El análisis de los restos óseos y vegetales ofrecen a los arqueólogos reconstruir la dieta de la familia Lutero, exponiendo que en la mesa de sus padres se servía comida de alta calidad, incluyendo carne costosa de lechones y gansos.
Sonya Santos
La arqueología ha sido fundamental para descubrir lo que se comía en la antigüedad. A través del análisis de restos orgánicos encontrados en sitios, como huesos, semillas, utensilios de cocina y residuos en cerámicas, los arqueólogos han podido reconstruir dietas antiguas. Por ejemplo, estudios de restos en dientes humanos han revelado patrones de desgaste y residuos que indican el tipo de alimentos consumidos.
Además, la investigación de basureros y depósitos de desechos ha proporcionado información valiosa sobre los hábitos alimenticios de diferentes culturas y períodos históricos. Durante el Renacimiento, el auge de la agricultura y el comercio internacional introdujo una variedad más amplia de alimentos, reflejada en hallazgos que muestran una dieta diversificada, con la inclusión de productos como el azúcar, especias y nuevos vegetales, transformando significativamente la cocina y la nutrición de la época.
El caso del líder religioso del siglo XVI Martin Lutero (1483-1546) es una clara manifestación de la importancia de los descubrimientos. Su histórica casa ya no existe, pero recientes excavaciones arqueológicas llevadas a cabo desde principios de los años 2,000 por la Oficina Estatal para la Preservación de Monumentos en su antiguo emplazamiento han desenterrado un auténtico tesoro de información sobre los hábitos de la familia Lutero. El vertedero, es decir, el pozo de los desechos de la casa se ha convertido en una ventana al pasado, ofreciendo una visión detallada de la dieta y las costumbres culinarias de una de las figuras más influyentes del Renacimiento.
Documentos históricos han revelado que hasta 40 personas se sentaban diariamente en la mesa de Lutero, conocida como la “Luther Tafel”. Este comedor era famoso mucho más allá de las fronteras de la ciudad, reconocido como la primera “cocina burguesa” de Alemania. A pesar de las limitaciones económicas, la “Señor Käthe”, apelativo cariñoso para la esposa de Lutero, Katharina von Bora, se encargaba de proveer abundantes banquetes. El menú incluía asados, cerveza, pasteles, sopas de hierbas y salsas finamente condimentadas.
Las excavaciones en la casa natal de Lutero, en Eisleben, la casa de sus padres en Mansfeld y su propia casa en Wittenberg han arrojado información que permiten reescribir capítulos enteros de la vida del reformador. Estos descubrimientos también han desafiado las narrativas tradicionales sobre sus orígenes.
El análisis de los restos óseos y vegetales ofrecen a los arqueólogos reconstruir la dieta de la familia Lutero, exponiendo que en la mesa de sus padres se servía comida de alta calidad, incluyendo carne costosa de lechones y gansos. Además, cazaban y comían pájaros que, a partir de los restos esqueléticos se identificaron petirrojos, zorzales y pinzones, y consumían mucho pescado durante la Cuaresma. También se encontraron restos de higos, lo que indica una dieta variada y rica.
Estos descubrimientos desafían la creencia de que Martín Lutero provenía de una familia humilde. Contrariamente a la tradición, que lo describe como el hijo de un pobre minero, la evidencia arqueológica sugiere que su familia gozaba de una posición económica acomodada. Esta nueva perspectiva arroja luz sobre las verdaderas circunstancias de su crianza y formación.
Los famosos “discursos de mesa” del reformador, en el ambiente relajado de las comidas compartidas de su casa, Lutero se expresaba de manera informal sobre una amplia variedad de temas. Estos discursos se han convertido en clásicos de la cultura de generaciones de familias cristianas, teólogos, lingüistas y poetas que han encontrado en ellos una fuente inagotable de disputas sobre la naturaleza de Dios, humor y sabiduría popular.
Las ideas reformistas del ex monje agustino Martín Lutero, centradas en la justificación por la fe y la autoridad de la Biblia, provocaron una ruptura definitiva con la Iglesia Católica. Este cisma dio origen al protestantismo, un movimiento religioso que se extendió rápidamente por Europa y desafió las estructuras eclesiásticas establecidas. A pesar de las esperanzas de paz y renovación espiritual, las tensiones entre católicos y protestantes desembocaron en una serie de conflictos armados, conocidos como las Guerras de Religión, que asolaron el continente durante gran parte del siglo XVI y principios del XVII, demostraron que la búsqueda de libertad religiosa también traería consigo un período prolongado de violencia y discordia. (El Financiero)