Si han leído en su infancia-adolescencia la gran novela de Rudyard Kipling, Kim, recordarán la expresión el Gran Juego, que designa la lucha entre dos imperios, el ruso y el británico por el control de Afganistán, zona estratégica entre Asia central y las Indias. Hoy, un nuevo Gran Juego se da en el Oriente Medio, con implicaciones mundiales, como el Gran Juego de la segunda mitad del siglo XIX. El pequeño Israel es presentemente el actor más visible mientras que Irán es apenas más discreto; pero Occidente, le guste o no, apoya a Israel en sus excesos, frente a la coalición Rusia, Corea del Norte, Irán y China.
Lo que permite hablar de “Gran Juego” es que Israel parece decidido a realizar un regime change en toda la región. Hasta hace poco, eso no era muy visible, pero ahora que abrió siete frentes, no se puede negar la evidencia. Decían que Israel, al no tener plan político, sólo sabía hacer la guerra; falso: la tragedia del 7 de octubre 2023 lo llevó a imaginar un cambio total del equilibrio político regional. Los siete frentes, del más cercano al más lejano, son Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Yemen y, finalmente, Irán. Irán es la meta última, los otros seis blancos siendo todos instrumentados por Teherán.
¿Por qué Irán? El régimen de los ayatolas se alió a Rusia, China y Corea del Norte, no sólo para sobrevivir, sino para asegurar su hegemonía shiita en la región y derrotar a su gran adversario Arabia Saudita sunnita. Hamas en Gaza y Cisjordania, Hezbollah en Líbano, Bashar el Asad en Siria, el gobierno shiita en Bagdad, los hutíes en Yemen son los instrumentos de Irán. Contra Irán, los Estados sunnitas, empezando por Arabia, son los aliados de los Estados Unidos y también de Israel. Fue precisamente para torpedear el inminente establecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia e Israel que Teherán autorizó a Hamas la operación Octubre-7.
Israel tiene una política y usa de la guerra, según la tesis de Clausewitz, como prolongación de esa política: cambiar todos los regímenes políticos de la región, eliminando a los aliados de Teherán. Por lo tanto, no se puede descartar la eliminación física, el asesinato, del Asad y del gran ayatola Khamenei (que se ha vuelto invisible). ¿Cuál es el lugar asignado para los palestinos en ese Gran Juego? Ninguno, temo yo. Israel podría realizar su sueño de un Gran Israel del río Jordán al Mar. Ocupar Gaza después de expulsar a la mayoría de sus habitantes; terminar de ocupar Cisjordania donde se encuentran ya 500,000 colonos: podrían quedarse los que acepten ser sujetos a Israel, los otros irían a Jordania, donde el 70 por ciento de la población es de origen palestino. Los Estados árabes que no han defendido nunca a los palestinos, que no han hecho nada por Gaza desde el 8 de octubre, aceptarían tranquilamente esa solución final.
Palestinos y libaneses ya están pagando el pato; 43,000 muertos en Gaza reducido a escombros; 1,500,000 desplazados en un Líbano que tardará veinte años en reconstruirse. ¿Escandaloso? Claro, pero el cínico evoca el precedente de 1945 cuando 12,500,000 alemanes fueron expulsados de Prusia oriental y de Checoslovaquia, para no volver nunca; cuando Stalin, después de Hitler, dibujó un nuevo mapa político y étnico de Europa, desplazando, además de los alemanes, a polacos, bielorrusos, ucranianos, baltos, chechenos, tártaros de Crimea, etc. Benjamín Netanyahu pasará a la historia como buen alumno del terrible simplificador que fue Stalin.
¿Podría Irán derrotar a Israel (y sus aliados confesos e inconfesos)? No tiene los medios, ni las ganas de una gran confrontación. Sabe que sus alianzas alternativas con Moscú y Pekín no son suficientes y no existe la confianza mutua. Hasta ahora, Washington ha frenado a Israel, le ha impedido atacar las instalaciones petroleras y nucleares iraníes y, se vale suponer, asesinar al gran ayatola. Ali Khamenei sabe demasiado bien que la caída de su régimen sería bien recibido en Arabia Saudita y… en Irán.
Historiador en el CIDE