Al cumplir 80 años de vida y 54 en el oficio, el también escritor habla de la lucha por la libertad de expresión. Ante las acusaciones de traidor a la izquierda, dice que su deber es poner distancia de sus convicciones políticas, pues hay “con mucha frecuencia convicciones con tintes de fanatismo”
Humberto Musacchio (Ciudad Obregón, Sonora, 1943) acaba de cumplir 80 años de vida y 54 haciendo periodismo, oficio al que entró, dice, “por casualidad” (estudió Economía en la UNAM) y en el que ha ido haciendo carrera “casi de milagro”. El autor de la columna La República de las Letras en Excélsior, quien fuera jefe de Cultura del EL UNIVERSAL y Unomásuno y subdirector de La Jornada es un veterano del periodismo cultural al que ve en buena forma, aunque reconoce que atraviesa por una etapa complicada pues han desaparecido suplementos y se han reducido páginas en los diarios.
En los últimos días, el autor de varios libros, del Diccionario enciclopédico de México y de Historia del periodismo cultural en México ha sido acusado de traidor de la izquierda por haber dedicado una columna a dar cuenta de los desastres de la Cuarta Transformación del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero él dice: “Yo no traiciono, mi deber como periodista es poner distancia de mis convicciones políticas”.
En más de medio siglo, Musacchio ha visto cambios y conquistas del periodismo y asegura que el principal logro es la libertad de expresión, para la que también el sismo de 1985 fue determinante. Reitera que no ha sido regalo de ningún gobernante, sino una conquista de los periodistas. Sobre este gran oficio que exige experiencia y rigor, sobre sus convicciones políticas desde la juventud, de sus luchas y de ser sobreviviente de la matanza de Tlatelolco, pero también de sus nuevos libros y de su vida a los 80 habla Musacchio.
¿Qué siente luego de más de medio siglo en el periodismo?
Tengo efectivamente ya más de medio siglo en el periodismo; llegué un tanto de casualidad, después de la matanza de Tlatelolco, de la que soy sobreviviente. Me encontré sin trabajo, sin empleo, sin casa, sólo tenía la ropa que traía puesta. Empecé en 1969, pero a mediados de los 70 empezó a ocurrir una transformación en el periodismo cultural. Antes las secciones culturales se hacían sólo con colaboradores, pero luego hubo cada vez más reporteros, gente que había estudiado periodismo, que tenía una formación académica, no digo que son mejores o peores, pero son diferentes. Si tú observas hoy las secciones culturales te vas a dar cuenta de que lo que manda es lo que hacen los reporteros, lógicamente, ya no los colaboradores. Incluso hay secciones sin colaboradores, sin opinadores. Ese para mí fue un gran cambio.
¿Y en la libertad de expresión, hay hoy mayor libertad?
Yo era militante del Partido Comunista, pero de militancia reservada, decíamos, porque un periodista comunista no tenía cabida en ningún lado, se decía “tú eres gente del partido, no vas a opinar con libertad, no vas a ser ecuánime”; el margen de la libertad de expresión era reducidísimo, pero también los golpes enseñan, y una de esas enseñanzas es que me dio armas para aprovechar ese pequeño margen de libertad de expresión e ir a los límites siempre que podía y hasta un pasito más, porque así es como se gana la libertad de expresión.
¿Es una batalla dada y ganada?
La libertad no se gana un día y para siempre. Se va ganando con pequeñas y grandes batallas. Creo que el jalón definitivo ocurrió en 1985, con el temblor. Los periodistas entraban en directo al aire, desde una cabina telefónica; estaban informando lo que pasaba, lo que veían, lo que se estaba haciendo, eso constituyó también a una gran apertura en el periodismo cultural, en el periodismo de todo orden, y a partir de ahí se fueron dando otras aperturas que nos han traído hasta aquí. La libertad de expresión no es regalo de ningún gobernante. Hoy podemos criticar lo que se nos pegue la gana, pero eso no fue regalo de nadie, eso lo ganamos nosotros los periodistas ejerciendo la libertad para ganarla. Así de simple.
¿Cómo ha sido este sexenio? En una columna usted habla de los desastres de la 4T; ha sido muy criticado y lo acusan incluso de traición.
No, no, yo no traiciono, mi deber como periodista es poner distancia de mis convicciones políticas, que son otra cosa y lo voy a seguir haciendo. A mí nadie puede reclamarme que me haya pasado a la derecha porque yo sigo viviendo de mi trabajo y vivo al día. Me sigo llamando igual que siempre.
¿Cuesta ser un periodista crítico siendo de izquierda?
A la hora de hacer periodismo uno tiene que poner a un ladito de la computadora sus convicciones políticas porque con mucha frecuencia esas convicciones tienen tintes de fanatismo. Entonces hay que ver el mundo como es, no como quisiéramos que fuera.
¿Sigue siendo de izquierda?
Lo voy a ser hasta la muerte porque no tengo para dónde jalar. Si fuera un gran burgués seguramente cambiaría mi forma de pensar, pero no lo soy. Pero, además, la crítica a Morena no es una crítica de izquierda. Yo no estoy criticando los hechos de izquierda, que me parecen plausibles de este gobierno, critico lo que me parece que son proyectos fallidos, incompletos, mal pensados, mal emprendidos y mal realizados. No tengo por qué aplaudir eso, aplaudo las cosas buenas, pero no me agrada, por ejemplo, que el principal cuerpo de asesores del Presidente lo integren los grandes empresarios del país. ¿Dónde está la izquierda?
¿Para dónde caminamos rumbo a 2024… hay dos candidatas mujeres?
Como periodista me da mucho gusto que haya una candidata de la oposición competitiva como Xóchitl, pero también me da gusto que Morena tenga a una científica como abanderada. Falta todavía saber si Movimiento Ciudadano va a tener candidato, el hecho es que van a tener que resolver muchos problemas, no es cualquier cosa que este país se haya endeudado con un billón de pesos este año, y con dos billones el siguiente. No es un desastre, pero va a estar muy limitado el próximo gobierno y va a tener que endeudarse más para cumplir con sus obligaciones, Este endeudamiento del presente sexenio, lo que está haciendo es condicionar el funcionamiento del siguiente. Yo hago una crítica como periodista, perdón, pero me pagan por eso, no me pagan por cantarle loas al gobierno.
¿Y lo hace con conocimiento de causa?
Tengo amigos excelentes, militantes sacrificados y esforzados de toda su vida, son gente de izquierda y están en este gobierno, qué bueno, me da mucho gusto, pero privan sobre todo los cuadros que vienen del PRI y de la empresa privada, si uno observa la formación del gabinete ahí se ve quién es quién.
¿Cómo ve el periodismo cultural?
Hay menos suplementos, pero creo que hemos ganado espacios. Antes las secciones culturales eran de una sola página y no todos los periódicos las tenían. Afortunadamente hemos ganado eso, sí hay espacios, fuentes de trabajo para periodistas culturales, quisiéramos más, más suplementos, pero el periodismo cultural es así, tiene grandes momentos y grandes caídas, y ahorita no estamos en el mejor momento, pero ahí estamos.
¿Augura cambios, ajustes?
Habrá cambios positivos, porque ahorita como que están muy marginados los suplementos culturales; los dueños de los periódicos dicen que el periodismo cultural no es negocio. Sí es negocio. En este sexenio no tanto porque las instituciones públicas han retirado prácticamente toda su publicidad de los periódicos, salvo del oficial ahora, La Jornada, pero eso va a cambiar. No puede seguir así.
Usted no se detiene, ¿tiene varios libros en proceso?
Pues sí, porque tengo que comer y los libros a veces me dan dinero para comer. Entre los proyectos tengo un libro prácticamente terminado, nomás que no se ha publicado porque quiero un comprador especial. Es una historia intelectual de la vida de los cafés desde el siglo XVIII. También estoy terminando una historia del Zócalo desde el México prehispánico, prácticamente ya lo tengo, y tengo tres o cuatro proyectos más, también avanzados. Siempre estoy trabajando varios libros a la vez.
A sus 80 lo veo muy bien y muy productivo, así que vengan más años.
Que vengan más años, pero con salud, caray, es un horror esto. Los años te cobran. Yo de carrocería estoy bien, la gente no me cree que tengo 80, pero el hecho es que ya no funciona uno igual. Yo era muy productivo, ¡hombre, yo escribí un libro en 15 días!, y no fue el único. Ya no puedo hacer eso. Mi capacidad de concentración es diferente, mi resistencia física, a veces me dan las 8 de la noche, estoy cansado y solo me quiero acostar. Sin embargo, vale la pena llegar a esta edad.