Jesús Álvarez del Toro // NOMENCLATURA ANTIGUA DE NUESTRA CIUDAD

         A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los lugares de reunión y de esparcimiento con el que contaban los zamoranos de aquel entonces, tenían nombres diferentes a los que hoy les han impuesto diversas administraciones municipales.

         Así, por ejemplo, las plazas o parques públicos se conocían, iniciando con la plaza principal, como la “plaza Carmen Romero Rubio”, en honor a la esposa de Porfirio Díaz, presidente de la República.

         El hoy Jardín de la Madre, primero se llamó “Plaza de San Agustín” y posteriormente se denominó “Jardín Álvaro Obregón”, para finalmente llamarle “Jardín de la Madre”.

         Lo que hoy es la plazoleta de Hidalgo se conoció como la “Plazuela de Aguinaga” por estar frente a la casa y portales del señor de Aguinaga y posteriormente se conoció como la Plaza de Iturbide y últimamente como la estación o terminal de autobuses de pasajeros, hasta que se le otorgó el nombre de Hidalgo por los años cincuenta del siglo pasado. Y un poco más hacia el sur entre las hoy calles de Guerrero e Hidalgo, se le llamó “Plaza de la cal”. La “plazuela Juárez” fue lo que ahora es el Mercado del Carmen.

         En el minúsculo entorno zamorano de aquellos años, eran importantes las plazas ya citadas, puesto que servían como referentes geográficos de los puntos cardinales de la ciudad.

         Quienes, como ahora, se querían enterar de los acontecimientos de la administración pública, asistían y se guarecían bajo la sombra del legendario tabachín –ubicado frente al edificio de la prefectura o presidencia municipal-, que ya desde aquel tiempo cobijaba de las inclemencias del sol a los personajes que querían estar al tanto de los sucesos cotidianos que se ventilaban al interior de la Prefectura o del ayuntamiento.

         Por la Plaza de San Agustín era normal ver al pintor zamorano Miguel Padilla, ya que vivía en las proximidades de dicha plazuela. En este mismo lugar adquirió fama doña Celsita, con su puesto de venta de menudo para los trasnochados o para quienes se la “curaban”; lugar al que concurría casi cotidianamente el famoso “Lupillo el andarín” o “Lupito Tragaleguas”, personaje éste que adquirió fama al realizar viajes a Morelia y Guadalajara a pie, a traer o llevar encargos en los tiempos de la revolución.

         En la Plaza de Aguinaga estuvo el famoso “cine Oriental”, pero en la casa de don Pedro de Aguinaga, ocupada por Joaquín Amaro en la revolución, fue utilizada como la “Casa de los Suplicios o casa de las torturas”; donde se interrogaba y torturaban a los zamoranos que no querían prestar dinero a las fuerzas que comandaba Amaro.

         En la “plaza de la cal”, hasta antes de 1907, el bullicio era constante ya que dicho sitio fue utilizado como el mercado de la ciudad. Ahí acudían vendedores y compradores de los elementos necesarios para el consumo alimenticio y de enseres domésticos. Ya en 1913, con la inauguración del Mercado Hidalgo, los comerciantes fueron reubicados al interior de dicha edificación.

         La plazuela Juárez se construyó como reposición de lo que había sido la plazoleta del Campo Santo que abarcó las calles de Verduzco, Pino Suárez y Lerdo de Tejada.

         Viajar, imaginariamente, a través de un recorrido por la nomenclatura de las calles viejas de nuestra ciudad, nos lleva a reafirmar el recuerdo de la memoria colectiva, la que nos transmitieron nuestros padres y abuelos

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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