreana.
El papel de la Virgen María siempre ha sido central para los fieles coreanos. La fiesta de la Asunción, el 15 de agosto, tiene un significado especial, ya que coincide con el aniversario de la liberación de Corea del dominio japonés al final de la Segunda Guerra Mundial. Durante décadas, los católicos coreanos han visto la liberación de su país como un regalo de María, y su intercesión sigue siendo buscada en oraciones por la reunificación pacífica de la dividida península de Corea.
Este nuevo mosaico, ubicado en los tranquilos Jardines del Vaticano, no lejos de la Basílica de San Pedro, ahora se erige como un recordatorio permanente de la constante súplica de paz de Corea. Invita a los peregrinos y visitantes por igual a detenerse, reflexionar y ofrecer una oración no solo por Corea sino por todas las naciones que necesitan reconciliación y unidad. Mientras el mundo enfrenta desafíos persistentes de guerra y división, el mosaico de “Nuestra Señora de la Paz de Corea” simboliza una esperanza universal: que a través de la fe, la oración y la intercesión de la Santísima Virgen María, la paz pueda algún día prevalecer en todo el mundo.