Más de 8.07 millones de ucranianos han abandonado el país y 5.4 millones son desplazados internos; el conflicto bélico trastocó la vida de mujeres y niños
Bruselas. La apuesta del presidente ruso, Vladimir Putin, por desafiar las reglas más elementales del orden global, se ha traducido en la mayor tragedia humanitaria vista en Europa desde la sangrienta desaparición de la antigua Yugoslavia en la década de los 90.
Antes de que Putin diera a sus Fuerzas Armadas la instrucción de avanzada, la situación en Ucrania ya era angustiante. Como consecuencia de la anexión unilateral de la Península de Crimea en 2014 por parte de Moscú y el apoyo a los movimientos separatistas en el este del suelo ucraniano, unos 3 millones de personas requerían de ayuda humanitaria y protección.
A partir de la invasión a gran escala iniciada hace un año, la situación empeoró drásticamente y a velocidad no vista desde la Segunda Guerra Mundial.
En su último reporte, la oficina para el Este de Europa y Asia Central del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), dirigida por Florence Bauer, reporta que más de 8.07 millones de ucranianos han abandonado el país. La mayoría están refugiados en Polonia, más de un millón 562 mil personas, seguido por Alemania con alrededor de un millón 55 mil, y la República Checa con aproximadamente medio millón.
Otros 5,4 millones de ucranianos se encuentran en condición de desplazamiento interno, de ese universo, el 58% lleva más de seis meses en movimiento. La Organización Mundial para las Migraciones estima que unas 640 mil personas se sumaron a esta la lista entre diciembre y enero.
A la circunstancia extrema de abandonar el hogar, se agrega la precariedad de vivir en condiciones sanitarias adversas y de vulnerabilidad. Alrededor de 14.5 millones de ucranianos requieren de atención médica (unos 800 centros de salud han sido destruidos por artillería), mientras que 3.6 millones están urgidos de servicios de atención y prevención de violencia de género.
La UNFPA sostiene que se ha interrumpido gravemente el acceso a medios de subsistencia y a los servicios básicos, incluyendo de atención a la salud sexual y reproductiva, fundamentales para salvar vidas. En tanto que la violencia de género se ha generalizado, “pero no todos los casos se denuncian”.
El precio que ha pagado la infancia ha sido descomunal, no hay un solo aspecto de la vida de los niños que el conflicto no haya trastocado.
Niños asesinados, heridos, obligados a abandonar sus hogares, sin acceso a una educación fundamental y sin los beneficios de un entorno seguro, es el saldo de 12 meses de actividad bélica, denuncia UNICEF.
“Los niños en Ucrania han experimentado un año de horror”, afirma en un comunicado Catherine Russell, Directora Ejecutiva de la Agencia de Naciones Unidas para la Infancia.
“Millones de niños van a dormir con frío y asustados, y despiertan con la esperanza de que esta guerra brutal termine”, continúa.
De acuerdo con un sondeo realizado por UNICEF, el 80% de los niños ucranianos ha registrado un deterioro de su situación económica. En total, el porcentaje de menores que viven en pobreza ha pasado del 43% al 82%.
A esto se añade una herida menos visible, el impacto psicosocial, de mayor calado en los habitantes de las áreas recuperadas por el Gobierno ucraniano y localizadas en la línea del frente de batalla, zona gris que es testigo de atrocidades y violaciones de derechos humanos.
UNICEF calcula que 1,5 millones de niños corren el riesgo de sufrir depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental, con posibles efectos e implicaciones a largo plazo.
En tanto que la OMS estima que uno de cada cuatro ucranianos, es decir 10 millones, corre el riesgo de padecer estrés agudo, ansiedad, depresión, consumo de sustancias y trastorno de estrés postraumático. Esta situación está aumentando la prevalencia de las conductas autolesivas, detalla.
Nadiia Kovalevych, quien coordina proyectos sobre Ucrania para UNFPA, afirma que las vivencias negativas y el estrés afectan las relaciones con los demás y esto puede llevar a un aumento de la violencia.
La destrucción medioambiental se suma al legado de la guerra. Los costos han sido tanto directos, en flora y fauna; como indirectos en términos de contaminación del aire, la tierra, el agua y recursos desviados.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) sostiene que el país ya sufría de pérdida de biodiversidad y los efectos del cambio climático antes del choque armado. En las últimas tres décadas aumentó la temperatura en casi 1.5 grados centígrados y para mediados de siglo podría alcanzar los 3 grados.
Los incendios provocados por los ataques han arrasado más de 100 mil hectáreas de ecosistemas naturales, y al menos 900 áreas protegidas, por un total de 1,2 millones de hectáreas, equivalente al 30% de la reserva ecológica, se han visto afectadas por bombardeos, contaminación por carburantes y operaciones militares.
La ONG estima que las consecuencias serán regionales, considerando que Ucrania alberga el 35% de la biodiversidad en Europa, incluyendo 70 mil especies de plantas y animales, muchas de ellas endémicas.
Pero el sufrimiento no se ha limitado a Ucrania, la guerra ha tenido ramificaciones en Rusia. El conflicto que parecía lejano y que era ignorado por la mayoría de la población rusa, se acercó mucho más a casa a partir de que Putin invocó la movilización parcial de 300 mil reservistas.
El ajuste táctico respondió a las pérdidas en el campo de batalla. The Sun reportó citando a la inteligencia estadounidense que el Ejército Ruso había registrado 188 mil bajas hasta el 20 de enero.
De acuerdo con el Institute for the Study of War, el radio histórico en un conflicto armado es de tres a uno, por lo que posiblemente 47 mil rusos habrían fallecido en menos de un año.
Esto significa que Moscú acumuló en solo 12 meses casi tantos muertos como los que tuvo Estados Unidos en ocho años de guerra en Vietnam, 58 mil; y en solo tres meses superó las muertes sufridas por las fuerzas soviéticas en nueve años de aventura bélica en Afganistán, 15 mil.
Los expertos prevén que el sufrimiento y los desafíos sigan acumulándose. Maryna Vorotnyuk, investigadora del Royal United Services Institute for Defence and Security Studies (RUSI), no ve fractura en las filas ucranianas.
“La moral de los ucranianos es notablemente inquebrantable. Se ha ido endurecido a lo largo de un año en condiciones terribles y de sufrimiento extremo. El hecho de que la nación, acorde a las encuestas que tenemos, esté dispuesta a continuar y rechace la idea de la paz a cambio de los territorios perdidos, es un claro indicador del futuro: la paz en términos rusos no es posible ni aceptable”.
En tanto que del lado ruso, continúa la analista, el objetivo táctico se mantiene. Para Rusia, Ucrania no debería existir como nación soberana.
“El presidente Putin es rehén de la guerra que inició y que no puede ganar. El Kremlin está preparado para destinar una cantidad indefinida de recursos con la finalidad de sostener el esfuerzo bélico, con un costo colosal. Comprender esta situación en la que se encuentra Rusia y su preparación para ganar a cualquier precio es fundamental”.
A esta altura del conflicto, Vorotnyuk ve como único escenario para el final de la guerra y la paz sostenible, la derrota de Rusia.
“Resulta difícil un alto al fuego porque ahora tenemos otro problema adicional, la confrontación de dos Constituciones. Rusia cambió la Constitución y ahora incluye territorios ucranianos (las regiones de Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk)”, explica Andreas Umland, analista del Stockholm Centre for Eastern European Studies.
Precisamente por esa confrontación constitucional, el estudioso no ve espacio para un compromiso que de paso al cese al fuego.
“El líder ruso está obligado por su propia Constitución no solo a preservar los territorios ocupados, sino a extender el control sobre el terreno. Esto supone un callejón sin salida”, asegura Umland.