Francisco Martínez // Cegados por el propio individualismo

         Desde el inicio bíblico de la historia humana, la Escritura describe de manera cruda cómo el ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza, en vez de tratar a su semejante con amor, se convierte en su enemigo; a grado tal que Caín, uno de los hijos de Eva y Adán, no bien asesina a su hermano Abel, recibe una fuerte condena de parte del Señor (Gn 4, 8-12). De ahí el dictamen divino del quinto mandamiento: “no matarás” (Ex 20, 13), que milenios después en el Sermón de la Montaña, Jesús no sólo lo amplía al rechazo del odio y la venganza, sino que exige a quien quiera ser su discípulo presentar la otra mejilla (Mt 5, 22-39).

         Sorprende entonces que la historia toda de la humanidad y muy en particular de quienes nos reconocemos como hijos de Dios: judíos, cristianos y musulmanes, se halle plagada hasta hoy en día, de odios, venganzas y asesinatos. Aferrados a la droga piramidal del poder, mandamos al carajo la hermandad universal y, prácticamente sin dudar, al atribuirnos el derecho de matar a nuestro prójimo, terminamos por caer en nuestras propias trampas.

         El mundo es testigo, por ejemplo, cómo países hermanados por la historia y cobijados por la fe en un mismo Dios: entre los ortodoxos, Rusia contra Ucrania; entre los judíos y árabes, Israel contra la Franja de Gaza y, desde hace unos días, contra Irán. O entre los mismos católicos, los imparables levantones y las continuas ejecuciones de parte del crimen organizado y de la pasividad del gobierno, aquí en México.

         Fruto de la acción creadora y amorosa de nuestro Padre Dios, no reparamos en que la vida es sagrada. Ciegos por nuestro propio individualismo, llevados por nuestros propios intereses, en un momento dado olvidamos que el homicidio intencionado no sólo es contrario a la Ley de Dios, sino contrario a nuestra propia dignidad.

         Alegando legítima defensa, nos hacemos la guerra, asesinamos, olvidando que ésta no constituye una excepción al quinto mandamiento. De hecho, en las guerras y en las ejecuciones mencionadas, no está claro que sólo se busque evitar que el otro pueda causarnos perjuicio. Tampoco, que como hermanos que somos, sea el bien común el que buscamos.

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FRANCISCO MARTÍNEZ GARCIÁN

Estudió Filosofía y Teología, en el Seminario Diocesano de Zamora, Historia en la Normal Superior Nueva Galicia de Guadalajara y fundador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.

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