Francisco Martínez // Revisar nuestra línea conductual…

     Por acá en la Meseta se dice que el p’urhépecha transcurre los días alrededor de su fiesta. Y bien se dice: la k’winchekwa constituye un escaparate que amalgama las luchas cotidianas por conseguir el sustento diario, por entablar una relación de respeto y mutua conveniencia con la madre tierra, por estructurar y llevar a cabo la faena, por lidiar en junta contra la enfermedad, contra los malandrines y contra las malas rachas… por saberse y sentirse en comunidad. Hasta que un día, si procede, estalle la fiesta.

         En el calendario cristiano, fiestas hay tan torales y significativas como las que a fines del año pasado y a principios de éste acabamos de celebrar: la Natividad, la Epifanía y el Bautismo de Jesús. O como este tiempo de Cuaresma que desde hace unos días la Iglesia nos invita a celebrar, siempre y que nos decidamos a transformar nuestra mente a la luz de los principios rectores y criterios que devienen de nuestro Padre Dios. En otras palabras, a iniciar un proceso, un movimiento interior que nos empuje a revisar nuestra línea conductual y, si no conforme al Evangelio, a retractarnos, a arrepentirnos de veras, y a cambiar de sentido y dirección.

         Lo que trae a colación la palabra metanoia (del griego meta = más allá y nous = de la mente), concepto teológico que supone una situación vital en la que, habido el fracaso personal, no queda otra salida que retractarse y regresar del camino que hasta entonces hayamos recorrido (Lc 15, 18-20), de modo tal que nos podamos ser capaces de tomar y sostener una dirección radicalmente distinta. Lo que supone una profunda transformación interior totalmente confiada a la misericordia de Dios. Y lo que permite, ni modo que no, experimentar toda una epifanía en el sentido religioso de la palabra.

         De ahí la diferencia entre el tiempo ordinario litúrgico que, luego de celebrar el bautismo de Jesús, se extiende hasta el Miércoles de Ceniza y, de la Ascensión del Señor, hasta la llegada del Adviento. Se trata de un período de trabajo cotidiano como el que desarrolla el campesino cuando prepara la tierra, la siembra y la escarda y en seguida la riega y abona hasta el día de la cosecha. Ésta, si buena, representa la fiesta, pero si el fruto es inexistente o ralo, remite a revisar lo realizado y a rectificarlo para evitar el fracaso. A este lapso, en el ámbito religioso cristiano, es que llamamos “cuaresma”.

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FRANCISCO MARTÍNEZ GARCIÁN

Estudió Filosofía y Teología, en el Seminario Diocesano de Zamora, Historia en la Normal Superior Nueva Galicia de Guadalajara y fundador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.

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