En 2011, el Senado de la República y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, editaron el libro del zamorano José Álvarez Álvarez “Justicia social, anhelo de México”, toda una autobiografía compilada por la hija del constitucionalista, Manola Álvarez Sepúlveda; ya que durante tres décadas se dedicó a realizar apuntes y grabaciones de las vivencias que había iniciado en su natal Zamora.
Para recordar con mayor precisión al Zamorano que representó en el Congreso Constituyente de Querétaro al Distrito de Uruapan, vayamos a la narración que él mismo realiza al recordar los inicios de su vida pública en nuestra ciudad:
“Me tocó fundar en Zamora el Club Democrático Francisco I Madero y sostener de mi peculio el semanario El demócrata Zamorano. Fui secretario perpetuo del primero y administrador del semanario en el cual colaboraron conmigo mi inseparable compañero, condiscípulo y amigo Francisco J. Múgica, los señores Bardomiano Ruíz y Gonzalo Echevarrieta, así como otros varios compañeros entusiastas.

En nuestro semanario sostuvimos polémicas constantes con los reaccionarios que editaban La Bandera Católica, y logramos como un gran aliento el triunfo de nuestro candidato al primer ayuntamiento de Zamora, recibiendo a los delegados del Partido Católico que nos proponían una transacción.
Uno de los incidentes inolvidables de esa lucha, dado el carácter especial de nuestros coterráneos, fue la manifestación nocturna que organizamos en represalia de las burletas de la Bandera Católica contra el grupo de señoritas que apoyaban nuestra labor. Al frente de ella marchamos Múgica y yo acompañados de un grupo de entusiastas partidarios de la candidatura de los señores Madero y Vázquez Gómez para los primeros mandatarios federales, y la del señor doctor Miguel Silva González para gobernador constitucional de Michoacán.
Conseguimos alguna cantidad de ejemplares del periódico clerical. Y a los acordes de El Himno a Juárez que tocaba una orquesta, los apiñamos frente a la suntuosa fachada del palacio episcopal, (que poco tiempo después logramos que fuera convertido en palacio Municipal), y prendiéndoles fuego cantamos a voz en cuello la estrofa de aquel himno que dice: Alza, Oh, Juárez tu frente bendita del sepulcro en que te hayas dormido… La clerecía espantada pidió auxilio y las autoridades, aun porfirianas, enviaron policía que disolvió nuestra manifestación.
Cabe aquí hacer mención de las circunstancias que rodearon mi designación como prefecto político del distrito de Zamora, mi ciudad natal, el distrito más importante política y económicamente después del de Morelia; no quiero que se me confunda con quienes abrazan una causa política en busca de empleos o de prebendas. Jamás pensé en solicitar del señor gobernador Silva cosa alguna.
Yo era entonces un joven provinciano de 27 años de edad, dueño de una casa de comercio y camiones que atendía personalmente y que me daba lo suficiente para sostenerme con decoro. Con mi título de contador privado había desempeñado el puesto de cajero contador en los bancos de Jalisco, de Michoacán y de Guerrero. El sueldo que el presupuesto de Michoacán asignaba entonces a los prefectos políticos era de sólo cinco pesos diarios, muy inferior a los que mi negocio comercial me producía siendo independiente y sin las graves responsabilidades del cargo.
Tres meses habían pasado de la toma de posesión del doctor Silva, cuando recibí el telegrama que en seguida transcribo:
No. 13– palabras 25 – oficial – Telégrafos del Estado de Michoacán. Depositado 11.26 Morelia 23 de Diciembre de 1912. Recibido en Zamora 12.52 p.m. Señor José Álvarez. Para tratar en verbal un asunto con usted, le suplico se sirva pasar a esta capital, cuando sus ocupaciones se lo permitan. El gobernador Silva.
El 26 de diciembre llegué a Morelia y mi impresión de provinciano atolondrado fue grande al encontrar en la estación de los ferrocarriles de aquella capital al señor gobernador Silva, quien en compañía del señor juez de distrito, me esperaba en su coche para acompañarme hasta mi hospedaje. Desde luego me indicó en nuestro camino que su objeto era ofrecerme el nombramiento de prefecto político del distrito de Zamora. Hipocresía que no acostumbro sería negar cómo me sentí halagado y altamente honrado por este ofrecimiento y por la forma de exquisita fineza con la que fui recibido. Creí, sin embargo, un deber de leal y sincero amigo recordarle que en mi distrito, y especialmente en la ciudad de Zamora, había yo luchado enconadamente contra el elemento reaccionario que seguramente recibiría mal mi designación, y como no pensaba cambiar de ideas posiblemente esto redundaría en molestias para su gobierno. Tengo la seguridad –me contestó– de que su preparación y su inteligencia son suficientes para sortear esas circunstancias; confío en ello y le anticipo que yo lo apoyaré en cuantas medidas sean necesarias para terminar con el dominio clerical en su distrito…
…El señor gobernador Silva, fue compañero de profesión de mi viejo inolvidable. Y aun cuando mi padre profesaba ideas políticas distintas a las mías, yo creí siempre en que daría su consentimiento a tal honor para su hijo. Tras la aceptación, principié a actuar en el mes de enero de 1913, sorprendiéndome los fatales acontecimientos de la traición huertista cuando apenas habían pasado cincuenta días de mi nombramiento. Recibí de mis amigos y de los revolucionarios de izquierda varias felicitaciones en forma efusiva; más que otra alguna me llenó de gusto la del compañero de andanzas políticas, mi correligionario y sincero amigo Francisco J. Múgica, que con el tiempo había de ser como yo, Diputado Constituyente y en cuyo Congreso su labor fue de las más importantes para nuestras ideas. De su larga carta de felicitación transcribo sólo algunos párrafos a saber:
Un membrete que dice: Capitán Francisco J. Múgica – Apartado postal No.40. Saltillo Coahuila. Enero 11 de 1913. …Señor prefecto del distrito José Álvarez, Zamora Michoacán. Muy estimado amigo y correligionario: Al fin mis deseos de éxito por parte de nuestras ideas se ven satisfechas una vez más en mi vida, pues la promoción que el gobierno de ese amado suelo ha hecho de tu persona para vigilar y dirigir los intereses sociales y populares de nuestro querido terruño, me llena de satisfacción y de contento. Te felicito sinceramente, porque dignamente has llegado a ese puesto y aunque sé que te cuesta un sacrificio y te traerá muchas contrariedades, me alegro, porque el pueblo que amamos con verdadero desinterés y para cual hemos trabajado, ganará el ciento por uno de lo que pierdes tú… Como correligionario espero de ti, que ya que aceptaste una carga de la que me consta habías huido hace tiempo, pongas mucho empeño en llevarla con dignidad, para honor del partido, para satisfacción de tu conciencia y orgullo de tus correligionarios y amigos entre los cuales me cuento yo.” (“Justicia social, anhelo de México”, PP. 178-180).
Mi padre José Álvarez de la Cadena nació en Zamora, estado de Michoacán el 10 de abril de 1885, inició su vida política el 21 de marzo de 1906 con una cabalgata con antorchas para celebrar el centenario del natalicio de Benito Juárez.
Fundó en el año de 1911, en su ciudad natal, el Club Democrático Francisco I Madero y el semanario “El Demócrata Zamorano”. Encabezó la campaña política del doctor Miguel Silva para gobernador del estado de Michoacán. Y al triunfar éste en 1912, fue designado prefecto político del distrito de Zamora. Así se desempeñó hasta la renuncia del gobernador de Michoacán originada por el cuartelazo de Victoriano Huerta.
Al triunfo de la Revolución contra Victoriano Huerta en 1915, fue designado prefecto político de la capital del estado, Morelia, siendo gobernador el general Alfredo Elizondo. Pocos días después se abolieron las prefecturas y fue el primer presidente municipal de esa ciudad.
En 1914 se incorporó a las fuerzas revolucionarias del general Joaquín Amaro ocupando varios cargos: jefe de Estado Mayor de la 5ª División del Noroeste; jefe de Estado Mayor Presidencial; secretario del Primer Consejo de Guerra Permanente de la Capital de la República, y jefe de sección de la Dirección de Educación Militar. Recibió la patente de retiro como general de Brigada después de más de 39 años de servicios en el Ejército.
Fue electo diputado Constituyente por el décimo primer distrito de Uruapan, estado de Michoacán en 1916. Y en aquel Congreso se contó entre los del grupo socialista llamado “radical jacobino” teniendo importantes participaciones en la elaboración de los artículos 3º, 27, 123 y 130.
Nació en el seno de una familia conservadora con antecedentes de la prosapia española. Sus inquietudes sociales lo animaron a unirse a la Revolución a pesar de la tozuda oposición de sus padres. Cuando fungía como prefecto político de Zamora –su ciudad natal–, Victoriano Huerta traicionó a Madero, circunstancia que le indujo a formar parte del grupo de Venustiano Carranza para, al lado del gobernador Miguel Silva, luchar contra el usurpador.
Fue también Jefe del Estado Mayor Presidencial y uno de los amigos más cercanos del presidente Plutarco Elías Calles, relación que le permitió conocer de cerca los intríngulis de la vida política de aquellos días y, además, aportar su talento a lo que entonces fue el inicio del desarrollo político e ideológico de nuestro país.
Dejó el cargo presidencial debido a una intriga palaciega producto de la envidia común que atrapa a los políticos de pocas luces intelectuales. Estos se valieron de la traición de Jorge Castañeda Rendón para hacerlo aparecer como si hubiera cometido el delito (absurdo por cierto) de ingresar al país por la aduana, unas cajas de medias de seda. Gracias a que la calumnia se aclaró, fue reivindicado por el presidente Emilio Portes Gil (los detalles están publicados en Espionaje y Contraespionaje en México, libro de mi autoría). Pero de cualquier manera pagó así su gran ascendencia y cercanía con el primer mandatario de México, experiencia que le permitió conocer las ingratitudes naturales en la política, acciones casi siempre acompañadas de las falsedades en que incurren quienes, para ganarse la confianza de alguien, se presentan como amigos sinceros y honestos a carta cabal.
Fundó la Confederación Nacional de Librepensadores y la Sociedad Mexicana de Plasmogenia y Cultura General. En la masonería alcanzó el grado treinta y tres. Fue miembro del Ateneo Nacional de Ciencias y Artes, así como de la Academia Nacional de Historia y Geografía. El gobierno nacional le concedió las condecoraciones 2ª. 3ª, 4ª, y 5ª, de perseverancia, las condecoraciones al Merito Revolucionario, como Veterano de la Revolución, y fue reconocido como miembro de la Legión de Honor Mexicana. El gobierno de Bélgica le otorgó la medalla de Comendador de la Orden de Leopoldo II.
Una afección cardiaca le obligó a radicar en la ciudad de Cuernavaca por más de 30 años. Durante los años de su retiro se dedicó a redactar y a gravar parte de sus vivencias para dar a conocer a los jóvenes de México la verdad sobre la lucha social que inició en 1910. De ahí que en sus escritos se reflejen sus sentimientos y convicciones, desde su punto de vista sobre la formación étnica de la nación mexicana hasta sus razones para, en la Constitución de 1917, poner límites al clero político de la época. Su posición al analizar la Revolución es altamente crítica hacia los iniciadores de la misma. De Francisco I Madero resalta su valentía para levantarse en armas contra Porfirio Díaz, pero señala su ingenuidad e inexperiencia que lo llevó a firmar los Convenios de Ciudad Juárez, mismos que fueron su sentencia de muerte y repite con Venustiano Carranza, “Revolución que transa, se suicida”.