El también periodista, que publica No soy un robot, explica que la lectura sigue siendo la mejor manera de entender al mundo y descifrar la realidad
Tras una vida larga en la literatura y la lectura, escuchando y leyendo a escritores, científicos, pensadores y filósofos, y más recientemente a ingenieros y programadores, Juan Villoro edificó una gran obra literaria que deambula entre el ensayo, la crónica, las memorias, bitácora de noticias tecnológicas y cuaderno de viajes, que ha titulado «No soy un robot: La lectura y la sociedad digital«. El libro publicado por Anagrama es una reflexión sobre la cultura de la letra, pero, ante todo, un retrato fragmentario de todos los temas que han atosigado su narrativa y periodismo: la escritura, la literatura, la política, la libertad de expresión, la postverdad, las fake news, la violencia y sus imágenes y símbolos, las migraciones, el racismo, la democracia y la cultura de la letra escrita.
Asegura que desde la aparición de la imprenta en el siglo XV, no había “un cambio en la lectura tan brutal”, que hoy tiene que ver con las tecnologías digitales. “Es una transformación absolutamente novedosa, radical, fascinante y, hasta cierto punto, temible“, afirma en entrevista con EL UNIVERSAL.
¿Con el mundo digital la humanidad ha dado un vuelco?
En cierto momento de la vida el ser humano siente que el mundo en el que vive ya no le pertenece, de pronto te sorprende ver un mundo en el que no conoces las claves. Esto se ha intensificado brutalmente con la sociedad digital. Mi libro No soy un robot es un intento por buscar un acomodo en un mundo que está cambiando. ¿Es posible conservar los hábitos de la cultura que teníamos antes?, ¿es posible seguir leyendo como lo hacíamos en la época en que sólo había periódicos y libros en papel? Traté de entender mejor el mundo de hoy, el mundo de la realidad virtual, a partir de la cultura del libro; creo que el hábito de leer libros te ayuda a entender mejor el universo fragmentario de las redes y a articular todo esto en un discurso que tenga mayor sentido.
¿Nos toca comprobar que somos humanos?
Somos la primera generación que tenemos que demostrar que seguimos siendo humanos, el título del libro proviene de la casilla que muchas veces debemos marcar en las páginas web y se lo decimos a una máquina y ella nos acredita como humanos. Quería explorar cómo han cambiado los hábitos y las costumbres a partir del nuevo trato con las prótesis que nos complementan que son los teléfonos celulares, las computadoras y tantos otros cachivaches del mundo digital, todo esto en relación con la lectura, creo que la literatura y la cultura en general son una gran reserva de lo humano. Leer se ha convertido en un arma de resistencia humanitaria.
¿Estamos mutilados frente a la tecnología digital?
No soy una persona revisionista que proponga que prescindamos de la luz eléctrica y nos vayamos al campo a alimentarnos de raíces y leamos libros en papel a la luz de las velas. No pretendo que el reloj de la humanidad se atrase, lo que sí me parece importante es no ser rehenes de una tecnología que es particularmente esclavizante porque nos hace sentir felices.
¿Hay una revisión a la postverdad, a las fake news?
En 2016, el Diccionario Oxford escogió como palabra del año el concepto postverdad, que no es otra cosa que el uso ideológico de la mentira y lo hizo porque ese año Trump ganó las elecciones del país más poderoso diciendo muchas mentiras, otros presidentes, como López Obrador, cada vez que se le refutaba con datos, él decía “yo tengo otros datos”; es decir, una realidad paralela en donde sus mentiras eran verdad, así Bolsonaro, Milei y tantos otros han podido gobernar satisfactoriamente para ellos porque estamos en un mundo bipolar en donde lo único que cuenta es la adhesión o el repudio, no hay matices, no hay espacio para los grises, estás conmigo o estás en contra de mí, y esto facilita una radicalización. El periodismo tiene el gran desafío de ser una reserva de la verdad, pero en tiempos donde los lectores están migrando hacia otras formas de comunicación no verificadas, como las plataformas digitales que de manera irresponsable te dicen cualquier cosa, entonces es un momento estratégico.
¿Estamos perdiendo la crítica ante nuestra violenta realidad?
Vivimos en un mundo de simulacros que tiene que ver también con una despersonalización, hay muchas cosas que soportamos porque las vemos en la pantalla como si fueran irreales. Estamos tan en contacto con asesinatos, fotografías de cadáveres, etcétera, que los vemos como una representación exagerada de lo real y no como algo que nos puede suceder a nosotros. Yo digo que el lema de que lanzan los barcos en clave Morse, que lanzó el Titanic de SOS “Save Our Souls” (salven nuestras almas), era una llamada espiritual, y creo que ahora deberíamos decir “Save Our Bodies” (salven nuestros cuerpos) porque desgraciadamente el mundo material, el mundo del cuerpo, parecería ser sustituido por simulacros. Ves una fosa común en una pantalla o en una fotografía y sientes que eso es una representación, que no es la realidad. Creo que tenemos que recuperar la noción de realidad por eso la primera parte de mi libro se llama “La desaparición de la realidad” y el periodismo y la literatura son reservas de realidad porque aunque se trate de construcciones simbólicas provienen de la realidad y tratan de entenderla en toda su riqueza.
¿Vivimos la deshumanización?
Es un mundo de migraciones forzadas, un mundo en donde el acceso a la cultura digital ha abierto más la brecha entre ricos y pobres. Silicon Valley es uno de los lugares más prósperos de la tierra, donde se han desarrollado las nuevas compañías digitales, durante la pandemia nada creció tanto como la industria digital, que se ha vuelto imprescindible para nosotros y que tiene cosas muy buenas, pero que también ha cambiado la posibilidad para muchas personas de participar en la vida. Lo que hizo el INE con las candidaturas independientes en 2018, y el requisito, que las firmas para apoyar candidatos se descargan en una aplicación que funciona en los teléfonos de gama media que cuestan al menos tres salarios mínimos, la candidata indígena, María de Jesús Patricio Martínez, enfrentó una lucha desigual. Hay una discriminación tecnológica hacia los indígenas que no tienen acceso, la brecha entre ricos y pobres ha aumentado.
¿Vivimos entre la paranoia y la banalidad?
Sí, creo que son las dos reacciones extremas, ambas muy peligrosas. Hay mucha gente que al ver lo que sucede sobre la violencia, las muchas fotografías que circulan en las redes o que están en los periódicos, entran en una parálisis provocada por la paranoia y siente que no puede salir a la calle. Esto también se ha enfatizado con falsas noticias, por ejemplo, en zonas como Culiacán, como Tampico, sobre tiroteos y eso es falso, pero la gente se paraliza porque ya vive en un estado de paranoia, esa es una reacción muy peligrosa porque nos evade de la realidad; y otra, acaso más peligrosa, es la de la banalización, la de acostumbrarnos a esto porque así es la vida y llegamos a un conformismo psicológico en el que pensamos que eso no nos puede pasar a nosotros porque no estamos involucrados con ese mundo. De pronto los niños se acostumbran a ver cadáveres, que es algo muy terrible.
¿La tercera guerra mundial va a ser por el agua o contra las máquinas?
Estamos ante planteamientos que parecen de ciencia ficción, creo que la pandemia nos puso en contacto con una tierra de zombies que no esperábamos, calles desiertas, viviendo todos alerta a partir de lo que veíamos en las pantallas, esta situación inesperada sólo podría ser superada por una lucha contra las máquinas, pero me parece peligroso que estamos ante diversas posibilidades de que se acabe la especie; la destrucción que hemos hecho del ecosistema y del planeta es ya terrible, las migraciones forzadas hacen que las fronteras de los países prácticamente no sirvan de contención, el avance de la Inteligencia Artificial y el hecho de que esté en manos de figuras de poder no es un signo entusiasmante. Los pueblos indígenas fueron expulsados de territorios con oro, carbón, petróleo, luego fueron expulsados de los sitios donde había maderas, se cultivaba aguacate.
El mundo es muy complejo. Aunque estoy trazando un panorama levemente apocalíptico, creo que hay maneras de resistir y la principal sigue siendo la lectura, que es el entendimiento, no podemos cambiar el mundo si no lo comprendemos, el primer paso para salir del horror es saber de qué se trata y esa clave está ya en los libros. Entonces acudir a la lectura es entender el mundo, no sólo para leer libros, sino para leer la realidad y poder descifrarla.