López Obrador no es ingenuo, y aunque diga todos los días que no hay oposición, está perfectamente consciente de que va rumbo a una derrota segura en 2024.
Terminó enero, y faltan apenas cinco meses para la elección de gobernadores en Estado de México y Coahuila. Desde ahí, un año para la elección presidencial, del Congreso federal, nueve entidades y más de la mitad de los municipios del país. Todo se centra en la política, pues.
López Obrador, me parece, está convencido de su derrota en 2024, si hubiese elecciones como las que tuvimos desde 1997. Por eso quiere destruir al INE. Lo intentó con una reforma constitucional que no pudo sacar; ahora lo hace con leyes inconstitucionales (el plan B) que seguramente serán anuladas por la Corte; busca introducir cuatro consejeros a modo (sin que eso le garantice nada), y con toda probabilidad tratará de quitarle presupuesto para 2024 (aunque no es seguro que cuente con los votos para eso en noviembre). Todo este esfuerzo no tendría sentido si López Obrador viese seguro el triunfo de su candidata, pero cada día eso parece menos probable. No es ingenuo, y aunque diga todos los días que no hay oposición, que está derrotada, que nadie los quiere, está perfectamente consciente de que va rumbo a una derrota segura.
El primer escalón es el Estado de México, que sería un triunfo importante para Morena, pero también puede ser una derrota definitiva. Si ganan, estarán cumpliendo lo que muchos esperan hoy. Si pierden, cambiarán las expectativas de todo el país. Llegar a 2024 con derrotas aseguradas en Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Guanajuato, Nuevo León, Puebla y Veracruz, significa olvidarse no sólo de la Presidencia, sino incluso de una presencia importante en el Congreso. Y es claro que hacia allá nos dirigimos, como es evidente si en lugar de atender mañaneras, declaraciones de políticos o encuestas balines, buscamos información y encuestas serias.
Para evitar esa posible derrota, López Obrador sigue defendiendo a la delincuente electoral, ahora responsable de irregularidades por casi 900 millones de pesos. Más interesante aún, por eso quiere mover la carga del aeropuerto actual al AIFA, y en tres meses, para entonces promocionar el impulso económico que eso significaría en Ecatepec. Todo falso, pero a él la verdad jamás le ha importado. No contento con eso, ahora se sabe que está intentando impedir la instalación de Tesla en Nuevo León, negándole allá energía eléctrica que sí le ofrece en Estado de México. Tampoco esto será cierto, porque no hay energía limpia disponible (y muy probablemente, ni sucia), pero el caso es anunciar la inversión, durante la campaña, para apuntalar a su delincuente. Ni siquiera vale la pena recordar cuánto se quejaba López de la intervención de autoridades en campañas, tampoco tiene vergüenza.
Engaños, trampas, acusaciones falsas, lo que sea, utilizará López Obrador para no perder el poder. Ha sido capaz de poner en riesgo todo el funcionamiento del gobierno, con tal de tener recursos para los programas clientelares y los proyectos faraónicos. Ha dejado millones de niños sin vacunas, sin estancias infantiles, sin escuelas de tiempo completo. A miles sin medicinas. Si ha sido capaz de esos crímenes, no le sorprenda que viole todas las leyes que sea necesario. Sólo piensa en poder, y sólo piensa en sí mismo.
Para quienes creemos en la democracia, el escenario es claro. Tenemos que impedir la destrucción del INE y promover una coalición con presencia ciudadana que triunfe en 2024. Hay que hacerla con los partidos que hay, y con los políticos disponibles. No es momento ni de terceras vías, ni de golpes de pecho o peticiones de pureza. Con un enfermo en la Presidencia, capaz de destruir el país con tal de no perder el poder, hay que soportar los males menores. Habrá que actuar con inteligencia, sin duda, pero sin perder de vista la verdadera amenaza. En principio, nos manifestamos el 26 de febrero en todo el país. (El Financiero)