La vida como único extremismo, cubanas entre adversidades construyen resiliencia

Tamara Roselló Reina
Cuba

Cuba se levanta cada mañana en medio de adversidades que retan la capacidad de adaptarse, innovar, crear y existir. La resiliencia cobra sentido con el testimonio de las cubanas y los cubanos, que, ante los riesgos, tensiones e incertidumbres, edifican proyectos, comparten valores y tejen redes humanas para buscar alternativas colectivas a favor de la vida.

Los eventos hidrometeorológicos suelen generar escenarios de riesgo cada vez más frecuentes y con mayor intensidad. En los últimos años se han producido fenómenos extremos como sequías, grandes huracanes e inundaciones locales por la afectación de tormentas tropicales.

Matthew, un huracán de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, devastó el oriente cubano en 2016. Gregoria Frómeta, refugió en su casa a 95 personas de su comunidad Mata-Guandao (Guantánamo). Su casa no es muy grande, pero sí más segura que otras aledañas, por tener techo de placa. El nombre de Gregoria y Mata-Guandao se volvieron leyenda, un ejemplo de resiliencia comunitaria con liderazgo transformador de mujeres. Luego del desastre se organizaron para reconstruir colectivamente lo dañado, de manera más segura y resistente ante nuevos embates.

Las mujeres, muchas de ellas amas de casa, se enrolaron en otra brigada, de monitoreo y aprendizaje, como parte de un proyecto de recuperación de las condiciones básicas de vida de las familias damnificadas por el huracán, que impulsaron organizaciones locales (Federación de Mujeres Cubanas, Cruz Roja, el gobierno municipal) junto a Oxfam. A la par de su labor de supervisión sobre el proceso de montaje de los techos, las mujeres intercambiaron sobre otras problemáticas de su comunidad, como la prevención y atención de la violencia de género.

Probablemente ni los hombres ni mujeres que integraron estas brigadas comunitarias habían reflexionado antes en clave de resiliencia. Pero si de algo presume la población cubana es de su capacidad de anticiparse a los desastres, tomando medidas en los hogares, centros laborales y barrios para disminuir sus impactos todo lo posible. Eso explica el bajo índice de pérdidas humanas ante el paso de un huracán.

Las mujeres campesinas vinculadas en trece provincias cubanas al Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL), una iniciativa que supera los veinte años, han puesto a dialogar los saberes campesinos y científicos en términos de generación endógena de soluciones y alternativas. Inicialmente para el fitomejoramiento participativo de las semillas, luego se han sumado nuevos desafíos. PIAL ha apoyado la selección, conservación y certificación local de semillas, las mejores adaptadas a las condiciones de su contexto, pero también las preferidas por las familias campesinas.

Las mujeres son minoría entre quienes poseen propiedad de la tierra en Cuba y entre quienes trabajan de manera remunerada en la agricultura. Por arraigo de la cultura machista y el patriarcado muchas mujeres rurales se dedican casi de modo invisible al trabajo doméstico y apoyo a sus familiares en labores de las fincas, patios o preparando alimentos para quienes cultivan directamente la tierra. PIAL ha reunido a muchas de esas campesinas en espacios de sensibilización de género e intercambios locales sobre sus innovaciones, que van desde las recetas para servir una mesa nutritiva y sabrosa, o para la alimentación animal, atender plantas medicinales, hacer arreglos florales o trabajos artesanales. Al asumir las riendas de sus propias vidas se han convertido en protagonistas de la soberanía alimentaria local y de la economía familiar.

Las claves de esas mujeres han sido aprovechar cada oportunidad de superación, compartir sus saberes, perder el miedo a hablar y reconocer que los cambios tienen que ser personales, pero, además, hay que modificar las relaciones de género y generacionales que las limitan.

Una de ellas es Damary Puente de una cooperativa en Pinar del Río. Otra, en el oriente cubano, Xiomara Oliva Galardi, a sus 60 años, se ha convertido en líder del Grupo de Innovación Agropecuaria Local de ganado ovino caprino.

Las estrategias de estas mujeres para abrirse paso en contextos masculinizados, emprender y superar las dificultades, demuestran que no es preciso esperar por una situación de carácter humanitario como las que provocan los desastres o las emergencias sanitarias, para entrenar y potenciar las capacidades de construcción de la resiliencia. Esos intercambios y procesos de toma de consciencia, esa búsqueda de soluciones a problemas específicos, que generan innovaciones de tipo social y/o técnico para disminuir vulnerabilidades e incrementar el bienestar personal y colectivo, nutren el camino de la resiliencia.

Una de las adversidades devenida constante en la vida de las cubanas y los cubanos, como una piedra en sus zapatos con la que ha habido que andar por seis décadas, es lo que conocemos por “bloqueo”. En Estados Unidos, el país que lo sostiene, prefieren nombrarlo “embargo”. Se trata de una política hostil que precariza la vida y los derechos de la población cubana desde 1962, con marcado carácter extraterritorial, pues las sanciones se aplican también a terceros por comercializar con Cuba, tocar sus puertos o hacer una transferencia bancaria a la isla.

Según el informe “Derecho a vivir sin bloqueo” (Oxfam 2021), los impactos de esas sanciones afectan todos los espacios de la sociedad cubana, tanto privados como públicos. Ni siquiera en medio de la pandemia de COVID-19 se levantaron las restricciones para adquirir alimentos, productos de aseo, medicamentos o tecnologías médicas, vitales para una respuesta más efectiva a esa enfermedad. El estudio recorre sectores estratégicos para el desarrollo del país donde las mujeres tienen una presencia elevada, como la Salud Pública y la Biotecnología.

Dagmar García Rivera, directora de Investigaciones del Instituto Finlay de Vacunas, una de las instituciones líderes en la creación de vacunas cubanas contra la COVID-19, sabe que las mujeres científicas tienen “una gran responsabilidad en un entorno complejo. Los retos técnicos son grandes, hacemos ciencia con restricciones de reactivos e insumos”. Esas limitaciones prácticas tienen tras de sí al bloqueo que impide acceder a mercados u obstaculiza el intercambio profesional. Para lograr resultados como las vacunas Soberana, Abdala o Mambisa, -que permitieron inmunizar en 2021, a la totalidad de la población cubana, incluida a niñas y niños a partir de 2 años-, son incansables los esfuerzos para encontrar alternativas y adquirir los recursos necesarios para sostener las investigaciones y su aplicación.

Para las mujeres de la Ciencia, esto se traduce en largas jornadas laborales que tensionan el balance entre la vida laboral, la familiar y la personal, puntualiza el informe. El bloqueo afecta a las mujeres dentro y fuera de los centros laborales. Las afecta mientras atienden a las personas enfermas y cuidan a sus hijos e hijas y a sus familiares de la tercera edad. El conjunto de esas labores termina sobrecargando a las cubanas, al ser quienes llevan el mayor peso en la reproducción y la sostenibilidad de la vida cotidiana.

A lo que ni huracanes, pandemias o sanciones han logrado poner límite, es a la solidaridad como valor central para movilizar redes comunitarias que comparten lo que disponen. En tiempo de COVID-19, la gestión de medicamentos a través de plataformas virtuales alivió la escasez de medicinas. También la posibilidad de prever y diseñar planes alternativos para no detenerse cuando un primer intento no es viable.

La vida es un regalo. Procurarla en cada gesto es una máxima a la que muchas mujeres se aferran en su día a día. Hay que hacerle justicia a esa voluntad que se impone tiernamente más allá del dolor, las dificultades, las puertas cerradas, los desastres, las sanciones y los sinsentidos. Habría que explicarla como el alumbramiento mismo: un acto de fe, que da luces cuando parece más oscuro el camino, que abraza o tiende la mano cuando quieren fallar las piernas y que recuerda que el sol está ahí para todas y todos, por igual. Eso me han enseñado las cubanas, es resiliencia.

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