En este asunto hay algo más profundo: la sensación de fracaso a la que parecen estar destinados los matrimonios hoy en día.
(ZENIT Noticias / Roma).- El jueves 12 de enero aparecía publicada en diferentes plataformas de redes sociales una canción de Shakira que en muy poco tiempo rompería récords: 14,4 millones de reproducciones en Spotify y 50 millones de visualizaciones en YouTube (de los cuales 1 millón en los primeros 8 minutos). Se trataría –dato puro y duro– del mejor debut de una canción en español en la historia de la música. Y a eso se suma el hecho de haberse posicionado como trending topic mundial en Twitter durante dos días, con inmensidad de memes asociados y un no menor número de marcas aprovechando la tendencia para beneficio propio.
El éxito del video es atribuible a la exposición pública de una relación amorosa venida –nunca mejor dicho– a pique. En efecto, la letra de la canción es un desahogo, aderezado con un ritmo contagioso, de una ruptura amorosa con no pocos detalles privados puestos en conocimiento de todos: desde la suegra de vecina hasta la «clara» identificación del nombre de la persona con quien el futbolista catalán engañó a la cantante que le dejaron la deuda en Hacienda. Es una canción que luce más por el componente conflictual que por ser un monumento al arte. Pero ese no es el tema que nos ocupa.
Visto el componente de disputa es comprensible que parte del éxito de la canción sea el que orille a que las personas se posicionen: sea por Shakira por el componente emotivo de la condición de víctima engañada, sea tomando «partido» por el futbolista al hacer pensar que no son los modos o creer que sólo se está contando una parte de la historia. Es parte del éxito que en una esfera menos visible y medible la canción y su contenido hayan terminado por ser tema de conversación también fuera de las redes sociales (y que en no pocos casos los respectivos condicionamientos hayan prolongado el conflicto entre quienes apoyan a uno u otro).
Otro elementos, aunque secundario, ha sido la discusión más o menos seria en torno a la asociación de marcas para significar mejor o menor calidad de personas. La realidad es que tanto Casio como Twingo han sabido aprovechar la coyuntura e incluso lo han hecho con humor. Es significativo que, por ejemplo, Casio haya posteado una imagen de uno de sus relojes con este texto: «En defensa de nuestros relojes Casio, la batería dura más que la relación de Piqué y Shakira». O ese otro que dice: «Clara-mente nos agrada que esto nos sal-pique».
Más allá de todo el fenómeno digital, y más allá incluso de lo que vendría a reflejar el contenido de la letra, hay algo más profundo y quizá menos evidente: la facilidad con que las relaciones se rompen y lo que esas rupturas generan en las personas. La sensación de fracaso a la que parecen estar destinados los matrimonios hoy en día.
Es comprensible la sobre atención mediática que, dada la fama de Shakira y Piqué, han facilitado las redes sociales. Pero hay otras historias que merecerían la misma atención, aunque el desenlace vaya en una dirección completamente opuesta.
El miércoles 11 de enero de 2023 el Papa Francisco saludó en el Vaticano a Enzo Bellelli y Zea Daolio. Los nombres de estos esposos italianos serían uno más de los millones de matrimonios que en lo oculto de la vida cotidiana llevan adelante los dulces y a veces amargos vaivenes del diario existir y convivir conyugal. Pero estos dos esposos tenían una particularidad que es también por la que el Papa les estaba saludando: cumplían 70 años de casados.
La hija de ambos, Afra, le dijo al Papa que «todas las noches siguen jugando a las cartas hasta tarde». Enzo fue albañil y Zea confeccionaba ropa en su casa. Tuvieron dos hijas y más tarde dos nietos que les han dado dos bisnietos. Enzo tuvo una confidencia con el Papa: en 70 años no se puede llevar uno bien todo el tiempo pero «volvería a casarme con Zea cualquier día».
Piqué y Shakira estuvieron juntos 12 años, 58 años menos que Zea y Enzo. Quién nos iba a decir que, a pesar de no ser virales, Zea y Enzo representan mejor la aspiración más profunda del corazón humano, con la fidelidad incluida. Tal vez muchos han reaccionado a la canción de la que hablamos al inicio porque en el fondo, muy en el fondo, se dan cuenta que eso es precisamente lo que no querrían para su propia vida. Apelando al ritmo de la canción, pero cambiando la letra, tal vez en muchos casos eso tendría un mejor desarrollo cuando se dan cuenta que «te hace falta Jesuuuuuuús»… Y lo incluyes en tu matrimonio.