Muchos de aquellos, nos quedamos en la intrascendencia; otros más en la justa medianía y los más nos hemos perdido en el espacio de la temporalidad. Los que por azahares del destino nos encontramos, apenas alcanzamos a recordar algunas de nuestras “aventuras” de cuando fuimos jóvenes, con el pundonor que otorga la rebeldía de la inexperiencia.
Hoy navegamos entre brumosos recuerdos de lo que deseábamos realizar y lo que finalmente logramos rescatar de aquellas utopías.
Lento o rápido es el transitar de la existencia de cada uno de nosotros, según la perspectiva que nos trazamos, según los sueños que cada uno de nosotros tuvimos ante la adversidad de cómo fuimos catalogados en aquel lejano tiempo.
Hemos sido testigos de cambios sociales contra los que luchamos y que nos llevaron a la ruina económica y moral, cambios que tomaron por asalto a la codicia de varios de nosotros, codicia que por cierto no ha sido satisfecha del todo.
Así transcurre el tiempo, a veces con lentitud o a veces con prontitud, dependiendo de cómo fuimos cumpliendo nuestras expectativas.
Pocos, muy pocos de aquellos, seguimos aferrados a la idea de un cambio que beneficie a la mayoría de los demás y de todos; y que hoy vemos ilusiones en las mínimas acciones que se han realizado en favor de quienes hemos sido siempre mayoría.
Recordar el transitar, a veces penoso y a veces agobiador, para lograr parte de un idealismo social y sentir satisfacción por acciones mínimas, es la parte indicativa de que la memoria es el receptáculo del acontecer que se transformará en la historia que nos conducirá a un futuro mejor.