Jesús Alvarez del Toro // DE LAS CASAS ZAMORANAS DEL CENTRO HISTÓRICO

  • Apuntes para comprender nuestro centro histórico.

         Hace unos días que fui invitado a participar en una reunión de diversas asociaciones respecto del centro histórico de nuestra ciudad. He aquí lo que expuse:

Nuestra participación se centra de manera fundamental en los siguientes rubros: la tipología de las antiguas casas zamoranas; los cambios de uso de suelo que iniciaron a partir de inicios del siglo XX; las afectaciones que ha sufrido el centro histórico y de las intervenciones, deterioro y renovaciones que deterioraron la riqueza cultural concentrada en el centro histórico.

Nuestra ciudad creció a lo largo de cuatro siglos respetando su vocación económica: la agricultura. Un puñado de pequeñas calles formaron el conglomerado urbano: de oriente a poniente seis calles y de sur a norte, otras seis, fueron desde su fundación el asiento citadino.

         Aquí vivieron desde la época de la colonia algunos de los más renombrados hacendados del noroeste michoacano y del occidente del país, algunas fotografías nos muestran resabios de casonas coloniales y algunos balcones pertenecientes a dicho periodo.

         La llegada del ferrocarril en 1899 marcó de manera incipiente algunos cambios en los usos del suelo, ya que la disminución de la arriería como elemento primario de comercio traerá una disminución de los sitios de alojamiento conocidos como mesones, los que migrarán a convertirse en hoteles.

         Surgirán el Hotel Colón en el portal de mercaderes, hoy Amado Nervo; el Hotel Unión, en Madero sur 312; El Hotel El Comercio en la esquina de Cázares e Hidalgo, menciono a estos porque su edificación aún existe, aunque donde estuviera el Hotel Colón y el Comercio, se hayan modificado en parte.

         De las fincas en lo que consideramos el polígono del centro histórico de la ciudad fueron construidas de manera general con materiales como cantera en las fachadas, enmarcamiento de vanos de puertas y ventanas; en los patios interiores con arquería ya fuera de cantera o de madera tallada y ya más al final del periodo que nos ocupa, con hierro vaciado sobre todo con elementos neoclásicos, muros de mampostería de adobe, techos de viguería de madera y cubierta de teja de barro. El espacio entre teja y vigas, cubierto regularmente de tejamanil y conocidos como tapancos, se utilizaban como almacén de semillas o como lo que ahora conocemos como cuartos de servicio.

         De las casonas que aún logramos recordar se ubicaban en las actuales calles de Madero, Morelos, Hidalgo y algunas en Aquiles Serdán, en su orientación de sur a norte; de oriente a poniente algunas en las calles de Corregidora, Guerrero, Ocampo, Colón y Juárez, con una ligera desviación por Madero, Morelos e Hidalgo, hasta la calle Lerdo de Tejadas.

         Estas casonas representaron sin duda, la jerarquía social de quienes las construyeron y habitaron, incluso resistieron los primeros síntomas de la fiebre comercial que se apoderó inmisericordemente, a partir de la década de los setenta del siglo pasado.

         El caso de los portales Amado Nervo y Morelos y el desaparecido portal del edificio del Pozo, en el penúltimo y último año de la década de los cuarenta del siglo pasado, los entendemos, como alguna ocasión nos lo comentó la maestra Esperanza Ramírez, que fueron construidos como áreas destinadas al comercio; esto es comprensible a través de un sinfín de documentos existentes en el archivo municipal donde encontramos múltiples solicitudes a los ayuntamientos de inicios del siglo pasado, por parte de zamoranos de aquellos años requiriendo permisos para la exhibición y venta de diversos productos.

         La distribución de las viejas casas zamoranas partían alrededor de patios centrales o laterales. En este primer patio se disponía que el primero de la derecha fuera la sala, la que se proponía diera a través de una o más ventanas hacia la calle, posteriormente las recámaras, las que en su mayoría fueron decoradas con cielo de manta y pintura con motivos al gusto del propietario.  Los espacios abiertos privados no ocupados por construcción, como los traspatios o corrales, eran áreas residuales utilizadas para el huerto familiar o para actividades domésticas. Estos espacios constituyeron un elemento fundamental para mantener un clima agradable.

Las fachadas que alcanzamos a conocer responden a diversas etapas históricas, aunque en su mayoría hay uniformidad en alturas, como podemos observar en diferentes fotografías.

         En la actualidad podemos observar que la lotificación del centro histórico ya no corresponde al sistema parcelario inicial, por las constantes subdivisiones hereditarias que se han venido dando.

         A partir del periodo postrevolucionario las afectaciones que ha tenido el centro histórico se han debido a la dinámica social y de manera fundamental al comercio. Las solicitudes de cambio de uso de suelo se generalizaron a partir de la década de los setenta del siglo pasado, cuando aún existían buena cantidad de familias viviendo en las calles de Madero, Morelos, Guerrero, Amado Nervo, Colón y Ocampo; aunado a lo anterior la intervención por la apertura de la calle Juárez, transformaron el rostro del centro histórico de forma radical.

         Las construcciones monumentales como las iglesias son monumentos relevantes que persisten en el tejido urbano de acuerdo a su determinación en la imagen de la ciudad y las que merecen un apartado especial.

         El deterioro del centro histórico vino acompañado de programas federales, estatales y de algunos municipales. Por los años setenta del siglo pasado, en agosto de 1976 para ser precisos, vino la oleada de abrir los espacios de los centros religiosos conocidos como atrios, destruyendo, en nuestro caso verdaderas obras de arte, recordemos el atrio de San Francisco y el viejo Santuario Guadalupano.

         Posteriormente vino la siguiente oleada, la de convertir las calles aledañas a la plaza principal, en zonas peatonales, el propósito era que propios y extraños pudieran gozar caminando las zonas de interés histórico-comercial, lo que para casos como el nuestro devino en un proceso anárquico que devino en enfrentamientos entre autoridades municipales y sectores organizados del comercio local.

         A inicios del presente siglo vino una tercera oleada, consistente ésta en la colocación de señalamientos de sitios de interés arquitectónico e histórico, los que por cierto fueron harto selectos y sin tomar en consideración la historia local, además de que la señalética fue más un estorbo que informativa.

         Estos elementos más los emanados en lo local, afectaron la dinámica social del entorno histórico; aunado a lo anterior la falta de civismo por parte del ciudadano y de las autoridades municipales que han transformado el centro histórico en un verdadero dilema para transitar en vehículo y a pie.

         Finalmente y desde que existe la junta de conservación del centro histórico no hemos sido capaces de reflexionar sobre el cómo tratar de conservar las pocas edificaciones que debieran ser motivo de presunción de la ciudad, partiendo de una delimitación adecuada del polígono, señalando con precisión las fincas y monumentos históricos que deban formar parte del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad.

         Invito a recordar que la protección, conservación, restauración y recuperación de los edificios históricos son de utilidad pública.

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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