P. Jaime Emilio González Magaña, S. I. // Él nos amó

El pasado jueves 24 de octubre se publicó la cuarta Encíclica del pontificado del Papa Francisco, en uno de los momentos más dramáticos, no sólo para la humanidad sino concretamente en nuestro país en donde la espiral de violencia cruel e impunidad parecen no tener fin. El mundo está envuelto nuevamente en guerras sangrientas que se complican cada vez más ante la ambición de gobiernos que quieren imponer su poder a costa de lo que sea. Los desequilibrios sociales y económicos, el consumismo desenfrenado, las nuevas tecnologías y, en particular, la “inteligencia artificial”, corren el riesgo de desvirtuar la esencia misma del hombre y marcan la era moderna reforzando los nocivos efectos de la sociedad líquida en que vivimos.  Con el documento sobre el Amor Humano y Divino del Corazón de Jesucristo titulado “Él nos amó” (Dilexit nos), el Pontífice pide cambiar nuestra perspectiva de vida y con una nueva mirada y objetivos más humanos, recuperar lo más importante y necesario que es el corazón.

La Encíclica está dedicada íntegramente al culto del Sagrado Corazón de Jesús y expresa el deseo del Papa de que meditemos sobre los aspectos «del amor del Señor que pueden iluminar el camino de la renovación eclesial; pero también que digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón». El documento -en palabras de Francisco-, recoge «las preciosas reflexiones de los textos magisteriales anteriores y de una larga historia que se remonta a las Sagradas Escrituras, para volver a proponer hoy, a toda la Iglesia, este culto lleno de belleza espiritual». La Encíclica se publica mientras se llevan a cabo las celebraciones por el 350 aniversario de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, en 1673. Hace tres siglos y medio, el 27 de diciembre, Jesús se apareció a la monja de 26 años de la Orden de la Visitación, para confiarle la misión decisiva de difundir el amor de Jesús por los hombres, especialmente por los pecadores, en todo el mundo.

Las apariciones en el convento de Paray-le-Monial, en Borgoña, continuaron durante 17 años con el Corazón de Jesús manifestándose en un trono de llamas rodeado por una corona de espinas, símbolo de las heridas infligidas por los pecados de los hombres. Santa Margarita María de Alacoque tuvo la gracia de recibir una serie de revelaciones y promesas por parte de Nuestro Señor Jesucristo, vinculadas a la devoción a su Sagrado Corazón, tan ultrajado y olvidado por nuestro pecado. El Señor pidió que el viernes después del Corpus Christi se dedicara a la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. No fue una misión fácil pues Margarita se enfrentó con la incomprensión de sus hermanas y superioras quienes la consideraron como una loca visionaria. Con la ayuda del jesuita San Claudio de la Colombiere -su director espiritual-, nunca se desanimó y dedicó toda su vida para que el mundo conociera el amor de Cristo. Nosotros tenemos que continuar esa importante y noble misión en nuestros días tan llenos de odio, rivalidades y envidias.

Era el año de 1688 cuando el Señor expresó con claridad su mensaje, de lo que podemos destacar la promesa que le hizo a Margarita por lo que se refiere a la práctica de los primeros viernes. Así nos lo comunicó el Papa Benedicto XV en la Bula de Canonización de Santa Margarita, en 1920: «Te prometo, en una efusión misericordiosa de mi Corazón, que el omnipotente amor de mi Corazón concederá el beneficio de la perseverancia final a los que, por nueve meses seguidos, se acerquen a la Sagrada Mesa los primeros viernes de cada mes: No morirán en mi desgracia ni sin recibir los Santos Sacramentos; y, en aquellos últimos momentos, mi Corazón les será asilo seguro». La fiesta del Sagrado Corazón nació a las puertas de la Ilustración y, como escribió Enrico Cattaneo, en “La Civiltà Cattolica”, «la espiritualidad del Corazón de Cristo era un baluarte contra la mentalidad racionalista difundida, que alimentaba la cultura atea y anticlerical».

En torno a esta devoción surgió un acalorado debate, incluso dentro de la misma Iglesia, hasta que, en 1856, el Papa Pío IX decidió que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús debía extenderse a toda la Iglesia. El Papa Pío XII publicó la Encíclica Haurietis aquas en 1956, en un momento en que la devoción al Corazón de Jesús estaba experimentando una crisis. El Papa Pacelli quería reavivar el culto e invitar a la Iglesia a comprender y poner en práctica mejor las diversas formas de devoción, de «máxima utilidad» para las necesidades de la Iglesia, pero también de «bandera de salvación» para el mundo contemporáneo. Desde 2002, la solemnidad es también un día especial de oración por la santificación de los sacerdotes y, en 2009, la fiesta marcó el inicio de un «Año Sacerdotal».​

De la promesa hecha a Santa Margarita María podemos estar seguros de lo siguiente: 1. El Señor nos concederá la perseverancia final, es decir, una verdadera gracia que hemos de alcanzar por la oración, por el hecho de reconocer, mes a mes, que necesitamos de su amor para no caer, para no hacer daño, para confiar solamente en Él. Por eso, precisamente, es necesario que estemos en unión con Dios. De ahí la necesidad de comulgar los primeros nueve viernes de cada mes. El Corazón de Jesús no nos promete la salvación como algo mágico o supersticioso, sino por la única y sola seguridad de que Dios, el Señor, viene a nosotros por la amistad que le hemos mostrado y porque hemos sido congruentes manifestando esa relación en las obras. La certeza de llegar a Dios se da por la libre voluntad y misericordia de Dios, un verdadero y “gran don”, como lo llama el Concilio de Trento. 2. Por puro amor, el Corazón traspasado de Cristo nos asegura nada menos que esta gracia, es decir, que podamos hacer frente a la muerte -el único momento que jamás podremos evitar-, en estado de amistad con Dios y con ello tener plena confianza de vivir la eterna salvación.

Domingo 3 de noviembre de 2024

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JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

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