Galeristas, gestoras y críticas que lograron el poder en espacios culturales son documentadas en el libro «Agentas culturales del siglo XX. Desafíos de una gestión», que coordinan Ana Garduño y Graciela de la Torre, y que publican Libros UNAM, el Instituto de Investigaciones Estéticas y la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural
Los museos como lo conocemos hoy no serían posibles sin el arduo trabajo de mujeres del siglo XX que desafiaron las normas sociales. Además de figuras como Frida Kahlo, María Izquierdo, Joy Laville o Graciela Iturbide, hubo mujeres que detrás del telón movieron los hilos para promover el arte mexicano en el país y el mundo. Las historias de estas mujeres está en el libro ❝Agentas culturales del siglo XX. Desafíos de una gestión❞, publicado por Libros UNAM, el Instituto de Investigaciones Estéticas y la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural.
Son las historias de 20 mujeres, entre las que están las galeristas Inés Amor, Lola Álvarez Bravo y las hermanas María Teresa, Ana María y Montserrat Pecanins; la coleccionista Márgara Garza Sada de Fernández, y Dolores Olmedo, o directoras de recintos como Helen Escobedo.
El libro fue coordinado por la doctora en historia del arte por la UNAM, Ana Garduño, y la directora de la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural, Graciela de la Torre; y surgió porque “nunca ha habido un libro que hable de las mujeres que han hecho trabajo a favor del arte desde diferentes trincheras, desde diferentes espacios de poder o son mujeres que no han sido estudiadas en colectivo”, explica Garduño.
También la idea era hablar de esas mujeres de las que casi nunca se habla. “Hay algunas más visibles que otras, más conocidas que otras, por ejemplo, a Lola Álvarez-Bravo se le conoce más como fotógrafa que como galerista. Y yo quería salir del libro tradicional de artistas, ya tenemos muchos libros de mujeres artistas, pero a las mujeres artistas se les ha tomado un poco más en cuenta que a las gestoras culturales, que a las agendas culturales, a las que hacen gestión”, dice la coordinadora.
El objetivo del libro es hacer una revisión histórica y ver cómo “estas mujeres lucharon contra prejuicios de su familia, que no querían que trabajaran, o de la sociedad, que pensaba que trabajar en museos era una pérdida de tiempo o que vender arte era mal visto” por ponerle precio a la creatividad.
La selección de estas mujeres no fue tarea fácil para las coordinadoras. Aunque sólo se concentraron en el área de artes visuales, Garduño dijo que fácilmente pudieron haber elegido a 50 mujeres. Para definir la selección y maquetar el libro se llevó cinco años de trabajo. Al final, el hilo en común entre las 20 seleccionadas es que fueron casos de éxito.
“A principios del siglo XX, se veía con mucho prejuicio el trabajo de las mujeres en el espacio público y en particular el trabajo de las mujeres en el arte. Las primeras mujeres directoras de museos tenían poco poder, estaban en un mundo de hombres donde no las dejaban en verdad diseñar una política de gestión, una política curatorial, una política de exposiciones. Entonces, las mujeres de las que hablamos en el libro son mujeres que sí han tenido poder, que sí han podido presentar un proyecto de exposiciones y lo han cumplido. En este sentido es un libro de mujeres exitosas”, detalla.
Para dimensionar el impacto que tuvo el trabajo de estas mujeres en la cultura mexicana, hay que conocer la obra de la galerista Inés Amor. El espacio que había creado su hermana Carolina en 1935 se convirtió en el espacio de exhibición más importante de la primera mitad de México del siglo XX. Ella promocionó, exhibió y vendió también en Estados Unidos, el arte mexicano de lo que ahora llamamos la Escuela Mexicana de Pintura.
“Si hay alguien que difundió, exhibió ese corriente donde están insertos Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Olga Acosta, María Izquierdo, Frida Kahlo… Si hay alguien que hizo ese trabajo de promoción, de difusión, fue Inés Amor. Para entonces todavía no estaban bien aceptados los museos. El INBA no existía. Entonces, si tú querías ver artistas contemporáneos mexicanos, tenías que ir a la galería de Inés Amor”, detalla Garduño.
Otro ejemplo son las hermanas Pecanins, quienes apoyaron el movimiento de ruptura, del que formaban parte Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo. “Ellas apostaron por un grupo y una corriente de artistas con los que ellas se sentían afines y los apoyaron, los impulsaron, los exhibieron en México y afuera”, dice la coordinadora del libro.
La importancia del pasado
Para Ana Garduño es importante investigar la historia de estas mujeres para entender el sistema cultural actual. Este libro, señala la también autora, revela cuáles eran los gustos dominantes en la sociedad en cuanto al arte.
“Podemos ver qué estaba sucediendo en el arte en México y cómo hay un grupo de mujeres que deciden apoyarlo, deciden correr un riesgo, porque era un riesgo, decir tu opinión siempre es un riesgo. Este libro permite ver cómo poco a poco las mujeres van ocupando posiciones de poder en espacios clave, en espacios determinantes”, declara.
Recuperar el trabajo que hicieron mujeres en el pasado es algo que se vio con fuerza en la cartelera cultural de la Ciudad de México. Por ejemplo, el Museo de Arte Moderno dedicó una exposición a Margarita Nelken, el Museo Tamayo realizó una muestra de Carla Stellweg y actualmente el Museo de Arte Carrillo Gil tiene una sobre Sylvia Pandolfi. Por otra parte, la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó la biografía de Miriam Kaiser, escrita por Angélica Abelleyra. Al respecto, Garduño señala que el rescate del trabajo de estas mujeres viene ocurriendo desde hace 10 años.
“Lo que estamos tratando de hacer es visibilizar cosas que ya ocurrieron, pero que no hemos tomado nota. Por fin hay feministas mexicanas que han estado luchando por posicionar a las mujeres creadoras”.
Libro incluyente
La publicación llama la atención porque en su título usa la palabra “agentas”. Al interior, en la introducción del prólogo, Garduño hace uso del lenguaje incluyente. Esto tiene una razón de ser:
“Una lengua que no se mueve es una cultura inerte, entonces yo creo que hay que presionar un poco también al lenguaje para que nos represente, para que hable de nosotras, de nosotros, de los que somos ahora, que hable del presente y no del pasado. Para mí, un requerimiento contemporáneo del lenguaje es feminizar conceptos que por mucho tiempo han estado demasiado masculinizados, y creo que no es un atentado contra el idioma. Hay que feminizar conceptos que han estado demasiado patriarcales, y reconocer que fueron así en el pasado, pero luchar para que ahora sean mucho más incluyentes”, explica Ana Garduño.
Aunque se trate de un libro que destaca la labor de puras mujeres, Garduño indica que no quisieron limitar a que los autores de los 20 ensayos biográficos fueran sólo mujeres, sino que el criterio de selección fue tener a voces de distintas generaciones que fueran expertos en los temas.
“Hay gente de diferentes instituciones, hay de la UNAM, hay del INBA, hay del INAH y no quería que fuera excluyente. Yo no creo que ahora tengamos que hacer proyectos culturales donde los hombres estén marginados, a pesar de que estuvieron por siglos dominándoles en la actividad artística mexicana o universal”, afirma Garduño.
Entre los autores de Agentas culturales del siglo XX. Desafíos de una gestión, están, por ejemplo, Jorge Reynoso, especialista en Sylvia Pandolfi; Rita Eder, profesora emérita de la UNAM que escribe sobre su maestra Ida Rodríguez Prampolini o la estudiante Eréndira Derbez, que actualmente trabaja en una tesis de maestría sobre Inés Amor.