Reflexionando sobre los procesos de la identidad que nos caracterizaba todavía hasta las tres última décadas del siglo pasado y que hemos perdido en esa complejidad absurda en que nos inscribieron los patriarcas del Libre Comercio, léase Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari; hoy tratamos, cuando menos de debatir modelos de integración regional que nos den nuevo impulso a esos horizontes y podamos contribuir a lograr modelos de integración social en beneficio de nuestra colectividad.
Debemos asumir que se han debilitado los lazos habituales de confianza, lo que ha promovido un incremento fuerte de nuestros miedos. La escuela, la empresa, el barrio, el partido político, la nación, y tantos otros espacios gregarios que nos otorgaban confianza y sentido de unidad se han debilitado. Esa debilidad del nosotros y su consiguiente afectación del vínculo social, han provocado un repliegue ciudadano a la vida privada y a la familia, con el hogar transformado en una fortaleza sitiada, logrando con ello que no existan procesos de organización social en defensa de los intereses de nosotros mismos.
Sin retóricas ni visiones ingenuas, debemos asumir el desafío que conlleva el tratar de renovar los círculos de amistad, de vecindad y de regionalidad que puedan impulsar políticas de identidad y con sentido igualitario y atajar el fenómeno persistente de que no se conviertan en nuevos circuitos de exclusión. Corremos el peligro de que se nos presenten nuevas formas de identificación social mucho más efímeras, más móviles y hasta lights.
Es de advertirse que construir políticas con sentido organizativo social en el marco de sociedades como la nuestra, es uno de los imperativos del Estado y que, como tal, los ciudadanos debemos participar.
Aquí mismo, en nuestra ciudad, vemos que la identidad de barrio se ha perdido; muy atrás quedaron los principios que sustentaban la identidad del barrio de San Juan o, el del barrio del Carmen, por sólo mencionar dos ejemplos. Barrios que defendían y se defendían del extraño o del abusivo. Hoy, pocos recordamos esos elementos que nos dieron identidad y somos presa fácil de los pocos que han venido a convertirse en amos y señores de nuestra ciudad.
Nos quedaría por preguntar; ¿Cómo promover la promoción de identidad? Creo que los principios que sustentan la nueva escuela mexicana podrían apoyar para lograrlo.