El trato que en la Oficina Oval le dio el presidente de Estados Unidos a su homólogo, el presidente de Ucrania constituyó un crudo retrato de la perversa irracionalidad a la que puede llegar un régimen económico fundado en el predominio del capital sobre el humanismo. Me refiero al capitalismo como forma de vida cimentada en el ansia ilimitada de arrebatar beneficios sin importar si los medios son o no justos.
En el sentido bíblico, ‘justo’ implica el ser leal a lo que establece Dios. Y en el sentido humano, conlleva el ser imparcial, equitativo, objetivo, ecuánime, recto, honesto, honrado, íntegro. Totalmente opuesto al proceder de Donald Trump, quien, tras decirse presbiteriano, ahora se asume ‘cristiano no confesional’. Totalmente opuesto a James Vance, vicepresidente de Estados Unidos, primero evangélico conservador, hoy convertido al catolicismo.
Zelensky, judío, agredido su país por un cristiano ortodoxo, llamado Vladímir Putin, segundo y cuarto presidente de la Federación Rusa, acudió a Washington a solicitar la continuación de la ayuda económica y militar para evitar la apropiación injusta de su país por parte de Rusia. No lo consiguió. Lo único que recibió fue un trato despiadado, injusto, perverso, indigno. Peor, se podría calificar, del que hasta ahora ha recibido su país del enemigo, porque provino del jefe de un país que hasta ese día había sido solidario y amigo.
Lo que deja muy en claro, en cuanto Trump, Vance y Putin, se definen como ‘seguidores de Cristo, que en la vida real a ese tipo de ‘cristianos’ les vale un bledo la sentencia de Jesús: “no pueden servir a Dios y a Mammón” (Mt 6, 34). Aclarando que, en el Nuevo Testamento, sólo Jesús utiliza esa palabra aramea que designa al gobernante oneroso que sólo busca atraer a los humanos hacia su propio control. En este caso fue un judío y no un cristiano, quien mantuvo la dignidad.
Lo que bien puede remitirnos al siglo ocho antes de Cristo, precisamente a un pasaje utilizado en la liturgia cuaresmal: “… el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las amarras del yugo, dar libertad a los oprimidos y romper toda clase de yugo” (Is 58, 6).