El costado herido de Jesucristo

P. Jaime Emilio González Magaña, S. I.

El número 96 de la Encíclica Dilexit nos del Papa Francisco enfatiza: «Un traspasado, una fuente abierta, un espíritu de gracia y de oración. Los primeros cristianos inevitablemente veían cumplida esta promesa en el costado abierto de Cristo, fuente de donde mana la vida nueva. Recorriendo el Evangelio de Juan vemos cómo aquella profecía se veía plasmada en Cristo. Contemplamos su costado abierto, de donde brotó el agua del Espíritu: “Uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua” (Jn 19,34). Allí el evangelista añade: “Verán al que ellos mismos traspasaron” (Jn 19,37). Retoma así aquel anuncio del profeta que prometía al pueblo una fuente abierta en Jerusalén, cuando ellos mirarían al traspasado (cf. Zc 12,10). La fuente abierta es el costado herido de Jesucristo».

¿Qué significa esto para nosotros hoy? Ciertamente nos ayudará evocar la Jornada Ignaciana de los EjerciciosEspirituales que nos presenta un triple test para disponernos, ya sea a hacer una elección o formular una reforma de vida, según se trate de nuestra situación personal. En el caso de las “Dos banderas” [EE 136-148], San Ignacio de Loyola nos invita a verificar nuestro entendimiento, es decir, si somos conscientes de lo que significa el seguimiento de Cristo con todas sus implicaciones. En el caso de los “Tres binarios” [EE149-157] es la voluntad la que es sometida a examen en modo tal que analicemos si, en verdad, queremos liberarnos de nuestras afecciones desordenadas. Los deseos a los que hacen referencia las “Tres maneras de humildad” [EE164-168], última fase del test ignaciano, está dirigido al afecto, aspecto fundamental en la espiritualidad de los Ejercicios y, en este caso concreto, se nos invita a abrazar con un grande amor el seguimiento del Señor en las cosas más arduas, problemáticas y hasta absurdas, si nos dejamos llevar por los criterios mundanos en los que la riqueza, el poder, la fama o la imagen son determinantes para catalogar y medir el éxito.

Se trata, en última instancia, de pedir la gracia de desear un seguimiento radical de Cristo, porque es ahí –y sólo ahí-, donde necesariamente, encontraremos la gloria de Dios, no igual de la que se hablaba en las dos primeras fases del test, sino una gloria que es mucho mayor y más perfecta. Se trata de que pidamos la gracia de alcanzar una actitud que sea casi connatural a nosotros mismos de modo que deseemos, en todo, buscar la mayor gloria de Dios en un seguimiento apasionado de Jesús y sus criterios. En su aparente sencillez, la tercera manera de humildad presenta serias dificultades que son planteadas por el Siervo de Dios, Jan Philipp Roothaan, S. I., entonces General de la Compañía de Jesús cuando explica: «Merecerá la pena que ilustremos las tres maneras de humildad con un ejemplo. Sea pues, el siguiente: supongamos que alguien ha sufrido un grave quebranto en sus intereses o en su honor. Por la primera manera de humildad: no querría de ninguna manera reclamar su derecho si no pudiera conseguirlo sin pecado mortal.

Por la segunda manera de humildad: ni querría cometer un pecado venial para llevar adelante su derecho. Pero cuando puede reclamarlo sin pecado de ninguna clase, por la tercera manera de humildad: tomará por ganancias en Cristo los quebrantos; por honor, la infamia; y no reclamará sino lo aguantará en silencio y con alegría en el Señor, con tal que sea igual gloria de Dios, esto es, con tal que ni el cumplimiento del deber ni otra alguna obligación o justa consideración exijan que salga por los fueros de su derecho. Si se da tal obligación ya no será igual gloria de Dios, y, por lo tanto, se defenderá legítimamente y no por eso violará el propósito de la tercera manera de humildad, conservando estos sentimientos en su corazón y teniendo el alma de tal modo dispuesta que si, por casualidad la justa defensa no logra, como no raras veces sucede, su efecto, no solo lo lleve con paciencia, sino que se regocije del doble honor de que ha sido tenido por digno en Cristo y con Cristo».

Para conseguir la actitud de la tercera manera humildad, es necesaria una profunda fe en que, a pesar de todos los sufrimientos, persecuciones, calumnias, desprecios y difamaciones que podamos sufrir en el seguimiento de Cristo -quien primero sufrió, fue perseguido, calumniado, despreciado, difamado y cuyo corazón fue traspasado cuando pendía de una cruz- Él está a nuestro lado y nos dará la fuerza de soportar. Para favorecer esta hermosa, pero difícil actitud, durante muchos años la Compañía de Jesús ha difundido la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, pues, en opinión del Santo Padre Benedicto XVI, «la adoración del amor de Dios manifestado en el “corazón traspasado” en la Cruz, es “imprescindible” para la vida espiritual de todo cristiano. Así lo hizo constatar el pontífice en la carta que envió el 15 de mayo de 2006 al padre Peter-Hans Kolvenbach, S. I., entonces Prepósito General de la Orden, en el quincuagésimo aniversario de la Encíclica «Haurietis aquas», sobre el culto al Sagrado Corazón, escrita por Su Santidad Pío XII. Es un hecho que para tener deseos de vivir según la actitud que nos pide San Ignacio en la tercera manera de humildad, necesitamos desarrollar un talante de continua «contemplación del «costado traspasado por la lanza», en la que resplandece la voluntad sin confines de salvación por parte de Dios».

Domingo 8 de junio de 2025.

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