EVERILDO GONZÁLEZ ÁLVAREZ
Empezando el mes de Noviembre es momento de recordar a los fieles difuntos es decir es El Día de Muertos que es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos, a aquellos que han abandonado este planeta y que solo han dejado sus restos para que familiares y amigos les den sepultura. Comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones, dos seguidas: la de los Fieles Difuntos y la de Todos los Santos Es una festividad mexicana. La UNESCO ha declarado esta festividad como Patrimonio de la Humanidad.
El Día de los Muertos es un día festejado en algunos otros países principalmente de Centroamérica pero es un hecho que dicha festividad empezó en nuestros antepasados y de aquí se extendió a otras poblaciones indígenas.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles, tengamos en cuenta que para nuestros ancestros, principalmente los mexica era todo un ritual cuando fallecía algún gobernante o alguien más de clase social alta y las celebraciones por el duelo duraban algunos meses en los cuales no se podía llevar a cabo la ceremonia en que era nombrado rey a quien el Consejo había elegido—cuando se trataba del monarca— y en tanto se realizaba la ceremonia de duelo, quien sucedía al gobernante fallecido partía a tierras lejanas para traer al mayor número de esclavos que eran sacrificados como parte de la ceremonia de entronización.
Al fallecido le preparaban para el largo viaje que tenía que emprender y es así como le dejaban comida, agua y todo aquello que creían necesitaría, además de que sacrificaban esclavos que acompañarían y servirían al gobernante. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purhépecha, nahua y totonaca.
Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, a finales de Julio y todo Agosto. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, esposa de Mictlantecuhtli, señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
Para los antiguos mexicanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar, en los mexica siempre morir era algo deseado pues partían a reunirse con los dioses. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida. Recordemos que para los mexica era un gran honor ser sacrificados a los dioses, llegar a la piedra de los sacrificios era algo deseado por muchos pues partían a las tinieblas protegidos por sus dioses.
Al morir, antes de la conquista se creía que los muertos podían viajar por algunos rumbos diferentes y se consideraba para esto: el lugar donde había muerto, la forma etc. Estos rumbos eran los siguientes:
1-. El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos eran generalmente incinerados, los predestinados a Tláloc eran enterrados, como las semillas decían que para germinar.
2-. El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que eran sacrificados y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañarán al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala de valores mesoamericana, el hecho de habitar el omeyocan era un privilegio. El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas, por eso en algunas regiones, ciertas aves no podían ser muertas por el hombre .Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los antepasados Aztecas Por incomprensible que parezca, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.
3-. El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictacacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir. El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él, las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón –ixcátl-, hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
4-. Chichihuacuauhco, era un lugar para los niños muertos, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.
El Día de Muertos es una tradición que ha perdurado a través de los siglos, la importancia de la muerte misma en muchos pueblos de la antigüedad, incluyendo a nuestros antepasados mexicas, nos lleva a que el 2 de Noviembre recordemos a quienes ya han abandonado este mundo y que según la religión católica, se encuentran a la vera del señor, nuestro Dios.
Dicen aquellos que han investigado que los rituales que llevan a cabo en prácticamente todo el mundo para conmemorar a los difuntos datan de miles de años dependiendo de la cultura y la religión, las creencias que justifican tal acontecimiento se originan por la necesidad de trascendencia después de la muerte.
Actualmente en nuestro México, solamente se le dedica un día a los muertos pero hace ya algunos cientos de años, la celebración a aquellos que ya habían partido era una de las más celebradas y abarcaban varios días. Ya después de la conquista, se estableció principalmente entre los mexicas que era el pueblo conquistador el Día de todos los santos y, de igual manera, el de los fieles difuntos, éste se había instituido en Europa en el año 844 por disposición del Papa Gregorio cuarto. Ya un tiempo después, a un esqueleto con guadaña se le conoció como LA MUERTE y se le dio figura de mujer.
En nuestro México las celebraciones más visitadas son las que se llevan a cabo en la Ciudad de México, muy visitadas son las de Tláhuac, de Xochimilco y de Míxquic que se encuentra por el rumbo de Tulyehualco, pero tal vez la más conocida y visitada sea la que se lleva a cabo en nuestro Estado Michoacán y aquí es en Pátzcuaro, en la pequeña isla de Janitzio en donde la tradición ha perdurado hasta nuestros días.
Se dice que es en esta noche, el 2 de Noviembre, cuando surgen las sombras de la princesa michoacana llamada Mitzita hija del último Caltzonci y de Itzihuapa que era hijo del señor de Janitzio y, cuentan que estando muy enamorados no pudieron desposarse como era su deseo pues la llegado de los españoles lo impidió. La princesa para salvar a su padre de las torturas de Nuño de Guzmán- Cortés lo había enviado a conquistar a los que ellos llamaban Tarascos—tarascue era nombre de los familiares, tios, primos y más–, ofreció a cambio de la libertad del que ya era un anciano monarca, el tesoro que se encontraba en las profundidades del lago de Pátzcuaro, entre Janitzio y Pacanda.
Itzihuapa se convirtió en el guardián del tesoro. Bueno, la tradición nos dice que es durante la noche del primero de Noviembre cuando despiertan los guardianes del tesoro y al sonar las campanas suben la cuesta de la isla y los enamorados Mitzita e Itzihuapa se encaminan al panteón donde reciben las ofrendas de aquellos que aun habitan este planeta.
Son varios los rituales que se tienen en la región de Pátzcuaro y, uno de ellos, el de velación, inicia el primero de noviembre cuando se hacen altares y se llevan ofrendas a los angelitos- niños-, quien fuera su padrino en vida, lleva un arco adornado con flores de cempasúchil y la llamada flor de ánima además de dulces de azúcar de diversas figuras pero principalmente de ángel y animalitos. En el trayecto se van cantando alabanzas y rezando, en tanto, en la casa del niño difunto los papás colocan las ofrendas y preparan platillos como pozole, tamales, atole, etc., que invitarán a los que acompañan a los padrinos y demás personas, si el niño fallecido tiene varios años de muerto, se omite llevar el arco con las flores.
El día dos de noviembre la ofrenda se dedica a los difuntos adultos. Se lleva a cabo la velación que inicia la noche del día primero cuando se preparan las ofrendas que se llevarán a las tumbas o que se colocarán en los altares propios- de la familia y se termina ya por la mañana del día dos de ese mes. Aquellos que han fallecido recientemente y que por lo tanto tendrán la primera ofrenda, las honras inician nueve días antes con el novenario y termina precisamente con el dos de ese mes. Durante la velación se acostumbra intercambiar las ofrendas con los vecinos de tumbas a fin de que al regresar al hogar las personas tengan diferente ofrenda. En los panteones, las tumbas son cubiertas con servilletas bellamente bordadas y sobre las mismas se ponen cazuelas con mole o arroz, jarros con agua u alguna otra bebida, canastas con fruta y las velas que se dice son para guiar al difunto hacia el camino de los muertos.
El altar familiar que se coloca en las casas, principalmente es adornado con imágenes religiosas, fotografías del difunto y de la familia, ropa y cosas personales del mismo y para evocar su presencia, se encienden velas alrededor de una cruz de pétalos de flor de cempasúchil.
Prácticamente en todas las celebraciones del Día de Muertos, ya sea en Míxquic, Tlaxcala, o Pátzcuaro por mencionar solo algunas, las ofrendas y los altares son parte importante, indispensable en la celebración. El altar-ofrenda es un rito respetuoso a la memoria de los muertos, su propósito es atraer sus espíritus. Consiste en obsequiar a los difuntos que regresan ese día a convivir con sus familiares, con los alimentos y objetos preferidos por ellos en vida, para que vuelvan a gozar durante su breve visita. En la ofrenda o altar de los muertos no deben faltar la representación de los cuatro elementos primordiales de la naturaleza. Son los cuatro elementos que en toda celebración purépecha están presentes:
1-.Tierra, representada por sus frutos que alimentan a las ánimas con su aroma.
2-.Viento, representado por algo que se mueva, tan ligero como el viento, empleándose generalmente papel picado o papel de china.
3-. Agua, un recipiente para que las ánimas calmen su sed después del largo camino que recorren para llegar hasta su altar.
4-. Fuego, una vela por cada alma que se recuerde y una por el alma olvidada.
En la ofrenda también se coloca sal que purifica, copal para que las ánimas se guíen por el olfato, flor de cempasúchil -algunos escriben cempasúchitl- que se riega desde la puerta hasta el altar para indicar el camino a las almas. Aquí, siempre hay alguno de la familia esperando la llegada de ellas para demostrarle su respeto y compañía.
La ofrenda- altar debe constar de siete niveles o escalones y que representan los siete niveles que tiene que pasar el alma para poder descansar, este altar debe ser barrido con hierbas aromáticas hacia los cuatro vientos y se debe hacer un día antes de la celebración.
Los siete escalones se hacen de cartón, madera u otros objetos y el número uno es el de arriba y, cada escalón tiene un significado especial y los siete deben forrarse con tela negra y blanca y contener ciertos objetos propios. En el primer escalón se pone la foto del santo o virgen de la devoción de la familia. El dos se dedica a las ánimas del purgatorio y en el tercero se pone la sal para los niños del purgatorio. El cuarto es uno de los escalones que más lucen y sobre él se pone pan de muerto. En el quinto se pone comida y fruta que fuera la que más gustaba el difunto y ya en el sexto se coloca la foto del difunto a quien se dedica el altar y las ofrendas; en el último se pone la cruz de un rosario que se hace de frutas principalmente de tejocote o limas, ya para estas fechas el tejocote está maduro.
Por lo que respecta exclusivamente a las ofrendas, es común que el 31 de octubre se elabore la ofrenda dedicada a los niños fallecidos que generalmente se les llama angelitos. Se cree que sus almas llegan el primero de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que los papás prepararon. En el altar dedicado a los angelitos la comida que se ponga no debe condimentarse con chile y es común que las flores y los candelabros sean blancos ya que ese color simboliza la pureza.
Continuemos conociendo de la celebración del Día de Muertos que en nuestro Michoacán es donde se tiene la población, tal vez, más visitada en esas fechas por todo lo que se hace y se dice para honrar a nuestros fieles difuntos.
Se tienen varios elementos que se dice son para recibir a las ánimas como son: Agua: considerada la fuente de la vida, se ofrece a los difuntos para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezca su regreso.
Sal. Se dice sirve para que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta. Tengamos en cuenta que aun en nuestros días la carne que compramos se sala para que no se engusane.
Velas y veladoras. Se dice que la flama que producen significa la luz, la fe y la esperanza y sirve de guía para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares. En lugares como Ocumicho, cada vela que se pone es un difunto.
Copal. Este es un elemento usada en muchas tradiciones en las comunidades indígenas y sublima la oración, la alabanza, aunque también se usa para limpiar el lugar de los malos espíritus. En Tarecuato, en cada esquina se prende copal y al llegar a la población se deleita uno con el olor.
Flores, son símbolo de festividad por sus colores aromas y cada color tiene su significado no nada más en el Día de Muertos sino en otras festividades como en Patamban en las casas donde se tienen imágenes—los llamados Cargueros, que tienen un cargo religioso— por una año siempre deben tener flores en el lugar, bueno, las flores blancas representan el cielo; la morada el luto y la amarilla la tierra. Pero hay una flor que siempre debe ponerse y es la de cempasúchitl.
Petate. Se pone para que, según se dice, sirva de cama a los muertos, generalmente va a un lado de la ofrenda o en la parte de atrás si hay espacio.
Pan: es un elemento que no debe faltar en una ofrenda, en Patamban es muy usado en las ofrendas el pan blanco o bien se ponen los llamados mamones—pan blanco llamado así— y en otros lugares ya se acostumbra poner el llamado pan de muerto.
Ahora por último vayamos a conocer los elementos que son para ofrendar a los fieles difuntos: Retrato. Se dice que se debe poner en la ofrenda, pero escondidos y que solo pueda verse con un espejo.
Imagen de las ánimas del purgatorio: lleva la intención de obtener la libertad del alma del fallecido y, en algunos lugares, se ponen imágenes de santos para que sirvan de contacto o relación entre los vivos y los muertos.
Licor. Se dice que es para que el difunto recuerde aquellos momentos en que ese vino estaba presente en sus celebraciones, se pone aun cuando el difunto no haya sido amante de tomar.
Calaveras de azúcar: generalmente se ponen calaveras de azúcar de dos tamaños y las chicas son para dedicarse a la Santísima Trinidad y las grandes a nuestro Padre, a Dios.
Cruz grande de ceniza. Sirve para que el ánima pueda expiar sus culpas. Hay lugares donde esto no se usa.
Mole con pollo, guajolote u otras aves, principalmente en comunidades indígenas se acostumbra poner este platillo pues, tengamos en cuenta que acompañado con arroz es el platillo más servido en festividades —bodas bautizos, quince años y más—-
Papel picado que se dice es porque da colorida y alegría de vivir. Este sí abunda en prácticamente todos los lugares.
Cirio. Se dice que representa el alma sola y es una tradición que tiende a desaparecer, poco se ven cirios en la celebración del Día de Muertos.
Esto es un poco de lo mucho que hay de costumbres y tradiciones del Día de Muertos, las coronas, desde algunos años, están teniendo mucho uso y en cada región se quitan o se aumentan actividades.
Honremos a nuestros difuntos y pidamos a Dios nuestro señor por su descanso eterno.
Compilación de México a través de los siglos de Vicente Riva Palacio y de Tradiciones