Jesús Álvarez del Toro // LA MUSICÓLOGA ZAMORANA ESPERANZA PULIDO SILVA

         En 1970, la Secretaría de Educación Pública publicó a través de los Cuadernos de Lectura Popular, en su serie La Honda del Espíritu un estudio de Ludwig Van Beethoven, realizado por la musicóloga Esperanza Pulido Silva, nativa de nuestra ciudad.

         Libros pequeñitos que llamábamos “de bolsillo”, porque cabían perfectamente en la bolsa trasera del pantalón, pero lo más increíble era su costo $2.50 (Dos pesos con cincuenta centavos) el ejemplar.

         Transcribo la primera página, una especie de proemio y una cuartilla de lo que escribió la maestra Esperanza Pulido Silva, acerca de un de los más grandes genios de la música universal.

         “La conmemoración del bicentenario de Ludwig Van Beethoven une a todos los pueblos de la tierra en un acto de homenaje a quien encarnó uno de los más eminentes valores del espíritu.

         México toma su parte en tan importante fasto. Vibrará en todos los rincones de la república a través de las más variadas expresiones, el homenaje al Grande de Bonn, cuya vida y cuya obra ilustran uno de los capítulos fundamentales de la humanidad.

         Los Cuadernos de Cultura Popular de la Secretaría de Educación Pública se honran en incluir en su repertorio las páginas de la musicóloga Esperanza Pulido, que forman el presente volumen y en las cuales se ofrecen los rasgos fundamentales del Hombre y el Artista.”

         De entrada al estudio meticuloso que realizó la maestra Pulido Silva, una probadita de la capacidad de la musicógrafa zamorana:

         “El Beethoven de su edad postrera nos produce un gran asombro; y no porque el que le precedió deje de anonadarnos. ¿Cómo es posible, nos preguntamos, que un hombre totalmente carente de audición externa haya creado en sus últimos años un complejo sonoro hasta entonces ignorado? Antes de que los Lener nos hubieran dado a conocer en México el total de los cuartetos del compositor, un amigo me condujo a su discoteca para hacerme escuchar “algo” -dijo- muy especial. Al terminar deseó poner a prueba mi capacidad de escrutinio (yo era entonces una estudiante del Conservatorio)

         -Si no conoces esta obra, dime, por lo menos el autor.

         -Stravinski- le contesté atropelladamente.

         -Pues no. Has de saber que se trata del último Cuarteto de Beethoven. ¡La Gran Fuga!

         -¿La Gran Fuga de Beethoven? ¡Np lo puedo creer!

         La sonata Patética había sido la revelación musical de su niñez. Entonces comencé a idolatrar a su creador. Después, en la adolescencia, al escuchar la Gran Fuga, me sentí intimidada. Ya más tarde aún, en la edad madura, aquellas combinaciones sonoras intuidas por la audición interna de Beethoven me causaban mayor estupefacción que el enorme potencial de su expresividad anímica.

         Porque no se trataba de algún matemático-músico capaz de producir encadenamientos de gran complejidad por medios extra-naturales, como lo realizan actualmente los ingenieros-músicos, o los acústicos de la electrónica a secas. Beethoven se vio privado de una cultura universitaria, en el sentido moderno de estos vocablos. Es cierto que, a despecho de su padre, asistió a ciertos cursos universitarios, en calidad de oyente; pero no de ciencias, sino de filosofía. En terrenos de las matemáticas nunca sobrepasó la tabla de sumar. Lo sabemos, porque en sus cuadernos de conversaciones y apuntamientos suelen toparse los ojos con ciertas columnas de cifras tan largas como lo demandaba el número multiplicador, lo cual era indicio de que ignoraba la tabla de multiplicar. Y también la de dividir. Con el andar del tiempo se autoenseñó, un poco de lenguas y bastante de filosofía”.

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JESÚS ÁLVAREZ DEL TORO

Jesús Alvarez del Toro, licenciado en Historia. Director del Museo de Zamora, Cronista de la ciudad de Zamora.

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