Aprobar el dictamen que expide la Ley General de Ciencias fue un gran retroceso: investigadoras
“Todo lo que tardó décadas en construir va a tardar sexenios en llegar a donde estaba antes. Es el ánimo bajo en el que estamos hoy sin ahondar en cada tema”, afirma Alma Maldonado, investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN.
Las consecuencias del deterioro que ha sufrido el sector científico en distintos niveles: económico, financiero, de infraestructura y de preponderancia de actividades serán una herencia para la próxima administración: “Estamos en un momento grave, triste y deprimente. Si hacemos comparaciones mundiales no figuramos en nada. Hay un desánimo y una sensación de atraso”, continúa la investigadora.
Tanto Maldonado como Brenda Valderrama, investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM, coinciden en que la aprobación del dictamen que expide la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, fue un gran retroceso. “Lo fue en términos de autonomía, organización del sistema, toma de decisiones y financiamiento. Quedamos con la incertidumbre. Si regresamos a la ley anterior tampoco sería lo mejor y tendría que volver a empezar un debate”, dice Maldonado.
Valderrama abunda: la derogación de la Ley de Ciencia es fundamental: “Si no se echa para atrás no puede arreglarse de fondo; mientras, sólo se puede parchar. La ley actual no permite la creación de instrumentos. Es más, prohíbe explícitamente la vinculación con gobiernos estatales y asociaciones civiles”.
Como problema central, en el mejor de los casos, dice, La Ley de Ciencia provocará una parálisis que durará tres años; en el peor, todo el sexenio siguiente. Además de que será crucial para la fuga de cerebros: “La ley de Ciencia es una camisa de fuerza. Ya dejó predeterminado con quién se puede invertir, cuáles son los temas y qué resultados puede obtener. También dejó determinado cuáles son los criterios con los cuáles puede aprobar o no un proyecto o la solicitud de un postulante; así como los criterios con los que se establecen los comités”.
Maldonado también destaca la pérdida de autonomía de los Centros de Investigación: “Todo empezó con las fobias de la directora actual hacia ciertos directores. Creo que eso ha minado mucho el papel que tenían los CPI que, en conjunto, hacían más y reportaban más investigación que la UNAM misma”.
Por último, la incertidumbre respecto a los programas del Conahcyt: “Es necesario hablar del Sistema Nacional de Investigadores y la desaparición del Programa Nacional de Posgrados de Calidad, cuyo cambio hacia el Sistema Nacional de Posgrados deja una incertidumbre brutal; ya no existen tipos de evaluación, niveles en los posgrados ni certeza de becas”.
Y agrega: “Se volaron la innovación; no ha habido nada de apoyo a lo que se hacía en conjunto entre lo público y lo privado. Mientras el mundo discute temas como la Inteligencia Artificial, en México se está pensando en el maíz originario”.