Francisco Martínez // Porque el mundo entero es la patria de todos…

     Hoy, cuando en el mundo los combates y las guerras amenazan con extenderse y multiplicarse, cuando los odios enfrentan a los israelíes contra los palestinos, a los rusos contra los ucranianos, a Trump contra todo el mundo, a la ultraderecha contra la izquierda, a una religión contra las otras, a morenistas contra panistas, a los malandros contra todo aquél a quien puedan exprimirle algún beneficio, el mensaje en pro de la libertad y la paz de un gran humanista europeo resulta por demás necesario y oportuno.

         Me refiero al teólogo cristiano neerlandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536) sacerdote agustino, quien siempre estuvo dispuesto a utilizar su pluma en contra del fanatismo, de las guerras e injusticias y hasta de la decadencia moral de la Iglesia. Erasmo nunca contó con otro recurso que no fuera su propia fortaleza espiritual para luchar contra la violencia. Stefan Zweig (1881-1942) en su obra Erasmo, Triunfo y tragedia de una idea (Paidós, Barcelona, 2011) describe de magistral manera la dimensión paradigmática de este imparable viajero en su continua búsqueda por el diálogo y la paz. 

         Para Erasmo, la tiranía de una idea constituye una declaración de guerra. De ahí su respeto por las ideologías ajenas y su rechazo absoluto a reconocer la autoridad absoluta en alguna: “sólo el individuo inculto e ignorante se abandona sin reflexión a lo que él o algún otro piensen” (Enchiridion militis Christiani, 1503). De hecho, al sentirse orillado a tomar partido, aseveró que nunca sus ataques se habían dirigido contra la Iglesia como Institución divina, sino contra delitos religiosos y contra malos obispos.

         No obstante, fue al final de sus días que topó contra la brutal realidad de un mundo violento e incontrolable al constatar que “entre religión y religión, entre Roma, Zúrich y Wittenberg, se guerrea bárbaramente…” a grado tal que “el nombre de Cristo ha llegado a ser grito de guerra y pendón para acciones militares” (Utilissima consultatio de bello turcis inferendo, 1530). Nunca como hoy las reflexiones críticas de este gran humanista, incluso después de 500 años, constituyen un referente necesario para un planeta tan convulsionado como el nuestro: “el mundo entero es la patria de todos” (Querella pacis, 1516).

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FRANCISCO MARTÍNEZ GARCIÁN

Estudió Filosofía y Teología, en el Seminario Diocesano de Zamora, Historia en la Normal Superior Nueva Galicia de Guadalajara y fundador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.

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