La NO política como forma de gobierno

Lo que parecían casos aislados hoy se han vuelto formas del ejercicio de gobierno. La constante es la ausencia del quehacer político al que está obligado quien llega a la función pública.

Edmundo Jacobo Molina

La política es el arte de ponerse de acuerdo, en el que nadie gana todo, pero todos ganan. Eso hoy está ausente y al parecer lo que priva es lo contrario, la no política como forma de gobierno.

Lo que parecían casos aislados hoy se han vuelto formas recurrentes en el ejercicio de gobierno. Los casos que evidencian esta afirmación ahora son frecuentes y se practican en diferentes niveles del ejercicio público. De manera tal que al parecer la máxima es: impongo mis decisiones, o al menos lo intento, sin someterlas a la consideración de otros y menos si estos tienen visiones distintas a las mías.

Vayamos por partes y van tres ejemplos recientes que desde mi punto de vista ilustran lo anterior.

Primero, el proceso que llevará a la designación de la persona que sustituirá a Arturo Zaldívar en la SCJN. Más allá de lo delicado del asunto, por la relevancia del mismo, se trata del máximo tribunal constitucional, última instancia de interpretación legal, contrapeso ante el abuso político y garante del pacto social, pero analicemos por ahora solo el procedimiento.

Si bien está previsto que, ante el segundo rechazo de parte del Senado de la República de las ternas propuestas por el Ejecutivo federal, este puede designar directamente a quien ocupe el cargo, este recurso estaba considerado para ser usado en el extremo (por cierto, a la luz de los hechos habría que revisarlo) al fracasar la política, hoy es usado en primera y última instancia.

Desde el primer momento, el presidente de la República dejó ver con claridad que, ante lo que él mismo calificó como traición de dos de las cuatro propuestas que ha hecho a lo largo de su mandato, impondría una ministra sobre la que no cabría duda de la lealtad a su proyecto como consideración fundamental.

Así que para qué me esfuerzo en propiciar un debate fundado en perfiles, trayectorias y propuestas, sí existe un resquicio legal que me permite imponer y de esa manera no corro ningún riesgo.

Segundo, el caso de Nuevo León es el típico TODOS PIERDEN. Ante la falta de acuerdos entre el Ejecutivo y el Legislativo locales (a estas alturas uno sospecha que no hubo intención de tenerlos y por lo mismo ni se buscaron), uno y los otros tratan de imponer su voluntad sin importarles la investidura y representación que ostentan y que les fue conferida por el voto ciudadano. Bajo esta óptica no solo pierden ellos, sino que vulneran la confianza depositada y contribuyen a seguir abonando al desprestigio de la política.

Usando artilugios jurídicos para imponer su voluntad no solo se desprestigian, que a estas alturas es lo de menos, si no que ponen en riesgo la gobernabilidad de una entidad, el buen nombre de la misma y empañan el futuro, ya que este implica certeza, respeto a un marco de reglas y no el abuso o evasión de las mismas. ¿Si eso hacen por resolver un relevo en la gubernatura qué más se podrá esperar en otras esferas de la vida social y económica?

Estamos ante otro claro caso de ausencia, evasión o fracaso de la política, en el que una y otra parte busca imponerse. No pretendo simplificar los hechos, seguramente llegar hasta acá ha sido un largo camino de desencuentros y acumulación de agravios, pero las consecuencias están a la vista, todos pierden y más aún la política y la ciudadanía.

El tercer caso se radica en la CDMX. La mayoría en el Congreso local se ausenta hasta en dos ocasiones de las sesiones en las que se resolvería la solicitud de licencia al cargo del alcalde de Benito Juárez, de Santiago Taboada, para contender como candidato al cargo de jefe de Gobierno, de esa manera impiden la integración del quórum y bloquean de facto la resolución.

Está previsto en el código local que quien pretenda esa candidatura debe separarse del cargo público que ocupe 180 días antes de la elección, plazo que se agotó el sábado pasado, la estrategia era evidente y no hay más que decir al respecto. Taboada recurre al Tribunal electoral local, quien finalmente otorga la licencia al no haber impedimento para ello.

Ahora la mayoría en el Congreso alega que lo haría el día de mañana y que interpondrán recursos contra el Tribunal local, ante la SCJN y el Tribunal Electoral Federal. Como diría el clásico “pero qué necesidad” o con suspicacia, ¿se trata de evadir a la política eliminando con una chicanada a un contendiente?

En los tres casos referidos, y podemos citar lamentablemente muchos más, la constante es la negación de la búsqueda de acuerdos, de la deliberación, la ausencia del quehacer político al que está obligado quien llega a la función pública por la vía democrática.

POSDATA: Lo que está sucediendo en Nuevo León no puede dejarse pasar. La política como espectáculo entretiene, pero aleja a la ciudadanía de su ejercicio. En un show la audiencia ve desde lejos, pero no actúa, y aprueba con su aplauso o reprueba con la ausencia del mismo. Cuando el guion se reitera sin más, la obra se agota y el público se aleja. Reprobable quien, sin respetar su encomienda y a la política, la asemeja con su actuar a una representación en la que la ciudadanía es un público pasivo; así, el espectáculo se degrada, el público se aleja y como actor puede llegar cualquiera. (El Financiero)

El autor fue secretario ejecutivo del Instituto Nacional Electoral (INE)

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