Pecador salvado por el amor del Señor

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

Con gran alegría, hemos descubierto que, en la Encíclica Dilexit nos, el Papa Francisco retoma algunos puntos fundamentales de la espiritualidad ignaciana a la que ha sido siempre fiel y que nos ha transmitido a lo largo de su pontificado. Inmersos en una “sociedad líquida”, llena de ruidos y frivolidades y en la que se trata de destruir nuestros valores; en una sociedad que nos estamos acostumbrando cada vez más a vivir la “normalidad” de conflictos violentos y la insensibilidad, dominada por la medida “inteligente” de la existencia, Francisco nos invita a redescubrir “el centro unificador que da sentido a lo que vivimos, el corazón” y, sobre todo, a sentirnos amados por Dios. Muchos critican al Santo Padre, pero, cuando lo conocemos de cerca, podemos decir que de lo que jamás se le podrá censurar es de no vivir su misión con una clara y profunda congruencia entre lo que significa y el modo como la vive pues es consciente que viene de Dios. Como jesuita, se ha reconocido siempre como un “pecador salvado por el amor del Señor”, como “pecador y, sin embargo, llamado”.

En la encíclica Dilexit nos invita a redescubrir la misericordia de Dios, y a entender cómo Él «nos habla ‘a través de nuestras emociones interiores’». Estamos ante un documento que fácilmente se puede identificar como una expresión de su espiritualidad y, como algunos expertos han dicho, como “la clave de lectura de todo el pontificado”. No es la primera vez que el Papa pide al mundo, “que está perdiendo el corazón” y toda sensibilidad humana, que recupere los valores fundamentales.  No es nuevo que Francisco nos invite a recordar que Cristo es nuestro Principio y Fundamento de modo tal que sepamos estar libres antes las decisiones que tomamos diariamente y que nuestra vida cristiana discierna entre Dios, nuestro único Absoluto, y tantas cosas relativas que hemos absolutizado como el dinero, el poder, la imagen, la corrupción, la mentira, la violencia y la impunidad, la infidelidad en nuestra vocación personal y la mediocridad en la forma en que la vivimos.

            En cierto modo, podemos decir que, ciertamente, la Encíclica es una clave de lectura de todo el pontificado, porque es una expresión fiel del talante espiritual de Francisco. No olvidemos que una etapa muy importante de su pontificado fue el Año de la Misericordia, es decir, del corazón que se hace cercano, prójimo, que ama profundamente. No es extraño, pues, que los sentimientos, las “emociones interiores” -como decía San Ignacio-, están también en el corazón del gobierno de Francisco. El discernimiento al que continuamente nos remite el Papa consiste es tratar de entender cómo nos habla el Señor a través de las emociones interiores que se dirigen claramente a los afectos, al corazón. Así que, sin duda, esta Encíclica, como también la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, son una expresión de la espiritualidad de Francisco y arrojan luz para comprender todo su pontificado.

            El Santo Padre cree firmemente en que Dios es misericordia y, sin ella, no puede haber conversión. Por eso, cuando, en la bula Misericordiae Vultus publicada el 11 de abril de 2015, convocó el Jubileo, manifestó: «… he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que se inicia con una conversión espiritual. Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la misericordia de Dios. Será un año santo de la Misericordia, lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: ‘Seamos misericordiosos como el Padre’. (…) Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo. Lo confiamos a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino».

            Ahora, cuandola sociedad está perdiendo el corazón, entrar en el corazón de Cristo, nos permite sentirnos amados por un corazón humano lleno de afectos y de sentimientos y nos invita a reconocer y ordenar los nuestros. Esta verdad la ha entendido maravillosamente la fe del pueblo sencillo que se manifiesta a través de la devoción, de las imágenes. Creo firmemente que, una de las razones por las que el cristianismo puede estar en crisis es porque ya no encuentra las palabras y las imágenes para expresarse en y desde el amor. Porque no sabemos conectar el amor de Dios con los sentimientos más humanos; porque las sensibilidades demasiado intelectuales, racionales, corren el riesgo de abstraer al hombre de su propia realidad. Si esto es así, la fe corre el riesgo de convertirse en una gnosis, además de para unos pocos entendidos, para una élite. En cambio, es en el pueblo donde se encuentra el corazón cálido de la fe porque es en donde podemos ver la Revelación de Dios, el Amor.

Domingo 10 de noviembre de 2024.

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