Martha Rodríguez de Báez
Orlando, USA
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
Las heridas emocionales dejan cicatrices que se evidencian en la actitud y la personalidad de quienes dejan pasar los problemas pensando que se resolverán solos. Son las secuelas que nos dejan la vivencia de una experiencia incómoda o desagradable. Estas experiencias nos causan un profundo dolor y miedo. Ese miedo crea nuestro niño interior herido, que necesita de un entorno exterior sanador que conecte, de seguridad, confianza y, lo empodere. El niño herido se convierte en una persona “haciente”, que ejecuta acciones para lograr mantener su salud.
La mente puede sabotear nuestra recuperación si nos estacionamos en un mecanismo de negación, pero el proceso de sanación y transformación comienza cuando aceptamos la realidad de nuestro interior y las experiencias pasadas.
Heridas Emocionales Que Marcan La Personalidad:
• Sentimientos de indefensión y abandono
• Voces internas de maltratantes y descalificantes
• Desesperanza
• Normalización de maltrato físico y sexual
• Aislamiento
• Dificultad en expresar sentimientos y tomar decisiones
• Dependencia emocional
Efecto Kintsukoroi y Gestión de la Adversidad:
Podemos señalar que el problema no radica en las experiencias traumáticas, sino en el significado que le damos a las heridas. Kintsukoroi es una técnica de la cerámica japonesa, que, al unir los pedazos de una pieza rota, se señala con color dorado las líneas de las uniones en lugar de taparlas, un aprendizaje en la gestión de las adversidades. Cada herida superada nos hace más fuertes, nos enseña cómo no repetir errores del pasado, ayuda a entender la complejidad de las conductas humanas y nos entrena en la capacidad de ver la adversidad con creatividad, no con miedo ni con una actitud paralizante que nos deja atrapados en el pasado.
Las heridas vividas y superadas nos convierten en modelo de gestión de avance y superación, nos dan el sentido de continuidad que nos motoriza y nos mueve.
Cada cicatriz demuestra lo fuerte que he sido. La adversidad, el infortunio, una infancia triste, la soledad con malos tratos, violencia familiar, humillaciones, abandono, separación emocional; podemos recordarlo como etapas de vulnerabilidad, de miedo y al mismo tiempo como herramientas que luego fueron gestionadas e incorporadas en nuestro repertorio de inteligencia emocional y resiliencia.
La adversidad es vista como parte de la vida, y que nos invita a preguntarnos si tengo los recursos internos y externos para enfrentarla; nos mueve a buscar las ayudas que nos permitan incorporar las herramientas para afrontarla y evitar que trastorne mi personalidad, la convierta en esclava del pasado a través de ansiedades, depresiones y adicciones.
En lugar de dramatizar y convertirnos en víctimas, tenemos la elección de ser héroes del cambio, gestores de nuestra felicidad, es decir, de superar las heridas del pasado, vivir plenamente el presente y mirar con ilusión el futuro. El dolor nos alerta sobre los cambios que debemos hacer en nuestras vidas para seguir sanos y salvos.
Resiliencia y Fortaleza Emocional
El pasado se resuelve en el presente, tener una actitud de valentía para perdonar, estar sentados en la alegría y la fortaleza emocional, enfrentar las luchas cotidianas: son las metas de la sanación. Ser resilientes, para testimoniar cómo salimos de las ataduras de un pasado que nos hizo construir creencias limitadas.
La Sanación es un Proceso
•Tomar la decisión de ser libres de los fantasmas del pasado. Perdonemos, vayamos al pasado y volvamos sanos y salvos
•Elegir las personas de apoyo y confianza de acompañamiento
•Entrenémonos para pensar bonito, buscar soluciones y automotivarnos
•Construir un mapa de bienestar
•Identificar y Evitar los pensamientos que sacan al niño herido a través de críticas, las provocaciones y la prisa.
•Alejarnos de las auto descalificaciones: “Nunca conseguiré pareja”, “Siempre tengo mala suerte con las personas”, etc.
Finalmente, convirtamos en hábito el agradecimiento diario, valorar lo que tenemos y a quienes tenemos para no recaer en un pasado que no vamos a cambiar y del cual somos sobrevivientes invictos. Es nuestra responsabilidad gestionar alegría, paz y el sentido positivo en nuestras vidas.
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