Dicen -y dicen bien- que el hombre tiene la edad de sus arterias. Al menos, fisiológicamente. Que la etiología de la senilidad conlleva el deterioro progresivo de las glándulas de secreción interna, particularmente de las gónadas. Que conlleva, además, el deterioro progresivo del sistema nervioso central, provocando una nutrición vascular deficiente provocando lesiones arterioescleróticas de los vasos. De modo que en los viejos los órganos disminuyen de peso y volumen y, por tanto, que merma la actividad funcional. Que la piel pierde tersura porque la disminución del agua corporal, a gastos del agua intracelular, no se puede evitar. Y, para acabarla de amolar, que el envejecimiento, como período fisiológico del ser vivo, resulta inevitable. Que apareja, además, una disminución en el consumo de oxígeno, y, por ende, de la pérdida de calor corporal; de modo que deviene un fenómeno del todo inimaginable para un individuo fisiológicamente joven: la hipotermia senil. De ahí que los diccionarios no se anden con miramientos y definen la vejez como “edad del hombre en la que inicia una curva descendiente, produciendo una disminución o debilidad evidente de las facultades.
No obstante, la experiencia nos advierte, por indiscutible que en la vejez sea la decadencia fisiológica, no necesariamente va acompañada por el menoscabo psíquico. Citemos el caso de grandes directores de orquesta, quienes, por lo general, viven un 38% más que el resto de nosotros: Blomsted, (98), Stokowski (95), Zedda & Giulini (91), Toscanini (90), etc. Se trata de gentes que viven su vida intensa y apasionadamente . Fenómeno que también ocurre en la Meseta donde al tata k’eri , a no ser que de plano le falle su fisiología (porque sirve de guía y valor referencial para la comunidad), a diferencia de la sociedad neoliberal y hasta de nuestra misma iglesia, no se le jubila.
Sucede que, por acá, al igual que en la Sagrada Escritura, se acepta como muy natural lo que a una sociedad materialista choca: “ cabellos blancos, corona de honor ” (Prov 16,31) y “ corona de los viejos, la mucha experiencia! ” (Ecco 25,4). De ahí que, sin haber dejado de ser creativo uno solo de sus días, este próximo tres de junio nos colme de honor que un compañero sacerdote cumpla ( regalo de Dios ) sus primeros 100 años. ¡Felicidades mil y gracias infinitas, querido padre Alfonso Sahagún de la Parra!
1 comentario en “Francisco Martínez // Carta boca arriba a Alfonso Sahagún”
FELICIDADES P. ALFONSO POR SU PRIMER SIGLO, POR SU EFECTIVO TRABAJO EN LA COMUNICACIPON, RECUERDO MUY BIEN CUANDO USTED BUSCABA EL NOMBRE DE LO QUE ES EL SAMANARIO GUÍA Y QUE GUÍA SIGA GUIANDO A LOS LECTORES PRO EL CAMINO DE LA VERDAD Y LA FELICIDAD.