El Papa recibió en audiencia a una delegación del Global Researchers Advancing Catholic Education Project en el Palacio Apostólico del Vaticano.
(ZENIT).- La mañana de este miércoles 20 de abril el Papa recibió en audiencia a una delegación del Global Researchers Advancing Catholic Education Project en el Palacio Apostólico del Vaticano. Ahí entregó un discurso que ya tenía preparado, pero que no pronunció, y a continuación dijo unas palabras improvisadas que iniciaron con un poco frecuente Papa Francisco hablando en inglés improvisado con el que dijo: “Muchas gracias por su visita. Viví en Irlanda, en Dublín, en Milltown Park, para estudiar inglés. Estudié inglés, pero se me olvidó, ¡disculpen! voy a hablar en italiano”.
A continuación pronunció un discurso sin papeles que reproducimos a continuación. En este discurso el Papa vuelve sobre ideas que ya ha tratado como la nueva pedagogía o las relación de las generaciones más jóvenes con las nuevas.
Global Researchers Advancing Catholic Education (G.R.A.C.E.) es un proyecto de investigación internacional y una comunidad de práctica centrada en la educación católica; una colaboración a largo plazo entre cinco socios: Boston College, de los Estados Unidos; la Universidad de Notre Dame, de Australia; Mary Immaculate College Limerick, de Irlanda; Saint Mary’s University Twickenham, del Reino Unido; y la Oficina Internacional de Educación Católica, de Roma.
***
Gracias por su visita. Estoy contento, sobre todo después de escucharte [se dirige al jefe de grupo]. Entendía casi todo, pero iba a cien por hora y a veces no entendía nada. Pero me gustaba esa visión de la educación -lo digo con mis propias palabras- en tensión entre el riesgo y la seguridad. Lo que está haciendo es algo bueno. Hay que romper con la imagen de la educación, según la cual educar es llenar la cabeza de ideas. Así educamos a los autómatas, a los macrocéfalos, no a las personas. Educar es arriesgarse en la tensión entre la cabeza, el corazón y las manos: en armonía, hasta el punto de pensar lo que siento y hago; sentir lo que pienso y hago; hacer lo que siento y pienso. Es una armonía.
Pero hay que tener el hilo de Ariadna para salir de los laberintos… Pienso también en el laberinto de la vida: el niño o la niña que está creciendo no entiende muchas cosas; ¿cuál es el hilo de Ariadna para ayudar a los jóvenes a no perderse en el laberinto? Caminar juntos. No se puede educar sin caminar junto a las personas a las que se educa. Es bonito cuando encuentras a los educadores caminando juntos con los niños y las niñas. Y usted [en el subtítulo del libro que me regaló] dice algo muy bonito: «Cuando la retórica se encuentra con la realidad». Educar no es decir cosas puramente retóricas; educar es hacer que lo que se dice se ajuste a la realidad. Las niñas y los niños tienen derecho a equivocarse, pero el educador les acompaña en el camino para dirigir esos errores, para que no sean peligrosos. El verdadero educador nunca tiene miedo a los errores, no: acompaña, les lleva de la mano, escucha, dialoga. No se asusta y espera. Esto es la educación humana. Como se puede ver, hay un abismo entre el legado de la educación macrocefálica y la educación misma, que es este llevar adelante y hacer crecer, este ayudar a crecer. Le agradezco este enfoque humano de la educación. Y adelante, ¡vamos!
La última cosa a la que se refirió [dirigiéndose de nuevo al líder del grupo]: el diálogo entre jóvenes y mayores es importante. Esto es muy importante. Incluso pasando por encima de los padres: no como rebeldía, sino para buscar el origen. Las raíces. Porque el árbol, para crecer, necesita una estrecha relación con las raíces. No quedarse quieto en las raíces, no, sino estar en relación con las raíces. Hay un poeta de mi tierra que dice una cosa muy bonita: «Todo lo que tiene el árbol que florece viene de lo que tiene bajo tierra». Sin raíces, no podemos avanzar. Sólo con las raíces nos convertimos en personas: no en estatuas de museo, como ciertos tradicionalistas fríos, almidonados y rígidos, que piensan que proveer a la vida significa vivir apegados a las raíces. Necesitamos esta relación con nuestras raíces, pero también necesitamos avanzar. Y esta es la verdadera tradición: tomar del pasado para avanzar. La tradición no es estática: es dinámica, va hacia adelante. Hubo un teólogo francés del siglo V, un monje, que se preguntó cómo podía progresar el dogma sin arruinar la inspiración de su propia tradición, cómo debía crecer sin esconderse en el pasado. Y dijo en latín: «Ut annis scilicet consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate»: progresa consolidándose con los años, desarrollándose con el tiempo, sublimándose con la edad. Consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate, esto es la tradición: hay que educar en la tradición, pero para crecer.