Los nuevos datos sobre ocupación, empleo y pobreza laboral difundidos la semana pasada por Inegi y Coneval confirman que el sistema laboral mexicano está descompuesto. O como dice el reporte de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, el vaso laboral no está medio lleno, ni medio vacío, está roto.
Ciertamente creció la ocupación, pero la precariedad permanece. El dato relevante no es la variación marginal sino la permanencia, peor aún, el estancamiento. Aunque estos indicadores mejoren uno o dos puntos porcentuales, la tendencia hasta ahora es clara: el sistema laboral produce pobreza.
Esta es la noticia trágica: Casi 35 millones de personas que trabajan carecen de ingreso laboral suficiente para superar el umbral de pobreza, pues no les alcanza para dos canastas básicas.
O si se prefiere el dato de Coneval: 38 de cada 100 personas en el país tiene un ingreso inferior al umbral de pobreza extrema. No les alcanza para comer, pues ganan menos del costo de la canasta alimentaria.
Enfocarse en las variaciones marginales puede ser noticia, pero la realidad estructural es la nota importante: 6 de cada 10 personas trabajan sin ingreso suficiente y más de la mitad tiene trabajos informales. Informalidad significa trabajar sin derechos laborales, sin acceso a servicios de salud o a la protección social.
Y ojo, que esto no es nuevo. No es culpa de un sexenio. Estas realidades están estancadas desde que tenemos datos comparables, o sea al menos desde 2005, cuando inicia la serie de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de Inegi. Basta ver la evidencia:
A inicio de 2005, también el 38% de la población carecía de ingreso laboral suficiente para adquirir la canasta alimentaria, estaban por debajo del umbral de pobreza extrema. A inicio de 2023, sigue siendo 38%. Era 38.1 ahora es 37.7. Dato de “pobreza laboral” de Coneval.
Con un umbral un poco más alto la realidad es similar. A fines de 2006, 68% de las personas ocupadas carecían de ingreso laboral suficiente para comprar dos canastas básicas. A inicio de 2023, son 59%. La diferencia son 9 puntos porcentuales. Pero tampoco está bien. Este indicador muestra una cantidad muy elevada, excesiva de “working poor”, personas que trabajan y no ganan lo suficiente para superar el umbral de la pobreza. Son 6 de cada 10 trabajadores(as).
Quizá está mejorando un poco. Pero no es seguro que sea una mejora estructural y menos aún que la tendencia se mantenga. Pero sobre todo no se pueden “echar las campanas a vuelo” pues la realidad estructural es inaceptable e indignante.
El problema de fondo es que estos indicadores de personas que trabajan pero son pobres y carecen de derechos laborales, están fuera de proporción. Estos niveles de precariedad y bajos salarios no corresponden a nuestro nivel económico como país. Estamos peor que toda la OCDE, que todos los países de ingreso medio alto -como México- y que la mayoría de América Latina. (Para datos y sus fuentes ver frentealapobreza.mx/doc47 )
Y esto no depende solo, ni principalmente, del gobierno. Los millones de trabajos que son “fábricas de pobreza” dependen sobre todo de las decisiones de las empresas. Y el cambio debe iniciar por las grandes y medianas que tienen mayor rentabilidad, valor agregado e ingreso. Y entre las cuales muchas dicen ser “empresas socialmente responsables”.
Pagar menos de 8,600 pesos al mes es producir pobreza. Lo cual es contradictorio con la responsabilidad social. Hay que escuchar a las iniciativas empresariales que ya lo entendieron: Empresas e Ingreso Digno, México Digno, Coincydes, Alianza para la Prosperidad. ¡Salario suficiente e ingreso digno, YA!