En 2017 escribí un libro (2018: ¿AMLO presidente?) donde hice dos pronósticos; primero, que AMLO, que durante todo ese año tuvo 5% de ventaja en las encuestas, ganaría la elección de 2018 sin duda.
El segundo fue en torno a si tendría algún éxito en sus propuestas de gobierno. Revisé no sólo las metas planteadas, casi todas deseables sino sus “cómos”. Primero algunas de las promesas:
“Que nadie tenga miedo, vamos a crecer durante el próximo sexenio a un ritmo del 4 por ciento (que finalizaría con un 6%), el doble de lo que se ha crecido en los últimos 30 años”. “La emigración pasará a formar parte de la historia, de una época ya superada… Nadie, por necesidad, para mitigar su hambre y su pobreza, se verá obligado a abandonar su tierra natal”.
“Generemos un millón 200 mil nuevos empleos cada año, 7 millones de empleos en el sexenio”. “El campo producirá como nunca; a la mitad del sexenio alcanzaríamos la autosuficiencia en maíz y frijol, y en 2024, en arroz. Otro tanto ocurrirá con la carne de res, cerdo, aves y huevos, y será considerablemente menor la importación de leche”.
En materia ecológica, “tendremos reforestado todo el territorio nacional y garantizada la conservación plena de flora y fauna; habremos recuperado ríos, arroyos y lagunas; realizado obras de tratamiento de aguas negras y de desechos o basura”.
“Los jóvenes no tendrán necesidad de tomar el camino de las conductas antisociales y se le quitará a la delincuencia la posibilidad de incorporar a sus filas a quienes, como ahora, no estudian ni trabajan”. Así, “ya no será México el país de la violencia, de los desaparecidos y de la violación de los derechos humanos”.
“Los miembros del grupo en el poder se dicen creyentes, pero omiten que no es con violencia sino mediante el bien como puede suprimirse al mal”. “Se mejoraría la calidad de la enseñanza y, al mismo tiempo, buscaríamos alcanzar la cobertura total en todos los niveles de escolaridad”. Y pues como meta, la educación de Dinamarca, donde “la población cuenta con educación gratuita de calidad, en todos los niveles escolares; hay becas para todos los estudiantes de nivel medio, superior y posgrado”.
“Proponemos convertir a la Secretaría de Economía en una dependencia de fomento a las pequeñas y medianas empresas… que tendrán energéticos y créditos baratos; se les protegerá ante precios exagerados de insumos, de impuestos altos y del burocratismo”.
“Desaparecerán las trampas y el fraude; las autoridades electorales tendrán absoluta independencia para proceder con estricto apego a la Constitución y a las leyes”. “Nada ni nadie estará por encima de la voluntad soberana del pueblo”.
En 2024 “no existirá la delincuencia de cuello blanco y estarán erradicadas por completo la corrupción política y la impunidad. (En cambio) prevalecerá la honestidad y los servidores públicos serán vistos por la sociedad con respeto”. “Es urgente revertir el actual predominio del individualismo por sobre los principios que alientan a hacer el bien en pro de los demás”.
Ante todo lo cual, escribí: “Sería deseable alcanzar dichos propósitos, pero en virtud de que las relaciones causales en las que se basan tienen poco que ver con la realidad, las probabilidades de que tales metas se consigan son sumamente reducidas. Son vistas por los antiobradoristas como promesas vanas, palabras que se las llevará el viento… incluso podrían ser motivo para que se apliquen políticas que, por estar despegadas de la realidad, generen más problemas de los que pretenden resolver”.
Termino con una declaración del propio AMLO: “Actuaremos con el mayor realismo posible y sin ocurrencias o engaños… Un gobierno debe convocar la esperanza, pero sin caer en falsas promesas, porque terminará enredado en su propia demagogia”. Lamentablemente, esto último fue lo que en realidad sucedió, con muy pocas excepciones.
Finalmente, lo que AMLO sí logrará pronto es desmantelar la democracia, pues siempre le estorbó la división del poder, los frenos y contrapesos, y las instituciones autónomas.
Analista.
(El Universal)