Jesús Álvarez del Toro // VIVIR A PLENITUD

         La plenitud es una abstracción filosófica que conlleva el sentido de haber logrado lo propuesto en nuestra existencia a través de los años; aunque es harto difícil predecir los obstáculos que día a día vamos encontrando.

         Sin embargo, existen quienes, por su modo de vida, por su carácter, por su profesión, son más aptos a llevar una vida a plenitud; paso a paso se va avanzando en los recónditos recovecos de la existencia y se van logrando objetivos que parecían difíciles de lograr.

         Vivir apaciblemente, sin compromiso social, no es el camino para lograr la plenitud, ésta se logra a través de cumplir la misión personal que nos construimos, lo que tiene que ver con la conjugación de los elementos que ya cité anteriormente.

         En el devenir personal, he conocido ejemplos de cómo algunos seres logran ese equilibrio que tanto soñamos en lo particular cada uno de nosotros; el dar y recibir es un acto de entrega que no todos sabemos utilizar y quienes logran la plenitud es precisamente quienes han llegado al justo equilibrio entre el dar y el recibir.

         Las disquisiciones anteriores son el resultado de poco más o menos medio siglo de observar y analizar la personalidad de Alfonso Sahagún de la Parra, quien acaba de cumplir cien años de vida el pasado 3 de junio. Sacerdote que por iniciativa personal logró conjugar una tríada de actividades que lo llevaron no sólo a descollar en cada una de ellas, sino en marcar rumbo a las generaciones que veníamos detrás y que pretendíamos cambiar el estatus que nos habían heredado las personalidades de esa generación.

         El P. Alfonso Sahagún con los alumnos de la Escuela Primero de Mayo en 1962

Las tres pasiones que desempeñó con creces el padre Sahagún fueron en el ámbito pedagógico, en el de las finanzas populares y en el de la comunicación que lo condujeron a ese proceso de trascendencia que muy pocos logran.

         Y más aún cuando ya satisfecho de lo realizado optó por la generosidad desinteresada de otorgar a su lugar de origen un asilo para ancianos, una casa de la cultura y un centro deportivo que harta falta le hacían al municipio vecino.

         Recibir y dar es dado sólo a quienes han vivido en plenitud.

         Sea pues y que a pesar de las dificultades que entraña cumplir un siglo de existencia, podamos seguir viendo un ejemplo viviente.

¡Felicidades Pater!

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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