Estudiosos de su obra destacan que el escritor tome el campo periodístico como su laboratorio de ideas para incitar a la reflexión y educar, a la manera de Vasconcelos y Paz, a través de sus textos publicados
Una de las facetas centrales en Gabriel Zaid, el ensayista y poeta que hoy cumple 90 años de vida y cerca de seis décadas siendo un faro intelectual, es su escritura periodística con sus nunca demasiados artículos y sus nunca demasiadas columnas, en las que ha expuesto su vocación de poner a discusión, con gran profundidad, pero con un lenguaje muy claro, temas importantes de la vida nacional como la economía, la exención cultural y la exención autoral, el poder y la política, la democracia, la corrupción, la transparencia, el progreso, la burocracia; así como su interés en la cultura, la poesía y los libros.
El ensayista y poeta Armando González Torres afirma que la arena periodística es el gran laboratorio de ideas de Gabriel Zaid y que en sus libros más sistemáticos es posible encontrar sus artículos cuidadosamente amalgamados, enriquecidos por la polémica y por una prodigiosa visión de conjunto. “La labor de divulgación y reflexión periodística de Zaid es parte central de su obra. Con pocas excepciones, sus libros se forjan gradualmente a partir de sus artículos en revistas y periódicos”.
La escritura periodística del autor de Los demasiados libros es una faceta que ha analizado el ensayista Fernando García Ramírez, quien afirma que uno de los objetivos de Zaid como escritor es hacer más claro el mundo, más sencillos los problemas, más accesibles las ideas. “Zaid tiene la virtud de hacerse entender y resultar interesante para el público más sofisticado (aquel que aprecia la versificación del griego antiguo de los versos de Safo) y para el público mayoritario (al que propone cómo crear un sistema para exhibir y denunciar las mordidas de los agentes de tránsito). Su objetivo, desde mi punto de vista, es alcanzar mediante la escritura, una ‘claridad furiosa’, expresada con un agradecible buen humor”.
Esa “claridad furiosa” del ensayista y poeta nacido el 24 de enero de 1934 en Monterrey, Nuevo León, es visitada y revisada, también, por el crítico literario, escritor y editor Juan Domingo Argüelles, quien recupera una descripción que incluyó de Octavio Paz sobre Zaid en el prólogo de la antología El costo de leer y otros ensayos (Conaculta, Dirección General de Bibliotecas, 2004), que dice, sigue siendo precisa: “Zaid es un escritor que no quiere seducir al lector, sino convencerlo que jamás lo adula y que no teme contradecirlo”.
Argüelles afirma que Zaid es uno de los últimos educadores en revistas, periódicos y libros, a la manera de Vasconcelos y a la manera de Paz. Lo define como “el pensador, el despertador de conciencias (porque esto es, sobre todo: un despertador de conciencias), es congruente con lo que exige a los demás: inteligencia, sensibilidad y una relación íntima e indisociable con la verdad”.
Reconoce en él su brazo poético, desde luego, pero que tiene por complemento el “ala de la inteligencia, de la reflexión certera y del juicio perfectamente meditado antes de ser publicado”. Para Argüelles, Zaid no ofrece consuelo a quienes quisieran escuchar o leer verdades piadosas; entrega verdades y certezas, “porque más vale desilusionar a los ilusos que seguir manteniendo sus cegueras e idolatrías, como la imagen pública y sus desbarrancamientos producto de la credulidad en la demagogia de los políticos y, especialmente, de los gobernantes que creen saber de todo, que están seguros de jamás equivocarse y que se autonombran ‘El Pueblo’ nada más porque son los Señores Presidentes, sean del partido que sean”.
Una virtud que ensalza el crítico literario y escritor Christopher Domínguez Michael: “Gabriel Zaid fue una conciencia discreta y eficaz en la transición democrática de fines del siglo pasado, desde la creación de Plural y Vuelta, hasta su convicción de que en México había que empezar por contar los votos”. Incluso afirma que, que, desde Echeverría al actual presidente de la República, Zaid “ha sido un crítico pertinaz del abuso del poder propio del populismo. Y lo ha hecho desde la crítica práctica, contra el progreso improductivo, según sus propias palabras, la burocratización, y en su convicción de que el gigantismo hace pobres a los países. Discípulo del personalismo, no cree en la democracia sin la persona en comunidad”, afirma Domínguez Michael.
Para Fernando García Ramírez una de las características distintivas de la escritura de Gabriel Zaid es la claridad expositiva, un esfuerzo que ha tenido varias etapas. Desde mediados de los años 60 cuando publicaba en el suplemento La Cultura en México, artículos corrosivos y sarcásticos sobre algunos vicios de la cultura nacional. “Su escritura era sobre todo irónica: decía una cosa pero señalaba otra”. Una escritura que dio un vuelco en 1968, fue una sacudida profunda, “desde ese momento el escritor que antes era apolítico decidió democratizar su escritura, comenzando con sus proyectos poéticos (en el Ómnibus de poesía: la poesía se encuentra en todas partes; en Cuestionario: la poesía la hacemos entre todos; en Leer poesía: no es materia de eruditos, todos podemos comprender la poesía) y en seguida los de crítica: pasó de la crítica cultural a la crítica política y económica, que ejercía en la revista Plural primero y en Vuelta después”.
García Ramírez dice que ahí los ensayos se hicieron densos sin dejar de apostar por la claridad. “El Zaid irónico de los 60 dio paso a un escritor de mayor densidad y complejidad en los 70. En los años 90 dio un tercer paso en búsqueda de la ‘claridad furiosa’ que lo caracteriza: renunció al Consejo Editorial de la revista Vuelta y comenzó a escribir artículos en la revista Contenido (“esa revista de peluquería”, se quejó Octavio Paz). Por el público, popular y amplio, y por la extensión de su nuevo espacio (apenas dos cuartillas) Zaid tuvo que realizar un extraordinario esfuerzo que implicaba: seguir siendo riguroso y original en el tratamiento de sus temas y al mismo tiempo ser más claro en su escritura”.
García Ramírez asegura que ahí su prosa se afinó y se volvió más diáfana, más precisa y accesible. “Escribir en Contenido ayudó a Zaid a volver más claros aún sus ensayos de temas complejos y eruditos, que continúa desarrollando sin pausa en Reforma y en Letras Libres”.
Y es que el autor de Dinero para la cultura, De los libros al poder y El progreso improductivo posee, dice Armando González Torres, una curiosidad extensiva y a sus diversas competencias profesionales, y ha traído al debate público los temas más variados, desde la crítica del progreso hasta las propuestas concretas en materia de desarrollo urbano pasando por los tópicos de la industria editorial, las raíces de la moderna cultura católica o la poesía indígena. “Gabriel Zaid nunca ha pertenecido al estrato académico y de ahí su predilección por la conversación pública, democrática y extendida que propicia el periodismo”.
González Torres agrega que, con su trabajo periodístico, Zaid ejerce una inteligencia práctica que se orienta a discutir problemas concretos y proponer soluciones viables con un despliegue de un estilo claro, agudo y ameno.
Para Argüelles, Zaid es uno de los últimos educadores en revistas, periódicos y libros, “es mexicano y uno de nuestros mayores orgullos intelectuales, y llega a los 90 años lúcido y activo: publicando en revistas y periódicos, revisando y reeditando sus libros, publicando alguno nuevo y, especialmente, actualizando y revisando su Ómnibus de poesía mexicana”.