António Guterres, secretario general de la ONU, dio un discurso que debió provocar la reacción de los líderes del mundo, pero no la hubo.
BOGOTÁ, Colombia.- El secretario general de la ONU dio un discurso que debió hacer reaccionar de inmediato a los líderes del mundo entero, y pasó prácticamente desapercibido (lo leí porque Héctor Aguilar Camín tuvo el buen tino de citar de manera extensa).
Por lo que dijo António Guterres, y por la ausencia de reacción, nos damos cuenta de que ya casi nadie escucha a nadie y casi nadie lee a nadie.
Hablar de “crisis de liderazgos” es un eufemismo muy ramplón para señalar que estamos dirigidos por enanos, sordos y ciegos.
Muchos de los discursos recientes en la Asamblea General se han centrado en atacar a las Naciones Unidas, como si la ONU fuera el problema y no la pequeñez de los presidentes nacionalistas.
La ola nacionalista y populista que arrasa buena parte del mundo viene acompañada del torpedeo inclemente a los organismos multilaterales.
Tan enanos parecen ser nuestros líderes que no solo destruyen instituciones en sus países, sino también quieren demoler las instancias de diálogo y cooperación internacional.
A reventar a golpes a la ONU se ha dicho, porque estorba con sus temas de derechos humanos, de legalidad internacional y de reglas universales de convivencia.
Guterres enseñó el cataclismo que hay enfrente y (casi) nadie lo escuchó. Aquí algunos señalamientos:
“No nos hagamos ilusiones. Navegamos aguas turbulentas. Se avecina un invierno de descontento a escala mundial. La crisis del costo de la vida está haciendo estragos. La confianza se desmorona. Las desigualdades se disparan. Nuestro planeta está ardiendo”.
“La carta de Naciones Unidas y los ideales que representa están en peligro. Tenemos el deber de actuar”.
“Estamos estancados en una disfunción global colosal. La comunidad internacional no está preparada ni dispuesta a afrontar los desafíos enormes y dramáticos de nuestra era. Estas crisis amenazan el futuro mismo de la humanidad y el destino de nuestro planeta”, señaló.
Guterres se refirió a las “divisiones geopolíticas que socavan al Consejo de Seguridad y al derecho internacional, la confianza en las instituciones democráticas y todas las formas de cooperación internacional. No podemos seguir así”, puntualizó en alusión a la guerra en Ucrania y a la multiplicación de los conflictos en el mundo.
Advirtió sobre la peligrosa dirección que toman las relaciones internacionales: “En un momento dado, parecían encaminarse hacia un mundo del G-2, pero ahora corremos el riesgo de terminar con el G-nada: ni cooperación, ni diálogo, ni solución colectiva de los problemas”.
“El año pasado nos deparó la peor ola de calor en Europa desde la Edad Media. Megasequía en China y en Estados Unidos. La hambruna se cierne sobre el Cuerno de África. Un millón de especies en peligro de extinción”.
Apuntó que “estamos abocados a un desastre climático. Lo vi hace poco con mis propios ojos en Pakistán, donde un tercio del país ha quedado sumergido por un monzón de una furia desmedida. Lo estamos viendo por doquier”.
Recordó que ninguna región está indemne y sostuvo que lo sucedido hasta ahora no es nada comparado con lo que vendrá.
“Los veranos más tórridos de hoy pueden ser los más helados el día de mañana. Perturbaciones climáticas que acontecen una vez en la vida se pueden convertir pronto en fenómenos que suceden una vez al año”.
El secretario general afirmó que “la crisis climática es un paradigma de la injusticia moral y económica en la que los países del G-20 (México es parte de ese grupo) generan 80 por ciento de todas las emisiones, pero los más pobres y vulnerables –que son quienes menos han contribuido a la crisis– están soportando sus repercusiones más brutales”.
Puntualizó que “hay que exigir responsabilidades a las empresas de combustibles fósiles y a quienes promueven sus intereses: bancos, fondos de capital privado, gestores de activos y otras instituciones financieras que siguen invirtiendo y avalando la contaminación por carbono”.
“Busquemos soluciones comunes a los problemas comunes, sobre la base de la buena voluntad, la confianza y los derechos compartidos por todos los seres humanos. Trabajemos como una unidad, como una coalición del mundo, como las Naciones Unidas”, concluyó el secretario general.
¿Cuál ha sido la respuesta de los enanos, que por desgracia gobiernan buena parte del mundo? La ONU no sirve. Es muy cara. Es florero.
Invocan a Simón Bolívar, pero todas sus acciones y ocurrencias están hechas para dividir. No han sido capaces de asimilar una sola de sus ideas. Cuando menos la esencial: “No hay alternativa: unidad o anarquía”.
Desde Irak llega la noticia que el río Tigris agoniza de calor en Mesopotamia.
¿A quién le importa?
Vamos hacia “la nada”, dijo Guterres.
Con la erosión deliberada de lo que nos une (la ONU), vamos a “la anarquía” que señaló Simón Bolívar.
O al “cataclismo”, que advirtió el nobel de estas tierras. (El Financiero)