El jueves pasado se celebró el 114 aniversario del natalicio del zamorano Alfonso García Robles, quien fuera el primer mexicano en recibir un premio Nobel, el de la Paz. Hoy, a modo de un sencillo reconocimiento y con sus propias palabras, dejemos que don Alfonso nos narre cómo se dio su ingreso al Servicio Exterior Mexicano: “Un amigo mío de la Secretaría de Relaciones Exteriores me mandó un telegrama diciéndome que sabía que estaba yo en Bergen y que había una vacante de Tercer Secretario en la entonces Legación de México en Suecia y que, si la quería aceptar, el requisito del examen sería muy fácil de llenar y cuando eventualmente regresara a México. Acepté el ofrecimiento y de Bergen pasé a Oslo y de ahí a Estocolmo donde, en el mes de octubre de 1939, me incorporé a la Legación de México que se encontraba en la calle de Strandvagen…
…En Suecia estuve todo el año de 1940 y a principios de 1941 la Secretaría de Relaciones Exteriores me trasladó a México. Sucedió que en aquel entonces el Subsecretario de Relaciones Exteriores era don Jaime Torres Bodet. Había tenido yo la ocasión de conocerlo en Europa, dado que, siendo él Encargado de Negocios en Bruselas, fui invitado a dictar una conferencia sobre la expropiación del petróleo mexicano en dicha capital e hicimos buena amistad. Cuando él llegó a la Subsecretaría pensó que tal vez podría yo “darle una manita”, como decimos, en su trabajo que no era nada fácil y a eso obedeció que me llamaran a México”.
Un tema que interesó de manera muy particular a don Alfonso García Robles fue el realizado por su paisano, don Lázaro Cárdenas del Río, la expropiación petrolera y que en los diversos homenajes que se le han realizado al zamorano, no se menciona la postura firme y decidida que García Robles manejó. El mismo don Alfonso lo narra de la siguiente manera: “Antes de hablar de mi actuación en la Secretaría de Relaciones Exteriores, quisiera referirme a un tema que me interesó particularmente desde antes de mi ingreso al Servicio Diplomático: el de la expropiación de los bienes de las compañías petroleras. Diré que, dada la campaña de desprestigió contra México emprendida por las compañías petroleras, me pareció mi deber como mexicano aprovechar las relaciones que había establecido durante mis cinco años de permanencia en Europa y proponer, o bien aceptar sustentar conferencias sobre ese tema. Así fue que dicté desde luego una en la Facultad de Derecho de la Universidad de Paris, en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la misma, otra en La Haya bajo el patrocinio de la Asociación de Antiguos Alumnos y Oyentes de la Academia de Derecho Internacional de La Haya y una más en Bruselas invitado por una Asociación Cultural de dicha ciudad. El texto de esas conferencias se publicó en un pequeño librito que, naturalmente, está ya agotado puesto que estoy hablando de 1939 y que lleva el título de “La Question du pétrole au Mexique et le droit international”