100 kg de cartas: el correo diario que conecta al mundo con León XIV

Cada mañana, en el centro de clasificación postal de la ciudad de Fiumicino (Italia), a unos 30 kilómetros del centro de Roma, se repite un gesto sencillo que permite conectar a miles de personas con el Papa León XIV: el envío de cartas. 

No importa si la dirección es incompleta o si hay errores en el sobre. Basta una sencilla fórmula —“To His Holiness Pope Leo”, “Per Sua Santità”— para que los trabajadores de Poste Italiane sepan exactamente que esas misivas deben ir al Vaticano.

Desde su elección el pasado 8 de mayo, todos los días llegan a esta ciudad —donde también se encuentra el aeropuerto internacional de Roma— cientos de cartas y postales provenientes de todos los rincones del mundo dirigidas al Pontífice. Según informó en un comunicado Poste Italiane, el servicio público de correos de Italia, son tantas que el peso de la correspondencia diaria para el Papa asciende a unos 100 kilogramos.

Este notable volumen de cartas se ha mantenido de forma constante desde hace dos meses, coincidiendo con su elección, tal y como afirma en el comunicado Antonello Chidichimo, responsable de Poste Italiane del centro de clasificación postal de Fiumicino. 

“Las cartas provienen de todo el mundo y, por ahora, no se puede establecer con claridad qué país escribe más al Papa. Hoy, por ejemplo, han llegado postales y mensajes desde Estados Unidos, Kosovo e India”, detalla Chidichimo.

Tras llegar al centro de Fiumicino, la correspondencia se dirige en furgonetas al centro de distribución más cercano al Vaticano, desde donde finalmente se entrega a la Santa Sede. Cada carta queda registrada mediante un sistema informatizado. Pero antes de llegar al despacho del Papa, es sometida a un estricto control de seguridad.

Aunque no se conoce el contenido de las cartas, algunos de los sobres permiten intuir el perfil de quien escribe. En algunas cubiertas hay dibujos infantiles; en otras, una caligrafía temblorosa que podría pertenecer a una persona mayor. 

Lo que está claro es que en cada mensaje, el remitente deposita algo íntimo: una súplica, una bendición o una confidencia que quiere compartir con el Papa León XIV.

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