Hemos comenzado el mes de junio y nos haría mucho bien evocar Dilexit nos (Nos amó), la cuarta encíclica del Papa Francisco en la que nos ha dejado su testamento espiritual y nos invita a recuperar el verdadero significado del amor humano y divino revelado a través del Sagrado Corazón de Jesús. La frase hace referencia a la carta de San Pablo a los Romanos (Rm 8, 37), donde se enfatiza que nada puede separar a los creyentes del amor de Cristo. La encíclica se centra en la importancia del Corazón de Jesús como símbolo del amor divino, que es incondicional y ofrecido como un regalo gratuito. Recordemos que la devoción al Sagrado Corazón traspasado de Cristo comenzó en el monasterio de Paray –le- Monial, en Francia, cuando Santa Margarita Alacoque, una humilde religiosa de la Orden de la Visitación de Santa María, tuvo la gracia de recibir una serie de revelaciones y promesas por parte de Nuestro Señor Jesucristo, vinculadas a la devoción a su Corazón, tan ultrajado y olvidado por nuestros pecados.
Era el año de 1688 cuando el Señor expresó con claridad su mensaje del que podemos destacar la promesa que le hizo a Margarita por lo que se refiere a la práctica de los primeros viernes. Y así nos lo comunicó el Papa Benedicto XV en la Bula de Canonización de Santa Margarita en 1920: «Te prometo, en una efusión misericordiosa de mi Corazón, que el omnipotente amor de mi Corazón concederá el beneficio de la perseverancia final a los que, por nueve meses seguidos, se acerquen a la Sagrada Mesa los primeros viernes de cada mes: No morirán en mi desgracia ni sin recibir los Santos Sacramentos; y, en aquellos últimos momentos, mi Corazón les será asilo seguro». De la promesa hecha a Santa Margarita María podemos estar seguros de lo siguiente: 1° De que el Señor nos concederá la perseverancia final, es decir, una verdadera gracia que hemos de alcanzar por la oración, por el hecho de reconocer, mes a mes, que necesitamos de su amor para no caer, para no hacer daño, para confiar solamente en Él.
Por eso, precisamente, es necesario que estemos en unión con Dios y, para lograrlo, es conveniente asumir la necesidad de comulgar los primeros nueve viernes de cada mes. El Corazón de Jesús no nos promete la salvación como algo mágico o supersticioso, sino por la única y sola seguridad de que Dios, el Señor, viene a nosotros por la amistad que le hemos mostrado y porque hemos sido congruentes manifestando esa relación en las obras. La certeza de llegar a Dios se da por la libre voluntad y misericordia de Dios, un verdadero y “gran don”, como lo llama el Concilio de Trento. 2° Por puro amor, el Corazón traspasado de Cristo nos asegura nada menos que esta gracia, es decir, que podamos hacer frente a la muerte -el único momento que jamás podremos evitar-, en estado de amistad con Dios y con ello tener plena confianza de vivir la eterna salvación.
En su afán por hacerse presente en nuestra vida, el Corazón de Cristo nos garantiza cuatro cosas, simplemente porque Él es Dios y se da a nosotros para que hagamos lo mismo con nuestros hermanos: A). “la gracia de la perseverancia final”, o sea estar en estado de amistad con Dios cuando nos llegue el momento supremo. B). “No morirán en mi desgracia”, esto es, nos encontraremos con Él, porque Él así lo quiere, por sus méritos y no por los nuestros. C). “Ni sin recibir los sacramentos”. El Señor nos da una oportunidad más para verlo cara a cara, eternamente y vivir con Él para siempre. Nos permite tener deseos de Él aun en los últimos momentos, cuando lo único que tiene un verdadero sentido es aspirar a verlo por toda la eternidad; cuando ya nada de este mundo nos podrá dar la verdadera paz y felicidad, aseguradas únicamente por Cristo. D). “Mi Corazón les será asilo seguro en aquella última hora”. Esto es, la amistad que hemos alimentado al recibir el cuerpo de Jesús, nos da la seguridad de obtener una buena muerte.
El sentido verdadero de las promesas que nos ha hecho Jesús, por medio de Santa Margarita María Alacoque, es que creamos que Él es el verdadero Señor de la Vida, de la historia, de nuestra historia y nos invita a la práctica devota de los primeros viernes para que creamos en la posibilidad de mantener una auténtica amistad con Dios. Lo que nos asegura es la gracia de no morir en pecado grave, porque si nos abandonamos en sus manos cariñosas, si nos metemos en su corazón traspasado, encontraremos el sentido de estar en paz con Él, con nosotros mismos y con quienes están más cerca de nosotros. Porque sólo profundizando en el misterio del Corazón traspasado de Cristo, encontraremos la fuerza para descubrir el sentido verdadero de Dios que es Amor y sólo si lo conocemos más, será posible que más lo amemos y lo sigamos comprometidamente hasta que llegue el momento, el decisivo, de nuestro viaje a la eternidad.
Domingo 1° de junio de 2025.