Fue en el 4 de septiembre del año 476 d. C. que, fraccionado en numerosas entidades políticas, el Imperio Romano de Occidente sufrió la pérdida de su hegemonía sobre lo que llegó a ser su vastísimo territorio. No, no fue debido a que su poderío militar resultara insuficiente para repeler a los reinos germánicos. Fue, entre otras causas, la migración incontrolada a su territorio y su incapacidad para asimilarlos sin que su identidad y unidad se deteriorasen. Fue también el poderío y la supremacía adjuntos a un solo personaje, el emperador, quien, en vez de trabajar en equipo, terminara por hacerse de la potestad absoluta, pasándose las leyes por el arco del triunfo, sin otra causalidad que su propia conveniencia.
Fenómeno que, 1548 años después, hoy nos ilustra la forma en que gobiernan y detentan el poder autócratas como Xi Jinping, Kum Jong-un, Putin y, hasta cierto grado, Donald Trump. Todos éstos, a semejanza de los últimos emperadores romanos, se han valido de mil y un maniobras para hacerse de la estructura del poder, conservando siempre, sí, la escenografía legislativa y judicial, pero sin mayores consecuencias.
Pues bien, de enero 20 de este año al día de hoy, sólo obcecados podríamos no mirar cuánto se ha desmoronado el otrora imbatible Occidente colectivo, lidereado que fuera por Estados Unidos. En cuanto Donald Trump regresó al poder, a golpe de decretos unipersonales y sucesivos ha ido mandando al carajo las otrora ejemplares instituciones democráticas que distinguían a ese país de las autocracias dictatoriales chinas y rusas y de la dictadura norcoreana. Como sucediera al Imperio Romano hace 15 siglos, hoy no están siendo esos ‘enemigos’ los que han frenado la hegemonía y el expansionismo del imperialismo estadunidense. Es su propia degeneración la que está colapsando su influencia política, cultural, militar y económica. Es la perversión de sentirse imbatible, así su deuda pública alcance montos impagables. Es el haber trasladado sus filiales y su tecnología a países como China. Es la ilusión de haber creado gobiernos ‘dependientes’ dispuestos a firmar tratados comerciales que eximieran a sus empresas de pagar aranceles. Es, entre otros motivos, la injusta evolución de sus fronteras que se extendieron tanto que han terminado por volverse ingobernables…