El nombre de Luisa Piccarreta aún hoy está muy difundido en Corato, una ciudad de la región de la Apulia tierra adentro del norte de Bari, Italia.
Luisa nació el 23 de abril de 1865, Dominica in Albis (Segundo domingo de Resurrección), quinta de 8 hijas, y por la tarde del mismo día fue bautizada en la Iglesia Matriz del pueblo. Participó en la vida de su familia, de origen campesino. Su padre administraba los campos de un propietario rico y con su familia se trasladaba por largos períodos a una hacienda ubicada en la altiplanicie de la Murgia. Ya era singular que esta niña dedicara mucho tiempo a esconderse para sumirse por largas horas en la oración. A la edad de 9 años recibió el mismo día la Primera Comunión y la Confirmación, y empieza a escuchar la voz de Jesús en su “interior” sobre todo después de haber comulgado. Como un maestro interior la corrige y la guía en la vida espiritual para que llegue a ser su “perfecta imagen” e inspirándose a la vida de Nazaret la educa en la mortificación de la voluntad por amor. Por eso la Eucaristía llega a ser su “pasión predominante” e intenta participar en ella cada vez que puede. A los 13 años siente que debe introducirse en la meditación de la Pasión de Jesús que empieza hacer cuotidianamente. Tiene también una visión de Jesús que conducido a la crucifixión le pide ayuda. Da inicio así a un largo período de desolación y vejación de parte de los demonios.
Se une a las “Hijas de María”, Congregación laical asistida en Corato por el Sacerdote D. Michele De Benedictis (1944-1910) y ubicada inicialmente en la Iglesia del ex convento de los Capuchinos. En este lugar se encuentra también un Instituto femenino de señoritas, hijas de familias pudientes, confiado a las Religiosas de la Caridad de la Inmaculada Concepción de Ivrea. Aquí Luisa frecuentará solamente las primeras clases de la escuela elemental, teniendo a las Religiosas como maestras.
Sus padres no notaron la intensa vida interior de Luisa hasta que como a los 17 años, en la primavera, cuando se fueron a la hacienda en la localidad llamada “Torre Desesperada”, Luisa manifestó un misterioso y siempre más frecuente estado de sufrimiento que la hacía perder los sentidos y sucesivamente entraba en un estado de “petrificación” durante el cual tuvo algunas visiones de Jesús quien la escogió como víctima. Los fenómenos se suceden siempre más frecuentemente tanto que la obligan a permanecer en el lecho. Son los preludios de aquello a lo que Luisa llamará su “vida nueva”. Empiezan las incomprensiones familiares y la visita del médico de la familia. Incapaz de dar un diagnóstico certero, el médico no encuentra nada mejor que sugerir la “visita” de un sacerdote. Se obtiene la intervención del agustiniano P. Cosma Loiodice que conocía a Luisa gracias a las Hijas de María. Con gran sorpresa de todos la bendición sacerdotal la liberó inmediatamente del estado de malestar en que es encontraba y esto lo continuará haciendo cada vez que se considere necesario por aproximadamente 4 años.
Luisa se hace terciaria dominica con el nombre de Sr. Magdalena en la cripta santuario de la Iglesia de S. María Greca. En ausencia del P. Cosma los sacerdotes se rehúsan a ir a donde Luisa. Entonces, su madre se dirige al Arzobispo de Trani, Mons. Giuseppe Bianchi dé Dottula, para que ponga a un sacerdote de encargado establemente. El Arzobispo dispone que Don Michele De Benedictis pueda ir a donde Luisa en la ausencia del padre agustino. Pero en realidad a partir de 1886 asume su cuidado espiritual de modo definitivo. A él Luisa le cuenta por primera vez lo que le sucede cuando pierde los sentidos, lo de sus visiones y su vida interior. En este período da inicio otro fenómeno que luego acompañará a Luisa durante el resto de su vida. Después de haber comido, en un espasmo, se ve obligada a devolver lo que había comido. Todos constatan que el alimento se presenta en óptimo estado y acompañado por un agradable perfume. Pero su Confesor Don Michele no está del todo convencido de la extraordinariedad de esos fenómenos, por lo que la pone a la prueba imponiéndole con la “obediencia” muchas cosas que ciertamente no le dan alivio.
En la segunda quincena de noviembre de 1887, Luisa, con el consentimiento del Confesor, acepta quedarse completamente postrada en cama, ofreciéndose como “víctima voluntaria”. Inicialmente cree que debía ser por cuarenta días para implorar la paz por la guerra en África que se estaba llevando a cabo, pero más adelante comprenderá que Jesús le pide que este sacrificio sea continuo por el resto de su vida. Así hasta su muerte, por cerca de 60 años, permanece en su lecho sin ninguna enfermedad y sin que se le vea llaga alguna de decúbito. Mientras por la noche cae en su “estado habitual” de malestar con la “petrificación”, frecuentemente su alma deja su cuerpo para estar con Jesús y escuchar sus enseñanzas.
Precisamente durante una de estas “salidas”, el 21 de octubre de 1888, festividad de la Pureza de la Virgen María, vive su primer desposorio místico con Jesús a la presencia de la Virgen María y de Santa Catalina de Siena. Éste se renueva el 7 de septiembre de 1890, víspera de la Natividad de María, a la presencia de la SS. Trinidad en el Cielo y obtiene el don de poder percibir sensiblemente la “inhabitación” de las Tres Divinas Personas en su alma. Finalmente, en la Fiesta de la Exaltación de la Cruz de 1894 o 1895, vive el desposorio místico de la cruz en los lugares de la Pasión en Jerusalén. En esta ocasión recibe los estigmas pero que, después de habérselo pedido decididamente, quedarán invisibles. Gracias a esta experiencia recibe también una más profunda conciencia de sus pecados y siente por ellos un vivo dolor. Jesús la conduce, con continuas purificaciones, por el largo recorrido de una progresiva uniformidad, conformidad y consumación en la humanidad de Cristo.
Cuando en 1898 Don Michele De Benedictis a causa de sus múltiples empeños pastorales deja la dirección espiritual de Luisa, indica como su sucesor al Canónico Don Gennaro De Gennaro (1844-1922), párroco de la parroquia de San José en Corato.
A causa de la extrema reserva de Luisa habría quedado solamente su Confesor habría sido el único que hubiese sabido lo que pasaba en su alma si el nuevo Confesor, después de haber escuchado lo que le sucedía durante ese “estado habitual”, no le hubiera dado la “obediencia” de escribir en un Diario espiritual en el cual debía anotar con diligencia cuanto escuchaba y veía. Al ofrecimiento de su postración en cama se añade “la cruz de escribir” a la cual será fiel, escribiendo cerca de 10 mil páginas, del 28 de febrero de 1899 al 28 de diciembre de 1938. Dos meses después de haber empezado a escribir el “segundo” cuaderno, el Confesor le pide que escriba lo que le había venido pasando en su vida pasada. Nace así el “primer” cuaderno que constituye una verdadera autobiografía espiritual desde la edad de 9 años.
A causa de su definitiva inmovilidad, ya en 1898 le es concedida la facultad de poder asistir a la Santa Misa en la casa en la que vive con su hermana Angelina que la asiste y con sus padres, que murieron en 1907. Sustenta la alimentación y la ofrenda de la S. Misa con su trabajo de encaje de “bolillos” que aprendió de niña y acoge a jóvenes que quieren aprender dicho arte. Su casa además de ser una escuela de esta arte es una escuela de vida espiritual dela cual no solamente las aprendices-discípulas reciben sino que también muchas otras personas que comienzan a frecuentar su casa para escuchar su consejo y pedir su oración.
Este ir y venir de la gente levanta sospechas en alguno tanto que el Arzobispo Mons. Tommaso de Stefano, en 1902 dispone que el Confesor ya no vaya a donde Luisa para hacerla salir de su “estado habitual”. Pero la prohibición dura solamente pocas semanas. Al año siguiente decide ir él mismo en persona a visitar a Luisa para interrogarla concluyendo con un juicio positivo. También su sucesor, el Arzobispo Mons. Francesco Paolo Carrano, visita a Luisa y en 1908 obtiene de la Santa Sede la facultad para que se pueda celebrar la Santa Misa cotidiana en su casa. Y cuando en 1910 inaugura en Trani el Orfanatorio Femenino Antoniano del P. Aníbal María di Francia (1851-1927), seguramente le cuenta al religioso siciliano sobre Luisa y su Diario. En este período, de hecho, inició su relación con el P. Aníbal a quien Luisa le escribe su primera carta el 20 de marzo de 1911.
El santo de Messina, queda conquistado de inmediato por la espiritualidad de Luisa a quien visita repetidamente. De manera particular le fascina su modo de meditar la Pasión de Nuestro Señor, tanto que le pide que escriba en un cuaderno a parte sus reflexiones. Nace así la obra de la que se encargó él miso de publicar en 1915 con el título de “El Reloj de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo con afectivas consideraciones y reparaciones”. Ante el gran éxito encontrado, decide publicarlo de nuevo en una nueva edición el mismo año y luego en 1917 y en 1925. El texto fue progresivamente enriquecido con otras “prácticas” y algunas oraciones. Pero sobretodo con un Apéndice que contenía por primera vez algunas páginas del Diario con el título “Tratado de la Divina Voluntad”. Escribe incluso una carta circular dirigida a los obispos para aconsejarles que lo usen en los Institutos presente e sus propias diócesis.
Luego, hasta 1926, el fundador de los Rogacionistas y de las Hijas de Divino Celo, logró revisar los primeros 18 volúmenes del Diario y, como resulta del rico epistolario entre Luisa y él, se preparaba a publicar los textos. De hecho, el Arzobispo de Trani, Mons. Giuseppe María Leo, lo había nombrado “Censor Eclesiástico” para las publicaciones de sus Diócesis y después de haber obtenido el Nihil Obstat de P. Aníbal, puso también su “Imprimatur” directamente en los primero 18 volúmenes manuscritos del Diario, dando su permiso para la publicación. La muerte de P. Aníbal, sin embargo, impidió la realización de este proyecto editorial.
Una idea de cómo se presentaba a Luisa a cuantos la encontraban, que con frecuencia venían de lejos, nos la ha dejado precisamente el mismo San Aníbal en el Prefacio que hizo para el Reloj de la Pasión, en donde la describe así: «Esta Esposa de Jesús crucificado que pasa la noche en éxtasis dolorosos y en toda clase de padecimientos, al verla luego durante el día medio sentada en una cama, trabajando entre las agujas y los alfileres, nada, nada se transparenta, en lo más mínimo de una persona que durante la noche haya sufrido tanto, nada, nada que deje entrever algo de extraordinario, de sobrenatural. En cambio se ve en todo su aspecto a una persona sana, contenta y jovial. Habla, conversa, en ocasiones ríe, pero sí tiene pocas amigas. En ocasiones algún corazón atribulado se confía a ella, le pide oraciones. Escucha benignamente, consuela, pero nunca se pone a profetizarle, jamás una palabra que deje entrever alguna revelación. El gran consuelo que ella presenta, es siempre uno, siempre el mismo argumento: la Divina Voluntad».
La estima que Luisa tenía por el P. Aníbal la llevará a aceptar la invitación a trasladarse el 7 de octubre de 1928 a la casa de las Hijas del Divino Celo en Corato, que fue construida y consagrada, por voluntad de su fundador, a la “Divina Voluntad”.
Al morir Don Gennaro es remplazado como Confesor Don Francesco De Benedictis (1868-1926). Pero habiendo también muerto prematuramente fue sustituido por Don Benedetto Calvi (1886-1968) quien, en colaboración con el rogacionista P. Pantaleone Palma, le dio un nuevo impulso a la publicación del Diario. De hecho, en 1939 salió a la luz el libro con el título: “En el Reino de la Divina Voluntad. Historia de un alma. Primera Parte. Alba que surge”, en el cual fueron publicados los volúmenes 1º, 2º, 3º y casi todo el volumen 4º del Diario con muchas correcciones con respecto al manuscrito original de Luisa. Además también, en 1932 se publicó el libro: “La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad. Meditaciones para el mes de mayo”. El cual será reeditado en 1933 y en 1937. Finalmente, Don Benedetto, en 1934 publicó la 5ª edición del Reloj de la Pasión con el apéndice del Tratado sobre la Divina Voluntad. Estas obras fueron traducidas en alemán en dos Volúmenes (1936 y 1938) por obra del benedictino P. Ludwig Beda.
Sin embargo, ya a partir de finales de 1930 surgen las primeras incomprensiones y una primera señalación a la Sagrada Congragación del Santo Oficio en el Vaticano acerca del supuesto provecho económico percibido por Luisa de las publicaciones y la cuestión de la necesidad del sacerdote para hacer que volviera en sí de su “estado habitual”.
Las reacciones de los Superiores por la denuncia llegan de inmediato con la prohibición de proseguir con las publicaciones. Surgen polémicas también a nivel doctrinal y en relación a la “misión especial y única” de Luisa de dar a conocer las verdades sobre “el vivir en la Divina Voluntad de Jesús”. Mientras tanto, sin embargo, en la “Casa de la Divina Voluntad” la novena de Navidad era animada cada año leyendo las meditaciones “Excesos de Amor” que Luisa hacía ya desde que tenía 17 años. Lo mismo sucedía en el mes de mayo y octubre con la lectura del libro de la Virgen María.
La investigación del Santo Oficio, seguidamente a otras señalaciones, llegó a su culmen en 1938 y llevó a dos acciones inesperadas y dolorosas. La primera en mayo con el secuestro de parte del carmelitano P. Lorenzo di S. Basilio, Teólogo de la Dataría apostólica, de los 34 cuadernos manuscritos del Diario. Mientras que en julio el Santo Oficio dispuso la inscripción en el Índice de libros prohibido los libros publicados. El Observatorio Romano del 11 de septiembre reporta el decreto y un artículo adjunto, explicando las motivaciones de la sentencia del “excesivo misticismo”.
A pesar de tanta prueba, pocos días después Luisa encontró fuerzas para escribir una carta en la cual se pone totalmente una vez más en manos de la obediencia a la Autoridad de la Iglesia, reprobando y condenando en sus mismos escritos lo que la Iglesia reprueba y condena. Humillada, es obligada a dejar el Instituto Antoniano y se traslada a una habitación privada en donde vivirá los últimos años de su vida.
“Luisa la santa” – como solían llamarla sus conciudadanos – la mañana del 4 de marzo de 1947, después de una fuerte pulmonía muere, pero su cuerpo no sufre la rigidez cadavérica. Por tres días su cuerpo queda expuesto al público y todos pueden constatar que sus miembros están flexibles a excepción de las vértebras de la columna que le impiden ser extendida en el ataúd. Por esta razón se construye un ataúd especial, en el que podrá caber sentada, posición en la que todos la llegaron a conocer. Sus funerales con grandísima afluencia de personas provenientes de todos lados y de una gran relevancia eclesial, son “un día de fiesta para toda Corato”. Luisa es sepultada en el Cementerio de la ciudad en la capilla de la familia de Don Benedetto Calvi.
En abril de 1947 el Arzobispo de Trani, Mons. Francesco Paolo Petronelli emite el mandato de recoger noticias referentes a Luisa para invocar su rehabilitación ante la Santa Sede y un año después el nuevo Arzobispo, Mons. Reginaldo Giuseppe María Addazi O.P., concede el permiso de imprimir una estampa de Luisa con una reliquia, dándole el título de “Sierva de Dios” e implorando con una “oración” su Beatificación. Obtuvo, además, en 1962, que sus restos mortales fueran trasladados al Santuario de la Parroquia de Santa María Greca.
En 1987, el Arzobispo Mons. Giuseppe Carata, promueve la constitución de una Asociación que se encargue de recoger las memorias y los objetos pertenecientes a Luisa Piccarreta. Mientras que el Arzobispo Mons. Carmelo Cassati en 1994 recibe de la Sagrada Congragación para las Causas de los Santos, el nihil obstat para la apertura de la Investigación Diocesana sobre su vida, virtud y fama de santidad. La “Pía Asociación Luisa Piccarreta, Pequeños Hijos de la Divina Voluntad” de Corato se constituye como “Parte actora” de la Causa. Pero será el nuevo Arzobispo Mons. Giovan Battista Pichierri quien cierre la investigación diocesana en el 2005.