Parecen legítimas las preguntas sobre por qué el Papa se pronunció sobre un tema que tiene dividida a la sociedad americana, pero no es menor legítimo reconocer que una carta de cariz pastoral puede llevar la intención (no siempre captada o no siempre suficientemente destacada) de llevar armonía y luz a donde no la hay.
(ZENIT Noticias / Roma).- 22 días después del inicio del gobierno de Donald Trump, el Papa Francisco se ha posicionado abiertamente sobre un aspecto central de la política del mandatario estadounidense: la migratoria. Lo ha hecho a través de una carta al episcopado católicos de los Estados Unidos, el martes 11 de febrero de 2025.
La carta se refiere explícitamente a “estos delicados momentos que viven como Pastores del Pueblo de Dios que camina en los Estados Unidos de América” para posteriormente especificar cuáles son esos “momentos delicados”: “la importante crisis que está teniendo lugar en los Estados Unidos con motivo del inicio de un programa de deportaciones masivas”.
El texto del Papa parte de un principio: “El Hijo de Dios, al hacerse hombre, también eligió vivir el drama de la inmigración”. A continuación, subraya y jerarquiza un principio universal de la doctrina católica: “el valor más decisivo que posee la persona humana” el cual “rebasa y sostiene toda otra consideración de carácter jurídico que pueda hacerse para regular la vida en sociedad”.
Más adelante el Papa expresa sus posiciones, a saber:
1) “La conciencia rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita, la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”
2) “Se debe reconocer el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”
3) “El acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de especial vulnerabilidad e indefensión”.
Esos posicionamientos ponen en evidencia lo que el Papa llama después “el trato digno que merecen todas las personas, en especial, los más pobres y marginados”, aseveración que -según el Papa- teóricamente no estaría en contra de “promover la maduración de una política que regule la migración ordenada y legal”.
La carta, con la que el Papa Francisco reconoce “el valioso esfuerzo” del episcopado estadounidense en el trabajo pastoral con migrantes y refugiados, concluye con una exhortación, a los católicos en particular y a todas las personas de buena voluntad en general, “a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados”, no sin antes haber puesto en alerta contra criterios ideológicos “que distorsiona la vida social e impone la voluntad del más fuerte como criterio de verdad”.
Aunque la carta ha sido vista como una novedad, en realidad cartas de este tipo no lo son. Durante el Pontificado de Francisco éste se ha valido del género epistolar para tratar asuntos de interés local, sea directamente a todos los cristianos, sea a ellos a través de los obispos (1). De hecho, no es la primera vez que el Papa envía una carta al episcopado estadounidense, si bien el tema sí es distinto (2).
¿Por qué una carta pontificia ha cobrado entonces tal relevancia? Una respuesta rápida apunta a valorar si ha sido oportuna y prudente. La respuesta precisa de una profundización mayor.
Según la inclinación del medio que se lea, la carta del Papa terminará clasificada en categorías como “de izquierdas o de derechas” o como “anti Trump o pro Partido Demócrata”. De hecho, no faltan las referencias a la más reciente normativa migratoria de la Ciudad del Vaticano, del 19 de diciembre de 2024, legislación que convierte al micro Estado en uno de los más restrictivos en esa materia, en toda Europa. En buena medida, los calificativos usados para leer la carta del Sumo Pontífice entran en la dinámica actual de la polarización mundial en la que casi todo parece condenado a ser colocado y leído en y desde los extremos.
Parecen legítimas las preguntas sobre por qué el Papa se pronuncia abiertamente sobre cuestiones de vida interna de otro país visto que no ha sido el tenor en otras cartas y visto también que él mismo ha referido en entrevistas el hecho de que prefiere dejar esas cuestiones a los episcopados locales. Pero no es menos legítimo considerar que uno de los grandes temas que definen a este pontificado es precisamente el de la migración. Bastaría recordar que el primer viaje apostólico de Francisco fue precisamente a la isla de Lampedusa, en el Mar Mediterráneo, que él califico como “cementerio” y donde, precisamente sobre migrantes fallecidos, planteó:
“¿Dónde está tu hermano?”, la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Ésta no es una pregunta dirigida a otros, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestras intentaban salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un puesto mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte. ¡Cuántas veces quienes buscan estas cosas no encuentran comprensión, no encuentran acogida, no encuentran solidaridad! ¡Y sus voces llegan hasta Dios!
Parecen legítimas los cuestionamientos sobre las políticas migratorias de Donald Trump, concretamente sobre las deportaciones que se están viviendo, pero no es menos legítimo considerar que la aplicación de esas políticas no son una sorpresa: eran parte central de su campaña y una razón por la que ganó las elecciones. Una encuesta reciente (New York Times, 18 de enero de 2025) muestra al 87% de los estadounidenses a favor de deportaciones de inmigrantes indocumentados que hayan cometido delitos. El porcentaje desciende a un 55% de apoyo a deportaciones masivas en general y muestra un sorprendente posicionamiento de 54% de apoyo hispano a deportaciones de quienes entraron de manera ilegal a los Estados Unidos.
A propósito de las elecciones, no se puede perder de vista que los católicos estadounidenses votaron mayoritariamente a favor de Donald Trump, según los sondeos a pie de urna realizados tanto por AP como por The Washignton Post (véase aquí y aquí). Esto es importante porque la carta del Papa apunta a llegar y tocar la vida de un grupo concreto de personas que, por cuanto indican los estudios demoscópicos, coinciden más con el presidente de su propio país que con el Pastor de la Iglesia de la que también son parte. Subrayo que esta no es mi opinión, eso es lo que dicen los datos. Una personificación de este ejemplo lo es el vicepresidente católico de los Estados Unidos: JD Vance.
Ha sido él quien ha llevado el protagonismo en esta materia al grado de plantear a la cadena FOX un concepto cristiano (más específicamente agustino) que hace mucho no se recordaba ni aplicaba al tema de la migración: el del “Ordo Amoris”. Interrogado por la cadena FOX, el vicepresidente Vance contesta: “Existe un concepto cristiano de que amas a tu familia y luego a tu prójimo, y luego a tu comunidad, y luego a tus conciudadanos, y luego de eso, priorizar al resto del mundo. Gran parte de la extrema izquierda ha invertido completamente esa idea”.
A ese mismo concepto es al que el Papa Francisco quiso contestar desde su carta cuando escribió: “El verdadero ordo amoris que es preciso promover, es el que descubrimos meditando constantemente en la parábola del “buen samaritano”, es decir, meditando en el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”. Ese mismo pasaje evangélico fue usado días antes a la carta del Santo Padre por un polémico sacerdote estadounidense para contestar a Vance en las redes sociales: el jesuita James Martin