P. Jaime Emilio González Magaña, S. I. // Donde está Pedro, allí está la Iglesia

El pasado 8 de mayo, celebrando la “Súplica a Nuestra Señora de Pompeya”, he tenido el privilegio de estar en la Plaza de San Pedro a la espera de la ansiada “fumata blanca” que anunciara la elección del 267 sucesor de San Pedro. Además del gozo interior y la consolación espiritual por el anuncio de la persona de León XIV, no puedo negar que sufrí una gran conmoción al constatar el nivel de superficialidad y frivolidad de muchos de los que ahí se encontraban reunidos. La actitud y la conducta de muchos, evidenciaba, desde una absoluta ignorancia hasta un craso fanatismo y por supuesto, una enorme falta de respeto ante una inminente noticia tan importante para la Iglesia. No pude menos que constatar que, la cultura globalizada ha introducido modificaciones particularmente significativas en los comportamientos religiosos, sobre todo en lo referente a su institucionalización. Hoy se cuestionan todas las instituciones como expresiones de épocas pretéritas y no es extraño que la Iglesia despierte menos interés o esté bajo sospecha. Muchos buscan una religión personal, intimista; una espiritualidad no encarnada en el cuerpo de una institucionalidad.

No sólo el derecho canónico, los ritos, la moral y ética cristiana, los valores y las costumbres más fundamentales son puestos en cuarentena, sino que la Iglesia misma está bajo sospecha o no despierta interés. Inexplicablemente, en un mundo cada vez más individualista, parece ser que la figura del Papa sigue despertando admiración, críticas y, sobre todo, interrogantes y, por lo que se ha visto, curiosidad. Sin embargo, cuando oía los comentarios de algunos que no hacían ninguna diferencia entre un circo y la Plaza de San Pedro, me preguntaba: ¿Qué significa, hoy, obedecer al Papa? ¿Es eso aún relevante? La Iglesia Católica, con más de 1,400 millones de fieles en todo el mundo, tiene en el Vicario de Cristo a su guía espiritual y visible. No se trata únicamente de un líder moral, sino del sucesor de San Pedro, el apóstol a quien Jesús encomendó la misión de “confirmar en la fe” a sus hermanos. De ahí que, para para los católicos, la obediencia al Papa no sea un asunto menor ni una cuestión de simpatía personal, sino una expresión concreta de nuestra fe y nuestra unidad con la Iglesia universal.

A menudo se malinterpreta el concepto de obediencia como si implicara una sumisión acrítica, como si obedecer significara someterse ciegamente a una persona. Sin embargo, dentro del pensamiento católico, obedecer al Papa implica escuchar, acoger sus enseñanzas y permanecer en comunión con él, especialmente en cuestiones de fe y moral. Es una obediencia que requiere reflexión, madurez y, en muchos casos, valentía. Por supuesto que es relativo si el Papa León XIV usó vestiduras tradicionales y, en cierto modo lujosas, y no las de la extrema pobreza de Francisco, lo que es ciertamente decisivo es caer en la cuenta de que ser obediente al Papa no es una actitud de debilidad, sino de fidelidad. En tiempos de confusión y complejidad social, mantenerse unido al Papa ayuda a no perder el rumbo y dejarnos de tonterías y perder el tiempo en descubrir si los zapatos del nuevo Pontífice son rojos, azules o verdes ¿qué más da?

No puedo menos que reiterar ni enorme dolor ante declaraciones de algunos cardenales que pareciera estaban enjuiciando al Papa Francisco y manifestaban -sin ningún pudor y respeto- sus deseos de que fuera electo un Papa “conservador o de derecha”. ¡Como si eso lo hubiese enseñado Jesús o fuera parte de su Evangelio! Es verdad que en contextos eclesiales también se dan tensiones internas, sí. Los cardenales también son humanos y, por lo tanto, débiles y con muchos defectos y, precisamente por ello, la figura del Papa puede ser objeto de críticas, pero siempre que no destruyan la fe sencilla del pueblo de Dios. ¡Quienes lo han hecho, tendrán que dar cuenta a Dios y a su pueblo! Son muchos más quienes, con su actitud, nos ha dado ejemplo de lo que significa creer y aceptar que la Iglesia no es una democracia, ni mucho menos un partido político o un sindicato en donde, tristemente, se dan pugnas, se favorecen facciones o se alimenta el hambre de poder. Come afirma San Ambrosio: “Donde está Pedro, allí está la Iglesia”, por lo que la unidad eclesial no se construye desde la disensión, sino desde la escucha y el diálogo respetuoso.

La crítica puede tener su lugar, pero nunca debe romper la comunión y esto lo constatamos en la historia de la Iglesia que está llena de santos que obedecieron al Papa, incluso en circunstancias difíciles, y eso fortaleció su fe. La obediencia al Santo Padre es un signo de fe que interpela la sociedad de nuestro tiempo.En definitiva, obedecer al Papa, especialmente en momentos complejos o frente a mensajes desafiantes, es un acto que pone a prueba la fe del creyente. No se trata de dejar de pensar, sino de sentir con la Iglesia, confiando en que el Espíritu Santo guía su caminar. La obediencia al Papa, lejos de ser un gesto arcaico, sigue siendo una de las expresiones más vivas de la fe católica, y un recordatorio de que, en medio de las diferencias, existe un centro de unidad que busca mantener el rumbo hacia lo esencial.

Domingo 18 de mayo de 2025

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JAIME EMILIO GONZÁLEZ MAGAÑA

RP Jaime Emilio González Magaña, sacerdote jesuita que radica en Roma.

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